¿Cuál verdad?

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“Yo hoy estoy de fiesta porque las Farc constituyeron su partido político. No solo respeto, comparto sus principios. Buen camino”, escribía en su twitter la comisionada Lucía González, aplaudiendo la fundación del partido de las Farc.
La Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, otra de las figuras veneradas por la izquierda, hizo su debut con gran despliegue mediante unas imaginativas tarjetas de invitación, que incluían un espejo. Así, al abrirla, ¡nos miramos la cara y nos enfrentamos a nosotros mismos, para decir la verdad!
A partir de este simbólico lanzamiento esperan, dentro de tres años, entregar el informe final sobre lo ocurrido en el “conflicto” con las Farc.
Parece un chiste, pero Colombia, que vive atrapada por la telaraña comunista, aún escribe y reescribe su historia, pero de la mano de quienes conviven con la barbarie disfrazada de delito político.
La Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, el Centro Nacional de Memoria (o amnesia) Histórica, la Unidad de Análisis y Contexto de la Fiscalía, los 33 tomos de la Unidad de Justicia y Paz… ¿y aún no terminamos por saber que nos pasó?
Lo que sí es muy curioso, es que aquellos que dicen defender a los pobres, no se sonrojan con la administración de presupuestos abultados donde pelecha su burocracia “derecho-humanitaria”, con una Jep de 200 mil millones (la partida más cara después que su directora, Patricia Linares, le ganara el pulso al ex secretario ejecutivo Nestor Raul Correa). Y la presente Comisión de la Verdad no se queda atrás, pues funciona con 140 personas y un presupuesto de más de $80.000 millones.
Encabezada por el cura Francisco de Roux, que en un video viral en redes manifestaba su “admiración” por los elenos, esta entidad es una creación de la mesa de La Habana con once “comisionados” -ninguno víctima de las Farc ni representante de alguna organización de víctimas de las Farc-, a cargo de nueve regiones y dos áreas temáticas, cuyo mandato es “explicar a los colombianos lo sucedido durante 50 años”. Como si fuéramos idiotas.
El resultado: un organismo sin garantía de imparcialidad, una burla más a las víctimas y la punta de lanza a la reedición de la “verdad”.
En el entretanto, miles de hombres que dieron sus vidas por la libertad, héroes anónimos, torturados y desaparecidos, serán intencionalmente enterrados en el olvido y otros, los que sobrevivieron enfrentando la barbarie, quedarán dibujados como responsables de culpas inexistentes, para apabullarlos moralmente.
En Perú, también fueron seleccionados comisionados arbitrariamente, hubo equiparación injusta de quienes combatieron el terrorismo con los que atentaron contra los derechos humanos de toda la sociedad, injuriaron a autoridades civiles, militares y de policía, omitieron las raices ideológicas del terrorismo genocida, elevaron la delincuencia a status político y difundieron toda clase de mentiras, amparados en “el contexto de la lucha armada”.
Al menos allá sometieron a Sendero Luminoso y a su cabecilla Abimael Guzmán, preso de por vida.
Acá, en el país del sagrado corazón, el Acuerdo de la Habana sigue su  implementación con figuras como la de esta Comisión, que en tres años nos traerá como “producto de la paz” la inversión de la verdad y la victoria del engaño. Y, seguramente, el siguiente gobierno creará otra figura que nos siga enseñando, a través de millonarios contratos, por qué siguen las Bacrim, por qué las disidencias son o no son de
las Farc y por qué los elenos merecen gobernar.
Bogotá, Diciembre 2018.
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