Evitar el Colapso del Sistema de Salud

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Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza

Estamos en territorio desconocido. Nunca nadie, en ninguna parte, había vivido en un escenario como el actual, con ocasión de la crisis ocasionada por el coronavirus, sus efectos en la salud pública, quizás, por razones obvias, más estudiados aunque aún llenos de interrogantes, y sus consecuencias sobre la economía, donde la incertidumbre es todavía mayor.

Algunas pocas cosas están claras: el virus fue descubierto en China, en la provincia de Wuhan, en noviembre del 2019 (por eso el nombre de Covid 19). Las autoridades chinas no le dieron importancia, en diciembre ordenaron cerrar la investigación abierta sobre sus características, pero el 31 de diciembre, ante el crecimiento de los enfermos, China hizo pública su existencia. El 14 de enero la OMS, siguiendo un “estudio” publicado por el Partido Comunista de China, hizo un trino que decía que “[i]nvestigaciones preliminares realizadas por las autoridades chinas no han encontrado evidencia clara de transmisión entre humanos del nuevo coronavirus identificado en Wuhan”. Un error descomunal. Si algo tiene este coronavirus es que es altamente contagioso. Pues bien, en Europa los agarró la temporada turística de fin de año sin información confiable y, llenos de chinos que tampoco sabían del virus porque su gobierno había silenciado el problema, el virus se expandió sin control, en especial en Italia, España y Francia, los países con más afluencia de turistas orientales. De ahí en adelante el crecimiento de infectados ha sido exponencial, la OMS declaró la pandemia, y hemos entrado en territorio desconocido.

Sabemos que el Covid 19 estaba presente en los murciélagos y de ahí se transmitió, directamente o a través de una serpiente, al ser humano.  Como todos los coronavirus, causa infecciones respiratorias que, en los enfermos más graves, genera neumonía o síndrome respiratorio agudo severo, y puede causar la muerte. Algunas personas se afectan pero no desarrollan síntomas, un 80% se recupera sin ningún tratamiento especial, un 15% se enferma gravemente y, en las cifras actuales, algo más del 4% muere, la mayoría mayores de sesenta años o con preexistencia médicas de hipertensión, diabetes o enfermedades cardiacas. En el momento en que escribo, hay 263.804 casos reportados (deben ser muchísimos más los efectivamente contagiados) en más de 150 países y 11.123 los muertos. No se sabe aún por qué los niños se afectan menos, aunque ya hay casos de menores muy enfermos. Tampoco si quien ha estado infectado puede recaer.

Sabemos también que se contrae a través de las gotículas de la nariz o la boca por contacto directo con un enfermo o con los objetos que han tocado. Por eso hay que mantenerse a más de un metro de las otras personas y lavarse las manos bien y frecuentemente. Es la razón por la cual es indispensable el distanciamiento social. Tienen razón quienes sostienen que será la solidaridad la que pueda derrotar al coronavirus. La solidaridad y la disciplina social. Es esa quizás la razón que explica, al menos en parte, que en países como Hong Kong, Singapur y Japón, donde los primeros casos aparecieron a principios de enero, la contención haya sido adecuada. Los ciudadanos cumplieron con juicio y disciplina las instrucciones de alejamiento y limpieza y esa conducta, más allá de la ley, evito el incremento exponencial de los contagios.

En el eventual colapso del sistema de salud hay también un punto de quiebre. Es lo que explica que en Italia haya hoy más muertos que en China, con la mitad de infectados. Y es el camino de España, con la cuarta parte de enfermos que en el país oriental. Los infectados inundaron las clínicas, las camas del sistema hospitalario y de cuidados intensivos fueron insuficientes, parte del personal médico y sanitario enfermó y los demás están agotados y sobrepasados, y entraron a una medicina de guerra donde los doctores han tenido que escoger quien vive y quien no.

Evitar ese colapso tiene que ser nuestro principal objetivo y por eso tiene sentido el aislamiento obligatorio ordenado por el presidente Duque. En el 2018 Colombia tenía apenas 15 camas hospitalarias por diez mil habitantes, la mitad de las de España y aún menos que las de Italia (34). Tenemos 20,8 médicos por cada diez mil habitantes, cifras 2017, alrededor de los 22 de América Latina pero muy por debajo del promedio de 29 de la OCDE y la mitad que en Italia o España. Sin embargo, el déficit de enfermeras es enorme: apenas 12,6 enfermeras por diez mil, muy por debajo de las 47 de América Latina y de las 80 de la OCDE. Las cifras muestran que una de las tareas claves será proteger a nuestro personal médico y sanitario y que hay que desarrollar de manera acelerada un plan de contingencia hospitalaria, en hoteles y hospitales de campaña. Y es el momento para agilizar los trámites de homologación del personal médico y sanitario venezolano que está en nuestro país. Así resolveremos al mismo tiempo la tragedia humanitaria de quienes tuvieron que huir de Venezuela y aumentamos de manera importante el personal sanitario para la emergencia.

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Rafael Nieto Loaiza
Rafael Nieto Loaiza

Abogado, columnista y analista político. Ex viceministro de Justicia.


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