Por Édgar de Castro. El Alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, como todo lo de él, salió en la mañana del martes, precipitadamente, y como perro de presa, a cuestionar por enésima vez la honorabilidad del empresario Tomás Uribe Moreno, hijo del ex presidente Álvaro Uribe Vélez, formulándole a través del Twitter preguntas malintencionadas sobre la supuesta aparición de su nombre en la lista Falciani, una lista de evasores de impuestos del Banco HBSC.
Al tiempo que Petro, irracionalmente, por Twitter, provocaba esa confusión perversa, el periodista investigador Carlos Eduardo Huertas, quien desde siempre es experto en el tema, desmentía categóricamente la afirmación que en formato de pregunta falaz pregonaba el alcalde Petro.
“Tomás Uribe no aparece en la lista que tenemos. En los doscientos ochenta y seis casos relacionados en el país no está su nombre. Tiene que existir una mala interpretación del tema”, declaro Huertas a medios locales.
Esta aclaración fue ratificada por el propio Tomás Uribe, quien negó que su nombre y el de su hermano Jerónimo, estuviesen en la lista de evasores.
Petro, que nunca reconoce sus embarradas, arrogante, no quiso entender la aclaración del periodista Huertas y siguió utilizando la red social para denigrar, sin argumentos reales, ni pruebas, la dignidad de los hijos del ex presidente Uribe.
Ante esta otra salida irresponsable del Alcalde de Bogotá, propia de él, de su adn, uno se pregunta si es que en el Palacio de Lievano no hay alguien que se atreva a decirle que, en lugar de estar asechando a sus contradictores políticos, comprenda que fue elegido para administrar la ciudad más importante del país.