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mario arias gómez

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I

nvadido por un sentimiento de pesar, tristeza y dolor, con profundo pesar registro la noticia del fallecimiento de la querida paisana, excepcional, extraordinaria vecina, CARMEN EMILIA TORO BETANCUR, quién con su esposo, el muy recordado FRANCISCO RAMÍREZ (cariñosamente recordados como Kiko y Mila), conformaron una ejemplar, insuperable, simpática, amistosa familia, vecina de la nuestra, formada por una pollada de diez espléndidos, loables, magníficos hijos -Gilma, Elcy, Dinora, Ligia, Clara Elena, Gilberto, Darío Antonio, Duván Antonio, Ramón Oscar, Pedro Nel, 27 nietos, 42 bisnietos.

Inigualable, misericordioso valor humano de la que nos queda la envidiable, hermosa, noble remembranza de su austera, sencilla, virtuosa, íntegra vida, digna del perenne aplauso de nuestros correligionarios de la patria chica, y de quienes, como nosotros -colindantes- le guardamos imperecedera admiración, entrañable e inmenso afecto, ganados por su preclara existencia, sentimiento extendido de corazón a los suyos.

No sé si estas afables, deshilvanadas, dolidas, elementales, espontáneas, rendidas, sinceras palabras, alcancen o logren apaciguar -en algo- el dolor de su ausencia, especialmente la de la precitada descendencia.

Emocionado asumo la vocería de los paisanos, que me incitan a cumplir con el deber ciudadano de rendirle -en nombre de ellos, de los ARIAS GÓMEZ-, un abierto, caluroso, franco, genuino, leal, sentido homenaje, que gustoso tributo como signo de eterna gratitud y reconocimiento; obligante despedida, inmersa en una silente oración de mística tristeza.
Hoy, en esta apesadumbrada, doliente, quejumbrosa ceremonia, los múltiples, nostálgicos recuerdos atropellan mi mente, entrecortados por las lágrimas, como advertencia de lo punzante que es la partida física de CARMEN EMILIA, la amorosa madre, fiel esposa, pródiga abuelita, manirrota bisabuelita, original ser humano, amada, venerada, paradigma de virtudes. Su recuerdo se prolonga -para satisfacción y para siempre- en nuestras vidas, la de todos los que hoy le damos el último adiós.

Vayan estas deshilvanadas, sentidas letras, inevitablemente accesorias, secundarias, como testimonio de la admiración que invariablemente le profesó mi familia, la sociedad pensilvense entera.

Desde la lejanía, le doy a los RAMÍREZ TORO, a nombre de los míos, sentidos abrazos de condolencia virtuales, que no por ello, son menos afectuosos. La pérdida de su mamacita, es un dolor muy grande, compartido por los muchos que aprendimos a quererla, valorarla, especialmente por quienes recibimos imperecederas, inolvidables lecciones de bondad, fe y optimismo, compartidos a lo largo de los años.

No puedo dejar de agradecer a la vida, y -por sobre todo-, dar testimonio -como retribución-, del privilegio de haber recorrido conjuntamente con ese ser excepcional que nos deja, cargada de virtudes que la hicieron descollar en el solariego terruño, ¡PENSILVANIA!, en todo el tramo del camino, acicalado de apacibles, gratas, perfumadas reminiscencias.

Cuando el olvido nos haya enterrado, sus apreciables hijos, nietos y bisnietos, saben, sabrán del profundo amor, cariño y respeto que le profesamos, guardamos, que sentimos -igualmente- por la incomparable, insomne, beneficiosa, meritoria, productiva, valiosa madre -humana, corriente- que les dio la vida, guio, orientó como personas de bien, y que los acompañó, protegió en el largo trayecto de un siglo.

Que Dios le dé el descanso eterno que tiene reservado para las almas, buenas, justas, bondadosas.

“REQUISCAT IN PACE»

mario arias gómez
Bogotá, 10 de junio de 2020

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Abogado, periodista y escritor


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