Samper y Serpa, el dúo maligno

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Ernesto Samper y Horacio Serpa son dos políticos de ingrata recordación para el pueblo colombiano: uno de los periodos más oscuros, vergonzosos y aciagos de la República, el proceso 8000, se produjo, en gran medida, como consecuencia de la falta de escrúpulos del expresidente de marras y de su escudero de cabecera, a la sazón Ministro de Gobierno. La campaña a la presidencia de Samper fue financiada por el cartel de Cali. Eso es un hecho probado, y, aunque el exmandatario insista en que todo fue a sus espaldas, para nadie con tres dedos de frente es un secreto que Samper y su círculo cercano tenían perfectamente claro que la plata con la que le robaron la Presidencia a Andrés Pastrana estaba “más sucia que un rancho solo”, como dice el vallenato.

A pesar de la preclusión con la que fue cobijado en su momento, gracias a los “buenos oficios” de un político cordobés, también impresentable, llamado Heyne Mogollón, Samper será considerado por la conciencia colectiva de nuestra sociedad, hasta el último de sus días, culpable de haber recibido recursos ilegales de una organización criminal, la peor del mundo por aquellos tiempos. La gente no es tonta y sabe perfectamente que una suma de dinero tan alta como la que entró en la campaña de Samper es imposible que pase inadvertida para el candidato, porque, entre otras cosas, nada gana quien soborna, si el sobornado no se entera.

Parece ser que haber “capado cárcel” le prodigó al señor Samper Pizano la patente de corso necesaria para opinar sobre lo divino y lo humano: no hay tema vedado para el expresidente, pues funge como una especie de oráculo que todo lo sabe y todo lo puede. La cuerda le dio hasta para ser secretario general de UNASUR, impulsado por nuestro nobel presidente Santos. De liberal convencido, pasó a ser izquierdista de ocasión. Samper es un caradura que cree que los demás somos tontos y que no tenemos memoria.

“Invito a Pastrana y a Uribe, a que se presenten a la JEP” es la más reciente “perla” de Samper, haciendo gala del cinismo proverbial que lo caracteriza. Si alguien debe concurrir a un tribunal, es él. Se me ocurre, por ejemplo, que podría renunciar a la prescripción para que se investigue su conducta en torno al magnicidio del doctor Álvaro Gómez Hurtado. Ahí si no dice nada el fariseo de Samper, pues, al igual que Serpa, tiene muchas cosas que explicar en ese sumario.

Por otra parte, esta semana trascendieron en los medios de comunicación varias grabaciones que dejan al descubierto la estrategia torticera implementada por Serpa y su grupo político, para evitar la revocatoria del cuestionado alcalde de Barrancabermeja, ciudad de la que es oriundo el senador. En dichas interceptaciones de la Fiscalía, se aprecia la configuración de por lo menos tres delitos, a saber: concierto para delinquir, tráfico de influencias y constreñimiento al sufragante.

Samper y Serpa han caminado de la mano, burlando a la ley y haciendo de la política una cloaca pestilente. Por eso no es casualidad que se hayan reunido recientemente en torno a la candidatura presidencial de un individuo no menos siniestro que ellos: Juan Fernando Cristo. “Los burros se buscan para rascarse”, dicta el aforismo popular. 

Ya va siendo hora de ponerle coto a esos individuos que han hecho de la actividad política un oficio envilecedor, que denigra del sistema democrático de la Nación. Ojalá la justicia actúe en consecuencia y le ponga jáquima al potro de la impunidad sobre el que han cabalgado Samper y Serpa durante cuatro décadas.

La ñapa I: Que Santos diga que es inaudito que los terceros no puedan ser procesados por la JEP es una prueba más de que lo que el régimen y la guerrilla pretenden constituir es un tribunal de la venganza.

La ñapa II: Los medios tradicionales de comunicación han entrado en pánico, por el creciente éxito de los medios alternativos: no soportan perder el control y el monopolio de la información.

La ñapa III: Timochenko: “Siempre el narcotráfico ha sido enemigo de la insurgencia. Ser narcotraficante es la máxima expresión del capitalismo”. ¡A otro perro con ese hueso, “camarada”!

Por: Abelardo De La Espriella

abdelaespriella@lawyersenterprise.com

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Abelardo De La Espriella
Abelardo De La Espriella

Abogado y Columnista


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