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P
rimera-. Crece el clamor en contra de la suspensión del Parlamento, sin precedentes en la historia reciente del Reino Unido, ha provocado una ola de indignación en el paísordenada el por la reina Isabel II, a petición del ejecutivo conservador, cuyo equipo, se debate entre el uso de la ironía y la defensa de la legalidad de su decisión para contrarrestarlo. El hoy ministro de Relaciones, se empleado ayer en descalificar como una «nube de algodón azucarado», las protestas de todos aquellos que se han referido a la maniobra del Primer Ministro Boris Johnson como un «escándalo constitucional» (entre otros, el presidente de la Cámara de los Comunes, el exministro de Economía de May, el exabogado general del Estado, o la ministra principal de Escocia, Nicole Sturgeon.
«Que cambien el Gobierno o que cambien la ley», ha retado el alto funcionario, a todos los que se oponen a un Brexit sin acuerdo, y que dejen de «rechinar los dientes» y muestren algo de «valentía y agallas». ¿Es legal la medida de Johnson sobre el cierre del Parlamento británico? Solo lo alivia al ejecutivo, la falta de coordinación entre la amalgama de intereses contrarios a Johnson: los laboristas contra los liberales demócratas, los conservadores contrarios a un Brexit salvaje, contra los compañeros de filas que solo desean que la salida de la UE se haga de un modo ordenado o los conservadores en general contra cualquier solución liderada por un político tan poco popular como el líder de la oposición, el laboralista, Jeremy Corbyn. Algo más de 1,4 millones de ciudadanos han firmado ya una petición para que se eche atrás la decisión de cerrar el periodo de sesiones y dejar Westminster inactivo durante cinco largas semanas, en un momento crucial para el país: el 31 de octubre es la fecha fijada -en forma de ley- para el Brexit, y si nada cambia, el Reino Unido abandonará la UE, de forma automática y sin ningún tipo de acuerdo con Bruselas.
Segunda-. Crisis que ha pasado a decisión de los jueces, si se toma en cuenta que el asunto llegó ya a los tribunales.
Los nacionalistas escoceses han pedido una revisión judicial de la orden de suspensión del Parlamento, como lo ha hecho igualmente la conocida empresaria, Gina Miller, que en su momento logró una gran victoria legal al forzar al Gobierno a someter al Parlamento la decisión de poner en marcha el proceso de salida de la UE. Muchos expertos dudan que los jueces estén dispuestos a cuestionar una de las escasas prerrogativas reales de las que aún dispone la Reina, como es la posibilidad de concluir el periodo de sesiones. En subsidio, lo que sí podrían -se adelantó- es cuestionar el consejo o petición hecha por Johnson a la Monarca.
Se han aireado las estrategias: a)-. Paralizar el proceso legislativo, en uso del filibusterismo (alargar eternamente los debates de acuerdo con las normas parlamentarias) cuando el texto llegue a la Cámara de los Lores. B)- Retrasar sine die la petición de sanción real de cualquier resolución, un último paso que corresponde al Gobierno y sin el cual la ley no entra en vigor. c)-. Impetrar la moción de censura que retiraría al Gobierno la confianza del Parlamento, lo que supondría el adelanto de unas nuevas elecciones generales, que el Primer ministro está convencido poder ganar.
Tercera-. El «Trump tropical», Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, es un hombre que no deja títere con cabeza, ataca a la prensa, a los «comunistas» de la oposición y a las ONG, a las que acusa de estar detrás de los recientes incendios en la Amazonía para perjudicar la imagen de su gobierno, quien se mofa -de paso- de la diferencia de edad entre Macron y su mujer.
A sus 64 años, en definitiva, Capitán del Ejército en reserva que en sus tres largas décadas de carrera política, solo ha conseguido aprobar dos proyectos de ley, Ha dejado claro en sus escasos nueve meses en el poder, que gobierna con la lógica militar de amigo-enemigo.