Entre Galateas y Vigoréxicos

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*Fernando Cadavid Correa, es un reconocido, respetado y excelente Consejero de Adicciones y Dependencias Afectivas en Colombia. Además es escritor y conferencista en programas institucionales para las adicciones, trastornos emocionales y de afectividad, con más de 25 años de experiencia atendiendo a personas y sistemas humanos. Durante su trayectoria Cadavid creó, fundó y dirigió C.I de los Andes en Cota – Cundinamarca, y luego Soluciones Terapéuticas de Avanzada, STA en Cájica y Chía. 

Por: Fernando Cadavid Correa*

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Pigmalión, según la mitología, era un escultor chipriota que buscaba la mujer perfecta y como no la conseguía entre sus congéneres según sus ideales de belleza, decidió esculpirla. Y sí, le quedó perfecta, pero con el agravante de que esta no era una mujer real. Le faltaba emoción, carne y hueso. Era una hermosa estatua de marfil. Desesperado y confundido, decidió acudir mediante el ruego a los buenos oficios de Afrodita que, en su calidad de diosa de la belleza debería darle vida a la figura. Afrodita impresionada por la perfección de la obra y atosigada por la rogadera de Pigmalión, le dio vida a Galatea que fue como se llamó en adelante a la estatua-mujer que acompañó a Pigmalión durante el resto de su vida.

Es frecuente que los medios y la calle se ocupen de las conductas alimentarias para gastar tinta y dar consejos que nadie sigue, o a raíz de que mujeres jóvenes fallecen de manera muy dramática en improvisados quirófanos de garaje mientras buscaban una solución rápida a su silueta por sus desórdenes en la ingesta alimentaria o por sus conflictos con la figura corporal queriendo moldear sus figuras mediante lipoescultura, fijación de implantes mamarios, etc. El debate se ha centrado en aspectos puramente externos de la problemática en la medida que expresa cual es el ideal de belleza que se les está vendiendo a los jóvenes de ambos sexos y que no tienen nada que ver con nuestro origen y ADN. Somos bajitos y no queremos aceptarlo. Somos aborígenes y mestizos (¡mestizos muy!) y no queremos aceptarlo. Y tendemos al sobrepeso nos guste o no. Oiga, no somos anglosajones y los ojos azules por estas tierras son un invento de optómetras. Si nos detenemos por ahí a observar transeúntes, veremos que muchos de ellos y ellas están por encima del peso sano, es decir, gorditos y gorditas fruto de una constitución física reforzada por nuestras malas costumbres alimentarias.

Como lo indican las colas en los restaurantes-chatarra, el latinoamericano promedio come todos los días, “corrientazo” o “acpm”: arroz, carne papa y maduro, impronta que pretendemos corregir mediante una visita al taller del nuevo Pigmalión en donde se obrará el milagro. Quíteme de aquí, póngame allá, organíceme el párpado y, ya que estamos en estas, doctor, déjeme unos labios bien seductores y carnosos así, como los de aquella actriz tan sugestiva y glamorosa. Véala tan supersexi en esta revista de farándula (aunque haya quedado culibajita y demasiado tetona para sus 1,55).

La mayoría de estos “galateos” se desalientan rápidamente porque además de las torturas que suponen los ingresos al quirófano (y los egresos en la cuenta del banco) tienen que hacer en adelante ejercicio y dieta. ¡Sí, ejercicio y dieta! E ir al psicólogo. Todo aquello que no se hizo antes si hubiésemos tenido esa relación armónica mente-cuerpo. Advierto: Esa platica también se va a perder, como a lo mejor ya se perdió la platica del “balón gástrico” o la de la cirugía para ligar el estómago a la brava y reducirlo a la mitad para que el paciente coma poquito y baje de peso.

Mientras tanto, hay otros que ya pasaron por lo anterior, y además, se “dan garra” en el gimnasio (ellos contra las pesas); veganos, haciendo todas las dietas, contando calorías, comiendo sano y natural (es decir, no comiendo porque todo contiene preservativos, hormonas, colorantes, pesticidas, abonos químicos o mucha azúcar…gluten); van a las cámaras artificiales de bronceo, se untan en todas partes toda suerte de cremas y potingues, corren 15 kilómetros diarios, se beben todos (literalmente todos) los litros de agua y consumen por debajo de cuerda todas las anfetaminas, todos los suplementos que les recomienden; hacen episodios de bulimia (comen mucho y a renglón seguido vomitan o se purgan), o son bulímicos amnésicos: comen y comen y se les olvida vomitar; le deben verdaderas fortunas al odontólogo esteticista que les “diseñó” la sonrisa, al cirujano plástico que les marcó los pectorales y los abdominales, al que les tatuó las cejas y les pegó una a una las pestañas y les inyectó botox antiarrugas en el contorno del ojo y el entrecejo y les imprimió con tinta indeleble y de por vida a lo largo de la columna vertebral hasta el final de la espalda (o sea hasta el coxis) un simbolismo que no se sabe si son casitas o el alfabeto japonés. Al que les blanqueó el contorno del esfínter anal, la aureola del pezón y las axilas. Al que les implantó en la cabeza pelo que no pegó o que se le nota mucho y, en consecuencia, les tocó comprarse un peluquín que se nota mucho más. ¡Es que ni tan calvo ni con 2 pelucas!

Y como el resultado no es el esperado hay que retornar una y otra vez al bisturí y a la aguja, que se volverá adictiva por la fuerza de la repetición olvidándonos que ni el biotipo ni el ADN no olvidan y que toda esa estructura volverá tarde o temprano a su lugar, desplazándose, sobrando piel escurrida y colgante como el escroto de un primate. Y en los raticos libres se hacen todos los chequeos médicos de rigor, las pruebas de esfuerzo y de capacidad pulmonar (y de paso, ver si quedó algo de eso, de respirar, después de fumar mucha ganyay marlborito). Toda una batalla de absoluta negación para mostrarse sanos y vigorosos. Vigoréxicos.

Vigoréxico es el término peyorativo que identifica en el mundo de los inconformes consigo mismos a aquellos que siendo víctimas de su narcisismo buscarán llenar desde afuera los vacíos emocionales que sienten por dentro. Pigmalión el escultor, pertenece al universo de la mitología. Las nuevas galateas y galateos necesitarán de mucha Afrodita para que milagros como ese se den, pero a la inversa: convertir a hombres y mujeres de carne, hueso y espíritu en perfectas estatuas de marfil sin que se deterioren ni envejezcan. Ahí está el truquito. ¿Quién lo logra?

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Fernando Cadavid Correa
Fernando Cadavid Correa

Consejero en Adicciones y Educación Emocional y Columnista


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