El Contralor Felipe Córdoba sí «es el pollo» para frenar la corrupción en Cartagena

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Por Eduardo Padilla Hernández y Sixto Alfredo Pinto.

Cada vez se revelan más detalles de lo que está pasando en el Distrito de Cartagena, con relación a su alcalde William Dau, quien, tal vez, está basado en lo que una vez dijo Álvaro Gómez Hurtado, refiriéndose a la justicia colombiana: “El Poder Judicial parece haberse pasado al bando de los delincuentes”.

Quizás partiendo de este enunciado, el mandatario de la Ciudad Heróica continúa realizando la feria de contratos a pesar de que él es consciente de que está presuntamente incurriendo en prevaricato.

El gobernante local sigue montado en su carrusel de la contratación de mercados, pruebas Covid-19 y demás elementos de salud, con la papelería Veneplast y con Ventas Distribución y Marketing Ltda, sin sentir el menor temor y desafiando la justicia y los organismos de control, quizás porque él cree que la mayoría de funcionarios que trabajan en esas entidades del Estado tienen rabo de paja.

Si a pesar de todos los escándalos, Dau sigue confiado como un león es porque él ignora que Felipe Córdoba, el nuevo Contralor General, es aficionado a la música vallenata y conoce la trayectoria del juglar Abel Antonio Villa, quien en una de sus canciones dice: “El que no conoce el tema sufre de engaño, pero yo, como lo conozco, soy mucho gallo”, y tal parece que él está dispuesto a enfrentar a los corruptos en cualquier gallera.

Felipe Córdoba, quien contrario a lo que hacía Edgardo Maya, sí está actuando porque, como hemos observado, es un funcionario que verifica incluso lo que hacen sus agentes o delegados, por sí las dudas, porque dentro de su equipo aún queda gente de Maya.

Por eso, el país confía en el nuevo Contralor General de la Nación, que no en vano tiene el nombre del castillo de San Felipe de Barajas. Y a Dau, aunque es gallo viejo y “re-jugado”, no le será fácil enfrentarse al pollo contralor, que salió al ruedo con las espuelas de la integridad bien afiladas.

O tal vez Dau es religioso y está confiado en lo que dijo Cristo: “Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Y como tratándose de corrupción casi nadie está libre, el burgomaestre de la amurallada sigue en su ruta de ganancias deshonestas, porque él ignora que hay unas nuevas políticas de control dispuestas a frenar las ansias de llenarse sus bolsillos a costa del pueblo cartagenero que está confinado, con hambre y, además, es víctima de la corrupción que le está vulnerando el derecho a la salud.

Ya la Contraloría, mediante investigaciones, tiene conocimiento de que Veneplast, la razón social que ha venido contratando con la alcaldía, corresponde a una papelería; por esa razón no es una empresa apta para trabajar con alimentos, y que además le suma presuntos sobrecostos a los suministros.

El ente de control también conoce que la otra empresa con la cual ha suscrito contratos la alcaldía de Cartagena es Ventas Distribución y Marketing Ltda., que también le suma presuntos sobrecostos a los suministros de 10 mil pruebas rápidas por valor de 725 millones de pesos, entre otros contratos.

Pero el problema que impedía llevar a cabo una investigación exhaustiva radicaba en que nadie estaba en condiciones morales para ponerle el cascabel al gato, y eso lo sabe el alcalde Dau, que por obvias razones sigue campante con sus contratos, porque quizás ha leído al Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha que, con gran desparpajo y sin ambages, dice: “Sancho, si los perros ladran es porque vamos caminando”, pero Dau no entiende que Don Quijote no representa a la corrupción sino al extraño mundo de las cosas correctas.

William Dau, alcalde de Cartagena.

Por otro lado, misteriosamente los concejales de La Ciudad Amurallada, después de cacarear tanto, y como dice el tango La Cama Vacía, “guardan un silencio sepulcral”.

Así las cosas, a través de un oficio, el órgano de control decretó apertura de la investigación, pero Dau sigue creyendo que como ya era costumbre, la investigación no va a llegar a ninguna parte.

La Fundación Cívica por Cartagena (Funcicar), en varias oportunidades ha alertado a los entes de control sobre las presuntas anomalías en los contratos suscritos entre la alcaldía de Cartagena y las empresas Veneplast y Ventas Distribución y Marketing Ltda.

Pero el pueblo cartagenero confía en que ya no va suceder lo mismo que las investigaciones realizadas a contrataciones similares en la alcaldía de Montería, La Fuerza Aérea Colombiana y La Dirección General de Sanidad Militar, que no tuvieron resultados satisfactorios, a pesar de que se comprobó que algunas propuestas no cumplieron con los requisitos exigidos, pues varias empresas no tenían la capacidad financiera, el objeto social de otras firmas proponentes no tenían relación con el tipo de insumos que se debían adquirir y, además, hubo fallas también en los tiempos de entrega.

Por estar creyendo que las cosas son como antes, el alcalde del corralito de piedra, William Dau, no le para ni cinco de bolas a las investigaciones que buscan encontrar presuntas incoherencias en los contratos suscritos entre la Alcaldía de Cartagena y las citadas empresas.

Mientras tanto, el pueblo cartagenero, que es el mayor contribuyente, el que paga los impuestos, el que pone y quita alcaldes y concejales, y con sus impuestos les paga los sueldos a los funcionarios públicos, es el único que sale mal librado por causa de todos los hechos de corrupción que acontecen en la alcaldía del distrito de Cartagena de Indias.

Este pueblo sufrido tiene ahora la esperanza de que la Contraloría General de la Nación, en cabeza de Felipe Córdoba, con las nuevas políticas de vigilancia, revisión e intervención, demuestre, con hechos contundentes y definitivos, que tiene una nueva actitud de lucha frontal contra la corrupción, no sólo en Cartagena, sino también en todo el territorio nacional.

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Eduardo Padilla Hernández
Eduardo Padilla Hernández

Abogado, Columnista y Presidente Asored Nacional de Veedurías


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