Llamado a las Farc

Un llamado a las Farc

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Me quiero detener en unas acciones acometidas por las Farc en las últimas semanas y que a mi juicio escapan a la lógica propia del conflicto entre dos fuerzas militares enfrentadas y se vuelven actos contra la población civil. Por ejemplo, dejar sin energía eléctrica a Buenaventura o a Tumaco es un daño inmenso a unos ciudadanos que no son parte militar en el conflicto. O sea que no hay justificación ni siquiera en la lógica de la guerra. O lo que sucede con los carrotanques en Putumayo, un acto también de destrucción de propiedad privada y de daño a los bienes públicos del que son víctimas ciudadanos colombianos que tampoco son actores armados del conflicto. O sea que allí también la justificación es igual a cero. Y en el caso del acueducto de Algeciras, ni se diga, un atentado que termina también afectando a un montón de compatriotas, hombres, mujeres, niños, tampoco parte armada de esta violencia tan prolongada.

Quiero expresar mi desacuerdo en general con el uso de la violencia como manera de resolver las diferencias entre los colombianos y por supuesto mi rechazo todavía más rotundo a este tipo de acciones, tomadas con la decisión evidente de generar daños que incluyen inexorablemente a ciudadanos inermes, a colombianos de todos los sectores y orígenes, a quienes nadie puede señalar como parte militar en el conflicto. Digamos que con más razones expreso todo mi desacuerdo con ese tipo de hechos que generan dolores inmensos entre tantos colombianos.

Quiero hacerles una reflexión a quienes han cometido estos actos, a las Farc. No entiendo cómo puedan contribuir con ellos a generar opinión favorable al proceso, tan necesaria hoy. Porque este tipo de actos son rechazados por los colombianos y al final no contribuyen a construir un ambiente propicio para que pueda tener éxito esa solución que se está buscando por la vía de las negociaciones.

Cuando el Polo Democrático Alternativo se creó, dijimos dos cosas sobre el tema de la violencia que martiriza a Colombia: la primera, no estamos de acuerdo con el uso de la violencia para tramitar las diferencias entre los colombianos.

La segunda. Dijimos sí a un proceso de paz. Y hemos venido respaldando el proceso con las modalidades que han decido las partes. El nuestro es un respaldo genuino, porque estamos convencidos de que, no obstante las dificultades que afrontan negociaciones como esta, lo cierto es que en Colombia y en otros sitios del mundo procesos semejantes han terminado con éxito, no solo porque desaparecen las armas ilegales, sino también porque quienes están en la ilegalidad se reintegran a la vida civil. Lograrlo es también posible ahora.

Por Jorge Robledo

Senador del Polo Democtrático

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