Enrique Gómez

«El asesinato de Álvaro Gómez fue una determinación del “régimen”: Enrique Gómez en su última entrevista

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Abogado, político retirado y economista, Enrique Gómez es hijo del Presidente colombiano Laureano Gómez y hermano de Álvaro Gómez, quien fuera asesinado en el año 1995 por la narcopolítica, tal como denuncia en esta entrevista. Ligado a la Universidad Sergio Arboleda, que fundara su hermano asesinado,  ha sido durante muchos años senador colombiano por el Partido Conservador de este país y asegura que si fuera español sería miembro del Partido Popular. Se considera católico practicante y ha dicho que va a dedicar los últimos años de su vida al esclarecimiento del crimen de su hermano y a desenmascarar a los ejecutores y a los autores intelectuales del mismo. Ya ha publicado un libro sobre este asunto (¿Por qué lo mataron?) y, paradójicamente, es junto con su hijo uno de los pocos procesados en este caso por «injurias» y «calumnias». En esta entrevista, que no tiene desperdicio por sus denuncias, se nos muestra como un hombre lúcido, capaz e inteligente.

Enrique Gómez Hurtado

Por Ricardo Angoso.

EL LEGADO DE LOS GÓMEZ

Ricardo Angoso (R.A.): ¿Qué legado ha quedado en la política colombiana de los Gómez, especialmente del Presidente Laureano (1950-1953)?

Enrique Gómez (E.G.): Fueron cincuenta años de presencia ininterrumpida, en el caso de Laureano Gómez, en la vida política de Colombia a todos los niveles. Yo creo que de su legado se puede decir que es un talante, que es una manera de ser que no necesariamente implica un proceso racional previo; la gente es de buen o mal talante. Talante es una forma de ser, revolucionaria o conservadora, algo que tiene ver con un resultado psicopático, como el que nace de izquierdas o de derechas. Tiene mucho que ver con la psicología, con la genética, es una forma de entender un mensaje y de posicionarse en la vida, y explica lo que es la derecha y la izquierda desde los tiempos de Mario y de Sila, en la época romana.

Laureano Gómez era renacentista al estilo de la contrarreforma, católico, conservador, gran retórico y hombre de una gran formación, habiendo sido un gran escritor que construía edificios políticos e intelectuales con una gran lógica interna muy fuerte. Fue una gran figura histórica de la Colombia de su tiempo y la historia lo recordará así, al margen de que se coincida o no con sus planteamientos.

R.A.: ¿Cómo juzga su presidencia, la de Laureano, que fue tan decisiva y que dio paso a una dictadura, la de Rojas Pinilla?

E.G.: Laureano llegó al poder tras la crisis del 9 de abril de 1948, el famoso “Bogotazo”, que no fue más que un ataque brutal del comunismo contra Colombia en plena Conferencia Panamericana y de donde resultó un país roto, completamente fracturado. Incluso en ese ataque se contó con la presencia de Fidel Castro en la capital colombiana. El Partido Liberal intentó acceder al poder por la fuerza tras esa crisis y esa fuerza se le añadió una contra fuerza, que es la que posibilitó la llegada al poder de Laureano Gómez. Su primera época fue espectacularmente buena, hubo un gran desarrollo. Pero Rojas Pinilla aprovechó un momento de debilidad, la enfermedad de Laureano, para dar el golpe de Estado de 1951 y comenzó nuestro destierro por unos años hasta que el país se normalizó. La imagen de Laureano es muy parecida a la Cánovas del Castillo en la historia de España, una forma de interpretar el mundo, y son figuras que se convierten en adjetivos calificativos. Estuvo cincuenta años en la vida política de Colombia, como después su hijo Álvaro Gómez, que también estuvo otro medio siglo en la política y el periodismo colombiano hasta que fue asesinado.

R.A.: ¿Cómo analiza la crisis grave que sufre el Partido Conservador, donde su familia y el propio Laureano Gómez tuvieron un gran papel, y a qué se debe?

E.G.: No es una pregunta fácil de responder, pero creo que esta crisis se debe a varios elementos y a una falta grave en su dirigencia; la calidad de los dirigentes es un factor esencial, sobre todo en el caso colombiano. En Colombia nunca ha habido partidos políticos, sino que ha habido partidarios. También en España, en el siglo XIX, nunca hubo partidos políticos, sino partidarios. Creo que partidos políticos, en el sentido clásico de la palabra, solo ha habido en España tras la muerte de Franco. El partido permanece pero los líderes pasan. Eso es un partido. Aquí lo que hay son partidarios de tal o cual caudillo, como ha ocurrido con Uribe y el Partido de la U. Se crean partidos en función de un liderazgo determinado, como pueden ser ahora el de Santos o el de Vargas Lleras, pero no tienen un valor institucional y no tienden a permanecer. El Partido Conservador, como el Liberal, era muy fuerte, con grandes caudillos, y quizá este esquema caudillista ya no funciona en la Colombia de ahora. Aquí no creo que se hayan acabado los partidos, sino los grandes caudillos que los lideraron en un momento histórico determinado. Álvaro Gómez ya había dicho que había más conservatismo que Partido Conservador y con Álvaro Uribe se asentó este esquema, estas ideas conservadoras.

R.A.: ¿Por qué este fracaso histórico de la izquierda en Colombia?

E.G.: Aquí hubo comunismo, guerrillas y sindicatos, tuvimos de todo. Pero el comunismo de aquí era revolucionario. Lo que ocurría es que el liberalismo en Colombia era un gran Leviatán que absorbía todo y lo digería. Hubo líderes izquierdistas, caudillistas en todo el sentido de la palabra, como Gaitán, que había simpatizado con las ideas fascistas y utilizaba al populismo. Incluso simpatizaba con Mussolini y utilizaba uniformes. Izquierda, propiamente dicha, no ha tenido una forma clara, quizá por eso que le explicaba antes de que no hay partidos organizados. La izquierda en Colombia ha sido una aptitud, un talante, una forma de entender la vida, que si no se organiza de una forma concreta no tiene dónde ir. Además, haber estado en primera línea durante la Guerra Fría, teniendo dentro a grupos revolucionarios de talante comunista, ha hecho que los colombianos sean conservadores y desconfíen de estas vías violentas. El conservatismo está ahí frente al liberalismo izquierdista, que podrían haber representado los Vargas Lleras en su momento.

EL ASESINATO DE ÁLVARO GÓMEZ

Enrique Gómez Hurtado
Álvaro Gómez Hurtado

R.A.:¿En qué cree que va a quedar el crimen impune de Álvaro Gómez?

E.G.: Lo que hemos encontrado aquí desde un principio es un enredo que no conduce a ninguna parte. Pero sí algo queda claro es que fue un crimen de Estado. Alvaro Gómez estaba denunciando, de forma muy clara, la connivencia y el pacto del presidente Samper con la mafia para lograr su elección, que finalmente logró. Ese hecho, en sí mismo y reforzado por una coyuntura política muy delicada, colocó a Samper en una situación de una obligatoria renuncia. El día en que Álvaro fue asesinado teníamos una comida para vez qué hacíamos ante el momento tan difícil que estábamos viviendo, qué opciones teníamos y podíamos tomar en el caso inminente de que Samper renunciara, ese era el hecho concreto y de ahí devino el asesinato.  Eso fue así porque el gobierno resolvió que había que quitar del medio a alguien tan molesto como Álvaro Gómez. Hasta se utilizaron los mismos vehículos que se habían utilizado durante la campaña de Samper, la conexión era muy clara y todo encaja directamente a esa responsabilidad.

El argumento que le dieron a la mafia para matarlo era que Álvaro les iba a extraditar a todos si, de alguna  forma, llegaba al poder, que era necesario quitarlo del medio porque estorbaba y no olvidemos que era el momento en que toda la atención del momento estaba sobre el presidente Samper y su fiel colaborador Horacio Serpa, ya que tenían bajo  su responsabilidad el pacto con la mafia. El asesinato de Álvaro rompe esa atención hacia ellos, la desvía intencionadamente, aunque genera un gran movimiento de solidaridad nacional en todos los sectores. Pero el objetivo estaba ya conseguido inicialmente, ya que desvió la atención sobre Samper y sus relaciones con mafia. Desde ese día hasta hoy no hemos conseguido la ayuda de las instituciones del Estado que deberían haber contribuido a la investigación del crimen,  a desenredar la madeja, pero no fue así en su momento y esta impunidad dura hasta hoy. Han pasado siete fiscales generales y ninguno de ellos aportó nada y ayudó en la investigación. Algunos, tengo la impresión, porque tenían relación directa de algún de algún modo con el asesinato y otros porque cuando comienzan a investigar ven lo que hay detrás y prefieren no seguir en el caso. Ya que estamos ante un asunto de alta peligrosidad. Nunca hemos tenido realmente a un investigador que haya querido llegar al final del asunto, hasta tal punto que el proceso hoy suma la cifra de 150.000 folios. Luego hemos sufrido la rotación de los que tenían la investigación a su cargo, sin haberles dado tiempo siquiera a leer el expediente como puede entender, y llega otro que también es revelado después. Así llevamos, con esta rueda, veinte años. La investigación nunca llegó a nada, a pruebas o conclusiones decisivas. Y ahí estamos, incluso peor que antes, ya que el actual Fiscal es el peor que hemos tenido en estos años y su comportamiento es claramente obstruccionista, en el sentido que no quiere llegar al final del misterio, de resolver este asunto.

R.A.:¿Parece una suerte de conspiración, no cree?

E.G.:Pues es que el “regimen”, como le gustaba decir a Álvaro Gómez, que es un tinglado o una suerte de mafia que toma decisiones. Ya asesinaron en su momento a Luis Carlos Galán y también ocurrió lo mismo que con mi hermano: no hubo investigación. Fue otro crimen que quedo impune y la investigación, tras veinte años de engaños y confusiones, concluyó en nada.

EL NARCOTRÁFICO, SIEMPRE PRESENTE

R.A.: ¿Cómo están las cosas ahora con respecto al narcotráfico en el país?

E.G.: Ya han aprendido a blanquear el dinero y a no llamar la atención con sus gustos extravagantes y lujosos. La infiltración del narcotráfico en el país es sumamente profunda, en todos los órdenes y aspectos del país. Pese al Plan Colombia y a la intervención norteamericana, la influencia continuó en todos los sectores económicos y políticos, aun después de la salida de Samper del Gobierno. El narcotráfico tiene la capacidad de cambiar, de adaptarse a los nuevos tiempos.

Por ejemplo, es curioso que quien mató y dirigió las operaciones contra Pablo Escobar, el policía Danilo González, lo hizo por encargo de la mafia y luego él fue asesinado. Mató a Escobar por encargo de la mafia. Creemos que también estuvo detrás del asesinato de mi hermano Álvaro Gómez. Pero se inventó todo un cuento desde las altas instancias, sobre todo desde la policía, para desvirtuar el tema y distraer la atención acerca de los que verdaderamente eran los responsables intelectuales y los ejecutores de ese crimen. Practicaron el «desviacionismo» para dejar impune un crimen. El fin que se perseguía era que no se llegara al fin de la investigación y que se dilatara eternamente. Financiaron la campaña de Samper, pero con todo su dinero también compraron policías y militares. El problema, tal como denunció Álvaro Gómez en su momento y vuelvo a repetirlo, sigue ahí encima de la mesa, no ha cambiado nada; el «régimen» sigue intacto.

«El narcotráfico está muy especializado y tiene sus propias redes que se encargan de todo. Tenemos que pensar que es una organización muy poderosa, que tiene todo el dinero del mundo y que puede comprar a quien quiera»: Enrique Gómez.

Por eso, como el narcotráfico sigue presente y nadie puede acabar con este fenómeno delictivo, yo, como otros muchos, me he mostrado partidario de la despenalización de las drogas. Mientras las drogas sean ilegales, el narcotráfico seguirá siendo el negocio más grande de la historia de la humanidad. En cuanto se despenalicen las drogas, se acabó el negocio.

R.A.: ¿Y esa mafia que asesinó a su hermano y que estaba detrás de muchos crímenes en el país, cree que continuó durante el mandato de Uribe?

E.G.: Sí, tengo el convencimiento de que sigue estando ahí y actuando, antes, durante y después de Uribe. Mire, el asesinato (hace cuatro años) de dos jóvenes en la costa colombiana revela hasta qué forma sigue teniendo poder la mafia. Estos dos chicos se metieron imprudentemente en la zona que controla la mafia de la droga y desde donde se embarca hacia el exterior, en una playa abandonada del departamento de Córdoba. Y quien entran allá, los matan y punto. Es una zona controlada por la mafia y donde no puede hacer nada la policía, que apenas tiene fuerzas para controlar ese tráfico. Tienen lanchas, ametralladoras, dinero… y si llega el ejército, cambian de sitio y después vuelven.

«La infiltración del narcotráfico en el país es sumamente profunda, en todos los órdenes y aspectos el país»: Enrique Gómez.

El tráfico se realiza a plena luz del día y cuando cae alguna carga ellos mismos lo condicionan para ocultar el verdadero tráfico; dan de «comer» a la policía para que parezca que hacen algo. La introducción en el país fue total, sobre todo a raíz del Gobierno de Samper, en 1994. Ni siquiera la intervención de los Estados Unidos consiguió parar ese tráfico. Ahora, para superar los problemas que creó el control del tráfico aéreo por los Estados Unidos, lo que tenemos es un gran tráfico terrestre a través de nuestras fronteras y también el tráfico marítimo, al tiempo que se ha sofisticado el aéreo al utilizarse helicópteros que vuelan a baja altura y que eluden la acción de los radares. Se utiliza a veces una combinación de ambos medios, pequeños helicópteros que llegan hasta la costa y desde allí desplazan la mercancía a través de pequeñas embarcaciones y lanchas. Hubo, además, una clara colaboración del Estado, y yo diría que en connivencia, durante el Gobierno Samper. Nunca hubo tanta claridad para traficar y hacer este negocio que durante el ejercicio de ese Gobierno.

El narcotráfico está muy especializado y tiene sus propias redes que se encargan de todo. Tenemos que pensar que es una organización muy poderosa, que tiene todo el dinero del mundo y que puede comprar a quien quiera. Nunca existió una organización criminal más poderosa en la historia. Dicen que incluso «Cuchillo», por ejemplo, un líder de este mundo, tenía comprada a la policía. Luego estaban las conexiones entre el narcotráfico y el paramilitarismo, como demostraron las relaciones entre los hermanos Castaño y el tráfico de drogas.

R.A.: ¿No le parece paradójico que el fundador del régimen de la Constitución de 1991, Álvaro Gómez, comience a criticar lo que él llama el «régimen» y a crear una corriente crítica en torno a la lucha contra él mismo?

E.G.: El concepto del «régimen» no se refiere al Gobierno, sino al sistema político del país, que tenía mucho que ver con la naturaleza de quienes manejaban todo el entramado. Y todo esto tenía mucho que ver con la mafia, con quienes se habían acercado a Samper y manejaban todo. Era un sistema. Ese «régimen» ni siquiera permitía que sacáramos a la calle un libro que habla de todo este asunto y de quien está detrás del asesinato de Álvaro Gómez. Pero seguiremos en la lucha para que se esclarezca la verdad. Ya hemos conseguido sacar ese libro y denunciar muchas de las cosas terribles que han sucedido en nuestro país.

LOS ESCRITOS DE ÁLVARO GÓMEZ CONTRA EL «RÉGIMEN»

R.A.: ¿Cree que lo que escribió Álvaro Gómez en los días previos a su asesinato, criticando al Gobierno de Samper y su corrupto «régimen», tuvieron algo que ver con su muerte?

E.G.: Estoy seguro de que estos escritos fueron la causa de la muerte de Álvaro Gómez.El Gobierno de Samper se tambaleaba profundamente, con una oposición generalizada y actuando en todos los órdenes. El país se estaba hundiendo en la ignominia y el gobierno del «régimen» estaba terminado, necesitaba crear movimientos de distracción. Y, evidentemente, Samper estaba preocupado. Por ejemplo a mí me trataba abiertamente como el jefe de los «conspi», de los conspiradores, está claro. Yo quería tumbar al Gobierno abiertamente, como tantos otros, a través de las instituciones y utilizando los cauces políticos, pero Samper se inventó la «conspiración». Entonces, la mafia creyó ver en Álvaro Gómez, como también el círculo corrompido que estaba con ella, un peligro para sus intereses. El mismo día que lo mataron se iba a reunir con diputados conservadores y liberales en La Calera, pero evidentemente no se llegó a reunir porque lo mataron antes. No había ninguna conspiración en marcha, sino el ansia de compartir con sus compañeros de las cámaras legislativas sus preocupaciones y anhelos ante la marcha del país. Se buscaba un cambio de Gobierno, pero no era una operación secreta.

El asesinato de Álvaro Gómez fue una determinación del «régimen», pero la «ejecución» fue de este aparato en coordinación con la mafia de los carteles y el narcotráfico que había calado en la política del país. Fue, además, una advertencia de cómo deben ser las cosas y un ejemplo de superioridad ante los otros. El «régimen» mostró su capacidad de convencimiento y así Samper no tenía que renunciar. Se introdujeron hasta en los propios colaboradores de Álvaro Gómez y su mano derecha en el primer informativo del país, que él dirigía, estaba ligado en cierta medida al «régimen». Las presiones para dejar fuera de juego, tanto a nivel informativo como político, a Álvaro Gómez estaban al orden del día. El poder del régimen era omnímodo. Álvaro Gómez era un hombre con una personalidad que se desdoblaba en periodista y político, un hombre temido por el «régimen».

EL LIBRO «¿POR QUÉ LO MATARON?»

Enrique Gómez HurtadoR.A.: ¿Por qué ha escrito el libro ¿Por qué lo mataron?, referido al crimen de su hermano Álvaro Gómez?

E.G.: Primero: lo he escrito porque ya soy muy mayor y no tengo nada que temer. Tengo  87 años. El libro tardó mucho en salir porque durante este tiempo hemos estado esperando a través de los cauces normales (de la investigación) a que se dilucidara el caso del asesinato de Álvaro Gómez, con la debida seriedad. Hemos tenido ya en este asunto seis fiscales generales, hemos solicitado un certificado de cuantos fiscales especiales han estado al frente del caso de Álvaro Gómez y no lo hemos obtenido; parece ser que han sido como una veintena, lo cual da un promedio, en los 16 años desde que ocurrió el magnicidio, de uno por menos de un año. El expediente del caso tiene casi 150000 folios llenos de una serie de declaraciones y de teorías que no se justifican, simplemente porque lo que se ha tratado es de ahogar el caso a través del empapelamiento descomunal.

Cuando un fiscal especial se encarga del caso al mismo tiempo se ocupa de otros casos, como el último que, además de este asesinato, llevaba el asunto de los computadores de Raúl Reyes, que no es un caso cualquiera y le ocupó mucho tiempo porque es una cuestión compleja. Lo que se está buscando y hacia donde caminamos es hacia la prescripción; en el caso de otro magnicidio, como el de Galán, ocurrió lo mismo y acabó prescribiendo. Se tuvo que declarar de lesa humanidad ese crimen para que no prescribiera, lo mismo que se está pensando hacer con el de Álvaro Gómez, para que no prescriba. Incluso, a pesar del libro, la investigación no se mueve y no avanza; hubo unas declaraciones de los extraditados que decían conocer las causas y poseer algunos elementos que podían permitir avanzar en la investigación e insistimos ante la Fiscalía para que les tomara declaración. Nunca se logró que se hiciera algo, no se produjo ningún adelanto.

Así llegamos al punto en que pusimos en marcha, nosotros mismos, un equipo para que investigase las circunstancias y los hechos que llevaron al asesinato de Álvaro Gómez; fruto de todas esas investigaciones se fue armando este libro y los documentos que aparecen en el mismo, un trabajo que tardó varios años. La opinión pública debe conocer y tener claro que ha habido un propósito de no investigar el asesinato de Álvaro Gómez y que todo lo que se hace en este sentido es para desviar el curso del esclarecimiento del caso. Investigamos tres versiones distintas sobre el caso, teorías en definitiva, y muchas de ellas, a pesar de algunos encarcelamientos, eran falsas. Intentaban decirnos que el caso estaba resuelto, pero no era así. En el libro, además, he tratado de exponer la realidad y presentar las cosas como son, incluso revelando el papel siniestro de personajes como Ignacio Londoño, alguien habitual en Casa de Nariño en los tiempos de Ernesto Samper. Un hombre de la mafia y que está en la cárcel; todo el mundo sabe lo que hacía y lo que era, pero nadie lo dice tan abiertamente como yo lo he expuesto en el libro, esencialmente porque se sabe lo que le puede pasar a uno en el molino de la mafia. Quizá he escrito este libro porque, como le dije, ya soy una persona mayor y no tengo miedo a nada. Lo demás del libro, aparte de esa acusación, son documentos y testimonios que intentan llevar al lector a que entienda lo que realmente sucedió durante este proceso.

R.A.: ¿Cree que el libro responde a la pregunta de por qué lo mataron?

E.G.: Por eso lo puse con interrogantes, si lo hubiera puesto afirmativamente estaría dando la respuesta. Así le dejo al lector que se haga la pregunta. No estoy en condiciones de afirmar nada y tampoco tengo conclusiones claras que me den la respuesta a la pregunta; tengo la obligación, como víctima correlativa del asesinato, de poner ante la opinión pública unos hechos que han llevado a la distorsión de este caso por parte de las instancias judiciales para no llegar a la verdad y esclarecer los hechos de este asesinato.

R.A.: En este libro parece que el expresidente Ernesto Samper es un actor fundamental. ¿Es así?

E.G.: Está presente en toda la trama, en el sentido de que estaba caído cuando aparecieron todas las pruebas que señalaban que estaba sometido y financiado por la mafia; obedecía a los mandatos de los mafiosos. Álvaro Gómez era la personalidad más importante en Colombia que estaba señalando esa circunstancia y esa sumisión de Samper a los dictados de la mafia, también diciendo que nadie estaba conspirando contra el Presidente pero que no se podía quedar porque representaba a esa mafia. Así se produce una crisis nacional y Samper estaba prácticamente fuera del Gobierno. Hubo una serie de reuniones, que relato en el libro, con las que el ejecutivo intentaba buscar un sofisma de distracción para que el caso del dinero de la mafia no fuera el asunto principal. Se intentó, incluso, inventar un conflicto con Venezuela y crear las condiciones para que este tema no fuera el centro de los debates de la vida política. Luego llegó el asesinato e inmediatamente la opinión pública tuvo otras cosas en qué pensar, y el Gobierno consiguió la adhesión de una opinión pública que se volcó en la defensa de las instituciones ante la angustia que se generó. Así, Samper pudo terminar su mandato con absoluta tranquilidad y su nexo con la mafia quedó casi en el olvido.

R.A.: ¿Cree que las condiciones actuales son buenas para llegar al final de la investigación de este asunto?

E.G.: Yo estoy convencido de que si hubiera la voluntad, aun habiendo pasado diecinueve años desde el crimen, se podría llegar a alcanzar una respuesta válida a lo que ocurrió y resolver este proceso. Lo que falta es la voluntad, no la ha habido ni la hay.

R.A.: ¿Y quién impide que se resuelva este crimen?

E.G.: Es mucha la gente a la que no le conviene que esto se resuelva por distintas razones. Hay cuestiones de prestigio personal, motivos políticos, ligazones con la mafia… Mucha gente estuvo implicada en este asunto y entorpeció la investigación. Álvaro Gómez hablaba del “régimen”, que es un tinglado de gentes que tienen intereses comunes coincidentes y que se sabe claramente que pertenecen al Establecimiento. A estas gentes del “régimen” no les interesa llegar al final de la madeja y descubrir quién mató realmente a Álvaro Gómez.

R.A.: ¿Horacio Serpa parece que tuvo un papel fundamental también en este asunto?

E.G.: Fue quien llevó el dinero de la mafia a las reuniones para financiar las campañas de Samper. Era el nexo entre la mafia y la campaña electoral. El conductor de Samper y sus escoltas fueron asesinados; estaba en un ambiente muy cercano y era el ministro del Interior de Samper de entonces. También aparece muy ligado a ese personaje siniestro que es Ignacio Londoño, que era representante de la mafia. Y es lo que explicamos en el libro para que la opinión pública saque las conclusiones oportunas y conozca más o menos lo que sucedió entonces, que fue ocultado y tergiversado en su momento.

R.A.: ¿Lo que usted denuncia en el libro es una suerte de conspiración para intentar ocultar a los responsables y a los que estaban detrás del crimen?

E.G.: Inmediatamente después del asesinato aparecieron toda una serie de teorías que parecían estar preconcebidas antes del atentado. Los testigos del caso, además, nunca fueron encontrados, sino que parecían personajes señalados para servir al caso. Hubo un grupo de Sincelejo, que supuestamente estaba detrás del crimen, y que no era más que un burdo montaje creado tres días después del magnicidio. Se montaron farsas para desviar la verdadera trama que estaba detrás del crimen. No tenía ningún viso de ser real. Y lo de Sincelejo, por el que pagaron unos muchachos cinco años de cárcel, era un invento, una farsa para desviar la atención de la opinión pública. Incluso un fiscal se llegó a inventar una trama en la que Álvaro Gómez estaba implicado en un golpe de Estado y que los mismos conspiradores lo mataron. Puras mentiras para desviar la atención de lo que realmente había pasado.

Han pasado dieciocho años y muchos de los recursos, de los testimonios, porque la gente se muere, han desaparecido, se están agotando las fuentes y estamos llegando al punto de la prescripción, del olvido, que es lo que suele suceder con la mayor parte de los magnicidios porque detrás hay mucha gente implicada que no quiere que sean resueltos. No quieren llegar a ninguna parte por intereses políticos o de otra índole. Todavía no se sabe quién mató a Kennedy y seguramente hubo detrás una organización y unos responsables, eso está claro.

R.A.: ¿No cree que el magnicidio de su hermano es muy parecido al de Jorge Eliécer Gaitán, que nunca fue resuelto?

E.G.: Era muy difícil investigar lo de Gaitán, aunque yo creo que fueron los comunistas para acabar con la Conferencia Panamericana, y cada vez es la tesis que cobra más fuerza. La gente se olvidó de lo que significó ese evento, que ocurrió precisamente en el comienzo de la Guerra Fría, cuando se intentaba forjar una alianza mundial para frenar y luchar contra el comunismo. Los Estados Unidos trataban de auspiciar esa alianza contra el comunismo en cooperación con los países de América Latina. Ese atentado frustró esas expectativas. Y no olvidemos que por aquí andaba Fidel Castro aquellos días. Luego ocurrió el asesinato de quien perpetró el crimen, que se refugió en una droguería, y arrastrarlo por las calles respondía a una técnica de distracción, se trataba de resolver el caso y así cerrarlo para siempre. Ese crimen generó el «Bogotazo» y en dos días hubo quinientos muertos, fue un desastre propiciado para acabar con la Conferencia Panamericana. El ambiente era de casi preguerra mundial, se avecinaba la Guerra Fría y los comunistas trataban de torpedear esa Conferencia. El asesinato de Álvaro Gómez se produce en un momento de grave crisis del país, de grandes convulsiones, pero la gente también lo ha olvidado rápido porque ha pasado mucho tiempo y la memoria es corta. Además muchos jóvenes no vivieron esos momentos y desconocen cuál era el estado del país. Y este libro, en ese sentido, quiere dejar constancia de la difícil situación que vivía el país en el momento en que se produce el crimen.

VIGENCIA DE LAS IDEAS DE ÁLVARO GÓMEZ

R.A.: ¿Las denuncias que Álvaro Gómez hace en su momento, en el sentido de que el narcotráfico había calado en el país y se había creado un «régimen» asociado al mismo, tienen vigencia hoy?

E.G.: El “régimen” es anterior al narcotráfico, es un fruto de la política; casi todos los líderes tratan de crear su propio “régimen”. La fuerza del narcotráfico, y su enorme potencial, sigue vigente en Colombia hoy. Gómez criticaba al “régimen” y al estado de cosas que se vivía. Pero después de Samper, ese “régimen” y su alianza con el narcotráfico se consolida e incluso adquiere más poder. La mafia eligió al Presidente de la República y el Gobierno se adaptó a esas circunstancias, dejándolo crecer y controlar una buena parte de la vida pública; eran visibles, incluso en Bogotá, y hacían lo que querían. La mafia se hizo con el país y era incontrolable. Luego, con Pastrana, se le entregó a la guerrilla de las FARC una parte importantísima y vital de la soberanía del país, más de 42000 kilómetros cuadrados en el Caguán. Y las FARC, ya en ese momento, estaban aliadas estratégicamente con el narcotráfico. Quizá el cambio fundamental fue gracias a las políticas del expresidente Álvaro Uribe, quien consiguió frenarlas y poner fin a ese apaciguamiento que habíamos vivido hasta entonces. El Caguán fue un refugio del narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia, ¡qué caos!

LA INVESTIGACIÓN DEL MAGNICIDIO

R.A.:¿En estos años quién le ayudó en este trabajo por buscar la verdad de lo que realmente ocurrió con su hermano?

E.G.: El problema es que aunque quieran ayudarte no pueden porque el poder del “regimen” es muy grande. Ahora mismo controla las cuatro grandes cortes de justicia que hay en el país, ha logrado paralizar el ejército, controla una buena parte de la policía, ha sometido a los partidos politicos tradicionales, domina a la mayor parte de la clase política a través de sobornos y otros medios, los medios de comunicación están a su servicio…El Estado gasta en publicidad cantidades ingentes de dinero, como nunca se había visto antes, para doblegar a todos los medios y conseguir que le rindan pleitesía. Se compran las fidelidades a través del dinero del Estado. Nadie discute nada porque la gente es comprada y ante el dinero nadie se detiene, la gente lo acaba aceptando. Hay muy poca gente que se atreve a disentir, a contestar al régimen, todo el mundo se vende, como hemos visto con los congresistas y senadores conservadores que apoyaron a Santos por el vil dinero. Entre la droga y la mafia, la costa atlántica está tomada por Santos.

R.A.:En definitiva, ¿parece que la “mermelada” de Santos es la continuidad del régimen?

E.G.: El que no está en el «régimen» no come, así de simples son las cosas. Se compran las fidelidades a cambio de dinero y nadie queda ajeno a este manejo de la política tan inmoral y escasamente ético.

R.A.:¿Y el presidente Pastrana, que era conservador, tan poco hizo nada por aclarar las cosas?

E.G.: Intentó colaborar, pero el problema es que esta mafia de la que habló es tan potente que la gente no se atreve a ir más allá y colaborar con nosotros en la investigación. Esta gente no se detiene ante nadie, son capaces de matar a quien se pone a tiro en su camino, como le ocurrió a Álvaro Gómez.

R.A.:¿Tiene algo que ver esta suerte de esplendor económico que vive el país con esa mafia de la que habla?

E.G.: El narcotráfico se ha introducido en todos los aspectos de la vida en Colombia. La gente tiene que aceptar muchas veces el dinero que le ofrecen, venderse, dicho vulgarmente, porque si no lo haces te matan. El soborno se ha convertido en algo normal, hay que aceptarlo, no puedes decir que no porque si no te puede ocurrir lo peor. El «régimen» funciona así y todavía nadie lo ha tocado. Santos es parte del régimen, como los son las cuatro cortes y todos los partidos han estado detrás de él. Ni siquiera hay prensa libre, hay muy pocos columnistas que no comulguen con la verdad oficial.

LA ÉPOCA SANTOS

R.A.:¿No le sorprendió esta unanimidad casi total que concitó Santos?

E.G.:No hay unanimidad, lo que hay es un aparato detrás de él apoyándole. Y la gente se acostumbra, como ocurre en las dictaduras, en donde se establece un sistema y nadie se atreve a cambiarlo porque lo sacan del juego, lo pueden incluso matar. Así ocurría en México, donde se mezclaba la política y los negocios, todo estaba junto. Todos han negociado, incluso la izquierda, pero seguir en el poder con Santos; se ha escenificado una comedia en la que se pretendía presentar como una negociación y no lo era, puro teatro para engañar a los incautos. Seguimos viviendo bajo la dictadura del «régimen», hacen y deshacen a su antojo. Nadie se puede a atrever a disentir. La izquierda tampoco ha sido seria y se ha plegado a los intereses del régimen. Luego se ha manipulado a la gente con el asunto de la paz. En La Habana se firmará cualquier cosa con los terroristas, da igual, ya que las FARC no va a cumplir, como han hecho tantas veces a lo largo de su historia. La firma o el acuerdo no tienen ningún valor, tengo la impresión de que ya todo está precondicionado previamente.

R.A.:¿Y cómo se explica ese apoyo del Establecimiento al presidente Santos, al «régimen» que usted dice?

E.G.:Ya Lenin, que era un fino analista, hablaba de estas cosas, es decir, de los que se prestan al servicio de una causa que no es la suya, es lo que él denominaba como los «tontos útiles». Luego este Establecimiento está ganando mucho dinero con Santos, se están haciendo de oro y no están dispuestos a renunciar a ese maná que les ha venido del cielo, nunca habían ganado tanto dinero como con este presidente. ¿Cómo iban a permitirse cambiar de gobierno si con este les ha ido como nunca antes? Luego está la manipulación del tema de la paz, que no puede ser un objetivo, sino que es un estado. Pero no creo que funcione, ya vimos qué es lo que le pasó a Pastrana en el Caguán.

Luego no creo que las FARC, que es un cartel de la droga, vaya a dejar este negocio. Y dicen que les quieren integrar en la vida política, pero esta gente no quiere esa supuesta presencia política, sino el poder total para quedarse como en Venezuela, eso está claro. Maduro puede ser un estúpido, pero no se va a caer, sino que se va a quedar y nunca cederá el poder si no es por la fuerza. Los regímenes de izquierda solo caen por la fuerza, por las protestas. Los comunistas, como vemos en Cuba, Nicaragua o Venezuela, no se van a ir en la vida si no estallan protestas contra ellos.

La derecha, por el contrario, es capaz de dejar el poder democráticamente, como pasó en España o en Portugal, pero estos regímenes de izquierda no son capaces de avanzar ni dejar el poder. El socialismo es un fracaso total en todos los sentidos. Luego están los que se hacen elegir por la izquierda y hacen políticas de derechas, pero no es el caso de Santos, que ha sido un fracaso total en todos los campos se mire por donde se mire. Solo tiene que ofrecer al país el pacto con las FARC, que acabará fracasando y es una suerte de traición al país. Incluso Blair y González, dos líderes históricos del socialismo europeo, hicieron políticas de derechas, nunca siguieron el guión que les señalaban los marxistas. Santos es un estafador, yo en un principio le apoye porque pensé que iba a seguir las políticas de Uribe, pero luego no fue así y desde el principio se instaló en otra historia que no iba en la dirección de lo que había prometido. Así lo he denunciado ya, aunque nadie presté mucha atención al discurso que disiente en estos momentos, vamos por el camino de Venezuela.

NARCOTRÁFICO Y POLÍTICA, UNA ALIANZA SÓLIDA

R.A.: ¿Cómo se llegó a esta situación en la cual el narcotráfico se hizo dueño del Gobierno, de la política, en la época Samper?

E.G.: El narcotráfico se hizo dueño del país, compró todo, hasta la política. Se convirtió en un poder que llegó a controlar todas las parcelas de la vida de Colombia. Luego llegan las pruebas inequívocas que muestran cómo Samper estaba absolutamente ligado al narcotráfico a través de la financiación de su campaña y los testimonios que relacionaban cada vez más a su Gobierno con el tráfico de estupefacientes, algo que ya no se podía desmentir.

Pero no sólo era la llegada de capitales a la campaña de Samper, sino la penetración de los carteles a través de su dinero y el blanqueo del mismo en todos los órdenes de la vida social, política y económica. Nunca se negó que el dinero de la campaña electoral llegara a través de los carteles. Lo que había era un mar de fondo. Y luego está el tema de la impunidad, pues desaparecían las pruebas y nadie hacía nada por detener esta espiral delictiva. Y se llega así al convencimiento de que el Presidente Samper es parte del problema, de que está inmerso en el mismo. Fue algo que costó mucho admitirlo: que un miembro de la aristocracia bogotana se hubiera vendido a los carteles de la droga y hubiera aceptado ese juego. La infiltración de esta mafia de la droga llegó a todos los niveles, incluso en los círculos cercanos a Álvaro Gómez, como fue el caso de su secretario particular y su jefe de campaña en las últimas presidenciales, que acabó de abogado defensor de Samper. Todo estaba bajo el control de estos carteles y nada escapaba a su influencia. Tocaban todo con tal de evitar la extradición y su dinero impregnaba a todos, conseguían todos sus objetivos: hasta matar, tal como se pudo comprobar.

R.A.: ¿Por qué este estado de cosas quedó impune en Colombia? ¿Qué se hizo para acabar con esta situación?

E.G.: La justicia se negó siempre a investigar este estado de cosas. En el tema de Álvaro Gómez siempre se obstaculizó su investigación y nunca se pudo llegar al final del enredo. Quedan, en este caso, 138 pruebas por practicar que no se han practicado, se evita resolver el asunto por la vía legal, no interesa, obviamente. Se trata de que el delito prescriba, está claro, algo para lo que ya solo quedan cinco años, pues se cometió en noviembre del año 1995. Nosotros sólo exigimos justicia que es lo que hubiera querido Álvaro Gómez. Defendemos sus ideas y principios, pero queremos que también se cumpla la ley, ni más ni menos. Pero el poder de la mafia detiene que podamos llegar hasta el final y dar cumplida cuenta de nuestras obligaciones.

LA MEMORIA DE ÁLVARO GÓMEZ

R.A.: ¿Qué va a hacer para defender la memoria de Álvaro Gómez, su legado y que el crimen no quede impune?

E.G.: Voy a luchar los últimos años de vida para que este crimen no quede impune y que se conozca la verdad, quiénes fueron sus responsables intelectuales y sus ejecutores. Lo hago por mi hermano, pero también por mi país y mi familia.

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Ricardo Angoso
Ricardo Angoso

Periodista y Analista


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