El 5 de mayo de 2003 fueron asesinados, a sangre fría, el entonces Gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria Correa, y su compañero, el exministro de Defensa, Gilberto Echeverri Mejía, quienes salieron en busca de diálogos de paz en su departamento con las Farc y lo que encontraron fue la muerte por parte de esa cruel guerrilla.
Gaviria y Echeverri, fueron masacrados por ese grupo violento, junto con ocho soldados del Ejército Nacional.
Ambos habían sido secuestrados por el frente 34 de las Farc el 21 de abril de 2002, mientras se adelantaba una de marcha de la «Noviolencia», que fue una bandera tomada por Gaviria y Echeverri para emprender una carrera por la paz en Antioquia, especialmente con esa organización armada ilegal.
Luego de 13 meses de cautiverio Gaviria y Echeverri, fueron ajusticiados, como es constumbre del movimiento rebelde, durante un intento de rescate por parte de las Fuerzas Militares colombianas.
Van 16 años de impunidad y los jefes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) gozan de una vida placentera con grandes caravanas de escoltas, salarios del Estado y curules en el Congreso de la República, sin ser investigados seriamente, porque no han sido juzgados por ninguno de sus crímenes, ni han pagado un solo día de cárcel por sus incalculables delitos.
La Justicia Especial para la Paz (JEP) debería encargarse de hacer justicia en este caso, pero no toca el tema.
