cabeza

Con cabeza fría (I)

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El acuerdo alcanzado en La Habana entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc debe ser revisado con toda ponderación y objetividad, lejos del fragor de las disputas políticas e ideológicas. No podemos reducir esta discusión y convertirla en una contienda que pretenda arrojar unos vencedores y unos vencidos. Debemos ser analíticos y racionales, para tratar de entender el alcance de lo firmado, y, en consecuencia, votar de manera positiva o negativa el plebiscito en ciernes.

Ni los que quieren el “Sí”, van a entregarle el país a la subversión, ni los que están por el “No” tratan de prolongar la guerra. Los de las Farc han de estar muertos de la risa: mientras la gente de bien se destroza por la polarización, ‘Timochenko’ y sus camaradas aguardan plácidamente, al ritmo de las olas, al son del bolero, en medio de mojitos y santeros. No está mal que la gente quiera la paz haciendo concesiones, pero no es menos válido que otros busquen justicia y reparación, como consecuencia de una desmovilización.

Dicho lo anterior, procedo a señalar mi punto de vista general sobre el mentado acuerdo, en el que hay muchos espacios gaseosos y retórica, y poco de concreción. Lo cual, de entrada, es peligroso. Esta es la primera de varias entregas sobre el tema: un asunto tan denso y espinoso no puede despacharse en una sola columna. Difícil, aún más, para el ciudadano de a pie, comprender semejante galimatías jurídico-social-político de 297 páginas. Lo importante, al final, es que la gente vaya a las urnas sabiendo con certeza lo que vota. Borregos y “ganchos ciegos” le hacen flaco favor a la democracia. Hay que tomarse el trabajo de informarse correctamente.

Lo primero que debo decir es que estoy de acuerdo con la entrega de curules y la participación política de las Farc. Ir al Congreso debería ser considerado una pena alternativa: trabajar en semejante circo ha de ser un verdadero castigo. No le veo lío al subsidio para los desmovilizados por parte del Estado, ni tampoco a la adjudicación de medios de comunicación al grupo guerrillero: con tanto periodista “enmermelado”, a lo mejor las Farc resultan más objetivas. Tampoco me trasnocha el indulto que les otorgarán. Lo que me preocupa de verdad es lo siguiente: 1. El cuerpo de seguridad y protección integrado por personal de confianza de las Farc. En la práctica siguen armados, esta vez amparados por la Constitución y la Ley. 2.Las zonas de reserva y circunscripciones especiales. Da la impresión de que, tal como estas quedaron concebidas en el acuerdo, las Farc se hacen a varias repúblicas independientes, en las que serán señores y dueños. 3. El Tribunal de Paz, que merece mención aparte.

El tal Tribunal de Paz suplanta a la justicia colombiana; eso es innegable. Bien habría podido la Corte Suprema desarrollar esa labor. Quiero de corazón estar equivocado, pero presiento que dicho organismo no solo aplicará la justicia transicional a los desmovilizados (algo con lo que concuerdo plenamente), sino que, además, será el instrumento para perseguir a los enemigos históricos de la subversión. Extranjeros y nacionales adeptos a las Farc administrando justicia, sin respeto por la cosa juzgada, es un escenario que resulta apocalíptico. Seguiré leyendo y analizando.

Por Abelardo De La Espriella

abdelaespriella@lawyersenterprise.com 

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