‘CADUCAR UNA OBRA DE ESA MAGNITUD ERA CORRER RIESGOS MUY GRANDES’.
La noticia de que el contrato del túnel de La línea fue caducado es un garrotazo tremebundo a la economía nacional y un golpe siniestro contra el puerto de Buenaventura.
La posibilidad de que el túnel de La línea fuera una realidad en poco tiempo, con demoras y problemas, acaba de derrumbarse y los exportadores colombianos, los que hicieron cuentas alegres pensando que el trayecto Llanos Orientales-Bogotá-Buenaventura iba a acortarse, pueden ir cambiando de objetivos.
Caducar una obra de esa magnitud era correr riesgos muy grandes, el primero: jurídico.
Lo repetido en estos casos es que el constructor acuda a todas las protecciones que le da la ley y eso, en nuestros tribunales contenciosos, se prolonga en el tiempo. Dicen que ocho años por lo menos.
Lo segundo es técnico. Mientras la demanda esté vigente y no se haya fallado, el Estado no puede meter la mano en la obra pues las leyes así lo exigen y, como tal, el proceso tendrá el túnel llenándose de murciélagos y desmoronándose y toda la obra que se haya realizado hasta este momento corre el peligro de volverse un elefante blanco.
Cualquiera que hayan sido las razones de esta determinación, justa o injusta, equivocadas o acertadas, fruto de pasiones recónditas o de actitudes napoléonicas, las consecuencias en el futuro son previsibles.
El tráfico de salida o entrada de mercancías ya no será por Buenaventura y cada vez lo será con mayor facilidad por los puertos de la Costa Atlántica que tendrán grandes autopistas sin túneles ni montañas.
Esa es Colombia, señor Char.