Fuegos artificiales para tapar cochinadas

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El Presidente de la República Juan Manuel Santos anda azarado y con razón. Él, más que nadie, sabe lo que “le viene pierna arriba” con el imparable y cada vez más sorprendente escándalo de Odebrecht.

Se calcula que el monto del “Robo a Colombia” pagado anticipadamente por la firma brasilera en coimas y sobornos para asegurarse multimillonarios contratos de infraestructura,  supera los 50 millones de dólares. Y  dichos pagos se hicieron con dineros del erario colombiano, reciclados a través de un carrusel de contratos meticulosamente montado en el que cayó hasta el Banco Agrario que terminó capitalizando a los refinados “bandidos”. Entre los receptores de estos dineros aparecerán siete reconocidos senadores encargados de tramitar y hacer lobby  a quienes la “mermelada” les llegó Vía Odebrecht.

Ante el sofoco que le produce el descomunal escándalo,  el gobierno cambia de agenda con el país y presenta una reforma política calificada de innecesaria e  inoportuna que solo pretende distraer a la opinión pública.

Hace pocos días el Presidente Santos citó con urgencia  a los directivos y congresistas del Partido de la U, para pedirles trabajar en acercamientos con otras colectividades y arrancar la defensa de su gobierno en el Caso Odebrecht. Allí  se planteó la posible extradición a Estados Unidos de Otto Bula, el socio de los Ñoños, Elías y Besaile, sus lugartenientes políticos en la Costa Atlántica. Extrañamente el asunto está tomando rumbo diferente al judicial  y los  presuntos punibles  en proceso de confirmarse, se diluyen.

Lo que viene se sabe. El gobierno y los medios de comunicación que le sirven, comenzarán a bajarle el volumen al escándalo de Odebrecht para alentar el debate público de las reformas constitucionales que según el Ministro del Interior Juan Fernando Cristo,  acabarán por la vía rápida con la vicepresidencia de la república, retomará la figura decorativa del designado, extenderá  a cinco años el periodo presidencial y  “unificará” los periodos del “Procurador, Fiscal, alcaldes,  gobernadores y Presidente”. Y no falta la propuesta reguetonera: Bajar a 16 años la edad para votar. Otra tendenciosa como modificar la circunscripción nacional de Senado y establecer temporalmente el Voto Obligatorio.

No cabe duda que este es un espectáculo de fuegos artificiales, típico recurso populista, para poner al pueblo colombiano a mirar las nubes mientras los buitres terminan de engullir la carroña de los descompuestos cuerpos de la institucionalidad y aseguran sus botines para “volar”.

En conclusión, vuelve y juega. Ahogado en escándalos de corrupción el gobierno acude al manoseo de la Constitución Política y la muletilla de la paz, este última que le permitirá de nuevo  amenazar y sindicar de enemigos y traidores de la patria a quienes no le apoyan sus exóticas iniciativas.

La paz, se confirma, queda ratificada como un medio para tapar la corrupción y  los pésimos gobiernos, no como un fin supremo, que debe serlo.

Por Fernando Ortiz Alvear

Periodista y abogado especializado en Derecho Constitucional

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