
Horas antes, Márquez hacía el anuncio del “comienzo de la segunda Marquetalia”, el regreso al monte y a las armas para luchar contra “la oligarquíaexcluyente y corrupta, mafiosa y violenta”, empezando con “la instalación en el Palacio de Nariño de un Nuevo Gobierno colocado allí por una gran coalición de fuerzas de la vida, de justicia social y democracia, que convoque a un nuevo diálogo de paz”.
Hasta sus excompañeros lo calificaron de “delirante”, por su tono de cinismo y amenaza. Un asesino acusando de violencia, un mafioso acusando a otros de mafiosos; un reclutador de niños, extorsionista y secuestrador hablando de justicia y democracia; un traidor a su Acuerdo exigiendo nuevos diálogos. ¡Delirante!
La izquierda y el centro-santismo, perplejos, se limitan al rechazo protocolario, a la mentira estigmatizante -el Gobierno y el CD están de fiesta- y a echarles a ambos la culpa, al punto que un irresponsable santista afirmó que “Iván Duque y Álvaro Uribe son los máximos responsables de la nueva guerrilla”. ¡Delirante!
¡Faltaba más! Márquez y Santrich, a quienes Maduro enalteció como “gestores de paz”, lo que gestionaban era negocios ilícitos. Márquez voló cuando su sobrino prendió el ventilador, y el cínico Santrich aprovechó la impunidad de la JEP y se burló de la Corte Suprema y el Congreso, ante la impotencia del Gobierno, convencido de su condición mafiosa, pero atado a su respeto por las instituciones.
¿Conclusiones?
Primero: Era predecible, lo cual acentúa la responsabilidad de la JEP y de la Suprema. El paisa se voló en abril de 2018. En enero de 2019, Márquez publicó un video que es un avance de su proclama, y por si fuera poco, la justicia de Estados Unidos tenía pruebas contundentes de los delitos de Santrich después de la firma del Acuerdo, y aun así lo dejaron volar.
Segundo: Confirma el engaño de las Farc en las negociaciones, que solo estaban preocupadas por: 1) Total impunidad; 2) Socializar su culpa para no reparar a las víctimas y, en cambio, juzgar a sus enemigos históricos en la JEP; 3) Lavar sus inmensos recursos; y 4) Mantener abierta la puerta de la ilegalidad. Por eso no entregaron todas las armas ni todas sus riquezas, y conservaron “sus negocios” a través de las disidencias.
Tercero: Mientras Maduro era garante del proceso, también lo era de proteger el negocio de sus socios: el narcotráfico que hoy sostiene su dictadura corrupta.
Cuarto: No se puede sobrestimar a estos delincuentes, pero tampoco subestimarlos. Son una amenaza.
Nota Bene: Mientras tanto, el Nobel busca impunidad en la Comisión de Acusaciones, cambiando de investigador a su antojo.
@jflafaurie