Los padres no se atrevieron a retirar los cadáveres de sus hijos del lugar de ejecución por temor a ser también asesinados.
Hace una semana, trece adolescentes de Mosul se reunieron clandestinamente en un discreto local para ver un partido de fútbol en el que se enfrentaban las selecciones de Irak y Jordania. Pero, pese a las precauciones inicialmente adoptadas, el volumen excesivo del receptor de televisión o el ruidoso entusiasmo de los jóvenes pronto alertó a los elementos de Estado Islámico, que ya ha habían advertido a población de la condición maléfica de los deportes, según informó Minutodigital.com de España.
Los terroristas de Estado Islámico, que no tardaron mucho en personarse en el lugar de la reunión clandestina, detuvieron a los infractores y los arrastraron hasta una plaza, donde fueron acusados públicamente de haber violado la Sharía. Luego, se les dio muerte con una ametralladora.
Los cadáveres permanecieron largo tiempo expuestos a la curiosidad del respetable, porque los padres de los ajusticiados, temiendo ser igualmente víctimas de la cólera de los verdugos, no se atrevieron a retirar los cuerpos de sus hijos.
