Bernardo Henao

La Oposición se Desboca y Quiere un Claro Descarrilamiento del País

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La naturaleza humana es a veces incomprensible. La regla general de la convivencia es que la tragedia une, pero a un cierto número de colombianos al parecer nos desune. Cuando ya se cumplieron más de cien días que se dio comienzo al aislamiento, con aperturas graduales, el Covid 19 ha hecho de las suyas no solo en el número cuantioso de contagiados que ya supera los 182.140 y, 6.288 fallecidos, sino que causa estragos en la economía. El PIB por cuenta de la enfermedad registra una afectación económica e histórica con proyecciones que oscilan entre el 9 al 10% con probabilidad de aumentar.  El desempleo no se ha hecho esperar y el endeudamiento del país se incrementa en cifras preocupantes.

Adoptar decisiones en medio de la crisis para la que no se estaba preparado no resulta nada fácil. El señor Presidente de la República enfatizó la importancia de la defensa de la salud y adoptó  medidas fruto de dos emergencias económicas decretadas,  que estuvieron  dirigidas a contener la expansión del virus, tratando de mantener plana la curva para que tuvieran tiempo los operadores de la salud y de otros disciplinas en mejorar su capacidad instalada para la atención de los pacientes afectados con la enfermedad y que desde luego, significaron la asunción de consecuencias para la economía pues la rigurosidad de los cierres, afectaron el empleo y el ingreso de los colombianos, pero que con el paso de los meses imponía pensar y actuar en ayudar a la economía.   Al final el gobierno se inclinó en adoptar la denominada “contención inteligente”, una mezcla de prevención a la salud y otra de intento de recuperación de la economía.

En momentos de dificultad en los que es claro que se afectan sin distinción a las personas sin importar su sexo, edad, condición, raza es cuando más la solidaridad debe ser la constante. Hay muchos ejemplos de admirar y reconocer de como se ha hecho presente en medio de la crisis pandémica, pero desafortunadamente, en materia política ha estado por completo ausente.

Sea lo primero señalar que los gobiernos en el continente y en otras latitudes no estaban preparados para hacerle frente a una pandemia como esta que tiene entre los portadores asintomáticos y sintomáticos una gran facilidad de contagio. Mucho se desconoce de esta enfermedad y la cura por más que se quiera pronto, no lo va ser tan rápido como urge el momento, razón que ha debido despertar una comprensión y entendimiento entre las distintas fuerzas políticas que integran la nación.

No la hubo y humanamente no se comprende esa postura pero políticamente  tendrá alguna nimia explicación que se podría en principio traducir en que la  pandemia se les presentó  en una oportunidad para buscar adeptos o conseguir otros fines que las urnas no les permitieron en el pasado debate electoral; pero la realidad es que la pandemia sacó a flote lo peor de la oposición política que, ya había mostrado sus garras y pretensiones incluso desde antes que se diera al mundo la noticia del virus.

Sabido es que antes de partir con bastante cuido el señor Juan Manuel Santos de dificultarle al sucesor su labor. Impulsó con límites insospechados el estatuto de la oposición (ley 1909 de julio 9 de 2018) que adquirió el rango de derecho fundamental autónomo que goza de especial protección del Estado.

Encabeza la oposición el otrora mal perdedor candidato presidencial Gustavo Petro que inició su trabajo anunciando apoyo a paros y marchas para llegar a posiciones totalmente cuestionables, reprochables y presuntamente delictuales. Se traducen estas en el llamado que efectuó a la desobediencia civil, a invitar a no pagar los servicios públicos, ahora más reciente al oponerse a las decisiones gubernamentales,  a tener el atrevimiento de calificar al señor Presidente de la República de “genocida”; calumnia infame e incendiaria que registra la característica propia de este dirigente que se camufla de  amigo de la paz pero se expresa con uniforme de antiguo subversivo  a través de su odio, división y con ánimo desestabilizador quien finalmente para rematar, acaba de desconocer el resultado electoral que escogió legítimamente al mandatario de los colombianos.

Le acompaña en su estrategia divisionista y de desprestigio su compañera de fórmula a la Vicepresidencia Ángela María Robledo que también sin fundamento alguno en forma desde luego especulativa lanza su dedo acusador para expresarse con todo desparpajo de que “no normalicemos la muerte”. Y en otro trino registro “Que muera quien tenga que morir; es la política de @IvanDuque, la política de la normalización de la muerte”.

Cierra este grupo el senador Gustavo Bolívar quien dice ser del criterio de que “hay que conocer la “historia para conocer la génesis de nuestras violencias del país”;  despachando y dejando de lado al narcotráfico, que es uno de los mayores actores que causan y generan violencia e ignorando que con sus producciones de libretista  ayudó a difundir el mal que tanto daño le causa ayer y hoy al país; le cae como anillo al dedo la cita bíblica (Lucas 6, 41-42) “Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? Y remata la enseñanza bíblica “¡hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.

Compitiendo por el liderazgo en la oposición le siguen los senadores opositores al fracturamiento hidráulico (fracking),  la fumigación con glifosato y  desde luego a la colaboración y asistencia militar en los que se encuentran los que  recibieron regaladas sus curules, quienes de cierta forma peculiar que se traduce en una calculada defensa camuflada al narcotráfico,  impulsaron una tutela improcedente por presunta violación a unos derechos fundamentales que se tendría que pensar que no son de recibo en ese accionar,  pero dada la cercanía con la rama judicial  que tanto apadrinaron desde los inicios de Asonal judicial en la entonces gestiones de Jaime Pardo leal, se les admitió y se les concedió una protección que busca frenar la dirección y manejo de las relaciones exteriores en cabeza del señor Presidente y su Canciller. En tiempos de pandemia y unidad es cuanto más se ha debido trabajar en erradicar los cultivos ilícitos, pero con esta clase de actores, que sólo torpedean y dificultan la gestión gubernamental es complicado y difícil; ya empezaron a querer reducir la FFMM y acabar su arma de inteligencia y contrainteligencia; no se dude en los foros de Sao Paulo y Puebla le impartieron claras instrucciones al respecto.

Siguen el grupo de medios y periodistas que hacen parte del denominado carrusel periodístico que si muestran unidad de propósito y accionar en forma que la noticia que uno entrega los otros la replican y se suman a esa oposición en unos extremos de irreverencia e irrespeto al Primer Mandatario que no se comprende que bajo el cobijo y amparo de la libertad de expresión se permita la agresión, ofensa y permanente maltrato. Hacen parte del juego el Espectador, la Revista Semana por solo citar dos y el señor Ramiro Bejarano que desconoce abiertamente al Presidente y le da el trato de “subpresidente” y la señora María Jimena Duzán que trata al Gobernante “como niño asustado que nunca terminó de destetarse” y en otra de sus vacías manifestaciones le concede el trato de “reyezuelo sin alas”.

Cierran el ciclo un sector de la iglesia liderado por el obispo de Cali,  Monseñor Darío Monsalve que irrespetó y calumnió al señor Presidente al tratarle de “genocida” por el manejo dado a los procesos de paz y desde luego en intromisión inadmisible el nuncio apostólico de su santidad aboga por un cese con el ELN, dejando conocer que se está en guerra, cuando esa figura solamente aplica entre estados. Que se conozca ni siquiera esos terroristas tienen a su haber el reconocimiento el estado de beligerancia por parte del estado colombiano, pero ese círculo sacerdotal los defienden como adalides cuando son unos vulgares terroristas criminales que les pareció normal, atentar contra un centro comercial lleno de civiles indefensos pero peor, destruir la vida de estudiantes en la escuela militar de cadetes y así creen que se harán merecedores a curules como los que les antecedieron y hoy gozan de tanto e inmerecidos privilegios.

Si Petro y Monseñor Monsalve, por supuesto las minorías de las Farc que están en el Congreso y su vocero político   están en esa línea, no lo será por irrespetar y ofender, la izquierda radical no califica en vano y si algo es claro en ellos es que actúan a unísono. Decirle “genocida” al Presidente de Colombia lo es para llevar más temprano que tarde una acusación en ese sentido ante tribunales internacionales; no se dude esa en la forma como van a pagarle al señor Presidente y esa es la solidaridad única que conocen.

Lamentablemente, si el señor Jefe del Estado continúa con tanta inadmisible tolerancia no actúa e impone la autoridad que reclaman los electores que le elegimos, se cernirán sobre la Patria oscuros nubarrones que terminen por destruir la institucionalidad y nuestra democracia.  Nuestra bandera tricolor, la sociedad civil tenemos la inmensa tarea que jamás sea reemplazada por la de las FARC, la del ELN y la de la tal Colombia Humana.

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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