¡Vergüenza ajena!

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Por Mario Arias Gómez.

Título que recoge el reconcomio y crispación de quienes entronizamos al presidente Duque, frente al desatinado, chabacano y virulento memorial de agravios, leído -por encargo- en el lugar equivocado, por un ignorante enciclopédico, fastidioso provinciano. Insolente y montaraz cuasi-bachiller, que funge hoy como Presidente del Congreso, cuya indiscutible pobreza conceptual, léxica, da grima. Panfleto expandido por el mundo, dejando la impresión, de que a Colombia la gobierna una feroz, indómita e incivilizada caterva de bárbaros, de taparrabos, propios de las salvajes ‘republiquetas bananeras’ de antaño.

Catilinaria, antípoda del excepcional, enjundioso, conciliador y propositivo discurso -de tono republicano- del disruptivo y talentoso Presidente, primer sorprendido con la enmascarada cháchara, que sirvió de telón, al apremiante y generoso llamado a la reconciliación, a la unión, de cara a restablecer -más temprano que tarde- la confianza, que permita “Construir país”, sin espejo retrovisor; impulsar la Economía Naranja -arte, cultura, deporte, emprendimiento, medioambiente, música, tecnología, turismo; sin extrañas tutorías, ni extravagantes monólogos, odios, represalias, revanchismos, venganzas.

Modo de apaciguar la polarización; acallar los estridentes clarines de guerra; combatir la corrupción; luchar por la institucionalidad, equidad, inclusión, pluralidad, progreso; por aclimatar la paz -que empieza por casa- necesaria, como el agua a la vida, para que haya democracia, en la maltrecha, fragmentada y resiliente Colombia; que la rescate de los envejecidos, enquistados, hirsutos: atraso, estancamiento, incultura. Propósitos en favor de los pobres, los sin voz, clamorosa y copiosamente votados, juramentados ante la enfervorizada audiencia, nacional y extranjera, que copó la Plaza de Bolívar, la que estoicamente soportó, el inclemente clima, cayéndole además encima, la brutal, desatinada y grosera andanada, del iletrado individuo -venido a más-, contradicha por la realidad.

Tragicomedia de la que escurrieron el bulto, -no por la crudeza del tiempo-, sino por el maloliente lenguaje de alcantarilla, utilizado por el cerrero y trastornado pirómano de marras, cuya temible neurosis, liberó de manera súbita y violenta, incomodando, hasta al recién entronizado Presidente. Reprochable, fanático, sectario e impune proceder, que pasará -por su pequeñez- a la historia universal de la infamia, del ridículo. Censurable actitud que, sin embargo, sobrecargó de dopamina a los autores intelectuales, que calificaron de panegírico el vulgar libelo. Ajuste de cuentas -por mano ajena- contra Santos, plagado de medias verdades, de cifras amañadas.

‘Una historia mal contada, es un asalto a mano armada’. Bajeza que atizó la hoguera iniciada en ‘El Tiempo’, con costoso aviso. Rastrera tarea que será premiada al sumiso lacayo -se asegura-, erigiéndole una estatua en mármol, en la propia histórica plaza ultrajada. Pusilánime ‘aturdidor de maleza’, de quien nadie da cuenta del presunto grado de bachiller, conquistado (1975) en el colegio Franco Británico, del que la Secretaría de Educación de Bogotá, ignora su existencia, al certificar que en dicho año, no reportó graduandos. Impostura que configura una ‘falsedad ideológica en documento público’, con implicancias penales, explotada por el impertérrito falsario, cuando llama ‘colegas’ a los periodistas verdaderos.

Para ser senador, no requería de tal trapisonda, solo intimaba -artículo 172 de la Constitución- llevar vivo treinta años. No le urgía entonces -repito-, la hipócrita acreditación; que no cubre -tampoco- su evidente y penoso analfabetismo.

La sorprendida opinión, acumuló a la criminosa imputación, la cuestionada diatriba en comento, condenada socialmente, a la espera que las autoridades judiciales, cumplan su cometido. Opinión que no sale aún del asombro, ni se explica, cómo un ‘don nadie’, de tan mala calaña, presida -para sonrojo-, el templo de la democracia, Vergüenza extendida a los cómplices que lo eligieron, aporte -uno más- al descrédito de la lastrada dirigencia, causante del desasosiego, desencanto, frustración, del burlado electorado, que carga a cuestas, a este artero y pesado fardo, materia prima de la atípica, imperfecta y vergonzosa democracia, que nos rige, y que abusivamente da cobijo, al atrabiliario, primario y venenoso sujeto de esconder.

Sus descalificados improperios, aguaron -qué duda cabe- la posesión de Presidente, opacaron la rutilante y bien vista invitación, “a un gran pacto nacional”, en busca de forjar un “futuro con esperanza”, ajeno al cínico ‘ghost writers’, que barruntó -de seguro- el censurado botafuegos, cuyo inconfundible estilo, puso al descubierto al supuesto autor, soberbio, sobreactuando y sospechoso primo asesor, abogado del ‘Patrón del mal’, cuya maligna influencia sobre el exaltado bufón, es innegable, quien interpretó -en su sentir- “al pueblo uribista que votó mayoritariamente por el presidente Duque”.

Mentecato, que agotó los adjetivos del diccionario, para encumbrar al exultante consueta-mandadero, por el trabajo de zapa consumado, a nombre de los hipotecados halcones.

Bogotá, D. C. agosto/2018

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