Sí, son héroes

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Por: Sergio Bernal Duque.

Mucho dolor e indignación ha causado entre los colombianos los últimos casos de violación a mujeres, mucho más cuando esos hechos provienen de quienes deberían estar defendiéndonos. Ese es el caso de los 7 militares implicados en la violación a una niña indígena en Risaralda y otros 2 militares que presuntamente violaron a otra niña indígena en el departamento del Guaviare. Sin lugar a dudas, son actos inhumanos que nos nublan la fe que hay en la humanidad. Un agravante, ninguno de esos siete soldados “profesionales” fue capaz de negarse u oponerse a tan atroz hecho. Para ellos, y para todo aquel que cometa estos delitos debería recaer todo el peso de la ley, sin hacer distinción en la institución que representen. A eso le debemos sumar los ocasionales excesos de fuerza de algunos miembros de esas fuerzas militares que también son reprochables y deben ser castigados bajo la ley.

Sin embargo, esa no es la razón para que un grupo de delincuentes dañen por completo el buen nombre y la honorabilidad de nuestras fuerzas armadas que componen aproximadamente 400.000 colombianos, y que a diario protegen nuestro país de amenazas internas y externas. Pues esos hombres y mujeres que defienden la justicia y el orden nacional están dispuestos a ofrecer hasta la misma vida por nosotros, por personas que no conocen, en acciones llenas de coraje y valentía. ¿Cuántos de nosotros haríamos lo mismo?

No podemos decir que cómo confiar si quienes nos deberían estar cuidando nos están es violando. Deberíamos recordar a los policías y militares que a diario asesinan grupos ilegales. Solamente en los últimos 20 años han sido asesinados 6984 militares por diferentes grupos al margen de la ley.  No nos llenemos de hipocresía al decir que no nos protegen cuando intentamos sobornar a los policías, cuando en las manifestaciones algunos los agreden física o verbalmente. Cuando en los estadios se les insulta. Cuando nos da rabia que nos pidan documentos. O cuando acuden al llamado ciudadano a imponer el orden y son recibidos humillantemente a piedra. Hoy los criticamos, pero en la gran mayoría de las ocasiones ellos son los pisoteados, pues constantemente se les pasa por encima.

El sacrificio que ellos hacen es inmenso e inimaginable, y no por eso estoy justificando lo que hacen fuera de la ley y las normas. Su servicio a la comunidad y de cercanía con la misma es el más alto de todos los actores de la sociedad civil. Deberíamos cuestionarnos y ser más gratos con esas personas que al estar en una misión, se tienen que despedir de sus seres queridos porque no saben si van a tener nuevamente contacto con quienes aman. Mas gratitud y empatía con quienes crecen lejos de sus hijos por proteger la democracia, con quienes en el monte se alimentan con lo que consigan, como cual tribu primitiva fueran.

Ojalá algún día, yo pueda tener el coraje y la valentía que tienen la mayoría de las fuerzas armadas de mi país, quienes ofrecen y sacrifican su vida por mantenernos a salvo. Para ellos, toda la gratitud y admiración. Pues finalmente, la esencia de la Policía Nacional, y me atrevería a decir que, de las fuerzas armadas enteras, es “proteger la vida, la honra y los bienes de todos los colombianos”.

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