El Manglar contra la Civilización

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Por Eduardo Padilla Hernández.

Abogado.  Presidente Asored Nacional de Veedurías*.

eduardopadilla@hotmail.com

A las orillas de los dos océanos que bañan el territorio colombiano, crecen los Manglares, esos intrincados “bosques” de árboles frondosos, con raíces enredadas que penetran en las aguas marinas y cuya sombra es el hábitat de decenas de especies de peces y mariscos. Este ecosistema se caracteriza por permitir la convivencia del mar con los ríos, confluyendo el agua dulce y salada de manera tal que se generan las condiciones óptimas para el desarrollo de las especies de fauna y flora tan características de estas zonas.

Junto con Méjico, Brasil, Nigeria, Indonesia y Australia, Colombia comparte una rica población de especies de manglar que tanto en el caribe como el pacífico son fuente de riqueza ambiental y económica para las poblaciones asentadas en sus alrededores, con una extensión de 284 mil hectáreas aproximadamente.

Por supuesto este ecosistema, unos de los cinco más productivos sobre la faz de la tierra, se ve continuamente afectado por la intervención antrópica desmedida. Los principales problemas a los que se enfrenta este rico ecosistema son:

  • Desecamiento por la construcción de obras civiles para ampliación de la zona continental con fines económicos para el sector hotelero, de infraestructura entre otros; o para ampliar la frontera agrícola de grandes extensiones ganaderas.
  • Aprovechamiento forestal descontrolado pues las poblaciones aprovechan la rica madera del Mangle para la consecución de madera y leña
  • Contaminación por derrames de petróleo y otros materiales tóxicos
  • Intervenciones humanas que intervienen en las corrientes y que causan hipersalinidad del ecosistema.

Cuando los ecosistemas se ven afectados de manera tan severa, que se exponen a la extinción, también junto con ellos perdemos servicios para la conservación de la vida humana. Pareciera lógico pensar que, si nuestra cultura se ha beneficiado del aprovechamiento del manglar, debería entender que su conservación y protección hace parte del aprovechamiento sostenible que garantice el acceso a sus recursos por más de una generación.

Pero no solo dependemos del manglar para el aprovechamiento de los múltiples recursos que provee, los manglares además permiten controlar las inundaciones y mantener nivelado el C02 en la atmosfera.

El 26 de julio se conmemora el día del manglar en Colombia, como una estrategia para llamar la atención en la importancia de la conservación y preservación del ecosistema. En nuestro país, existen nueve especies de manglar y más del 30% han sido extinguidos.

No obstante, cuando en un gran número de países se ha condicionado su aprovechamiento, en Colombia mientras que, por un lado, en la fecha del día del Manglar se realizan eventos públicos y se publican lindas cartillas, por el otro estamos atentando directa y conscientemente contra el ecosistema. Ejemplos claros hay de sobra: entre Cartagena y Barranquilla se priorizó por encima del manglar, la construcción de un viaducto que pretendía mejorar el acceso y la comunicación entre estas dos ciudades capitales, sin embargo, con la obra de infraestructura se impactó en el flujo de las aguas del manglar y como consecuencia hoy se está muriendo. Mismo caso presentado entre Tolú y Coveñas.

Y así mismo podemos hablar de una interminable lista de territorios que poco a poco ven como, con la bendición de las administraciones locales y regionales, sus manglares se van extinguiendo, en Canal del dique, en San Andres, Archipielagos del Rosario, entre otros.

Cuando el Constituyente de 1991 dejo plasmada la autonomía de las instituciones que tuvieran a su cargo la protección del medio ambiente, buscaba un sistema de pesos y contrapesos en donde no fuera nuestra riqueza natural la que se diera a la lucha contra el desarrollo, sino que se propendiera por que este desarrollo fuera sostenible. Pero hoy, luego de mas de 25 años de la puesta en marcha de las autoridades ambientales, vemos como la naturaleza ha perdido la batalla contra la civilización.

Por supuesto que tenemos reglamentado en el papel la protección de estos ecosistemas, las Resoluciones 1263 del 11 de julio del 2018, guía de restauración de los manglares, 1602 del 21 de diciembre de 1995, que dicta medidas para la sostenibilidad de los manglares y la convención de RAMSAR para la protección y conservación de los humedales de importancia internacional y sus recursos, son algunos ejemplos de la letra muerta que sirve de excusa para decir,  que si se protege al ambiente.

No se trata de una oposición al desarrollo, ni tampoco de una visión contemplativa de nuestra naturaleza, pero se ha demostrado con proyectos sostenibles, que podemos convivir con nuestros recursos naturales generando un bajo impacto y procurando la conservación. Con proyectos ecoturísticos en diferentes partes del país, se evidencia que cuando hay compromiso institucional la naturaleza no pierde en la batalla contra el hombre, al contrario, genera vida y dignidad para los habitantes.

Lo que hoy se considera civilización desde una buena parte de nuestros gobiernos locales y regionales, nos esta constando la existencia y mientras que se prefiera el concreto a la naturaleza, el manglar esta condenado a perder en la guerra contra la civilización.

Magíster en Derecho Ambiental y profesor de la materia*.

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Eduardo Padilla Hernández
Eduardo Padilla Hernández

Abogado, Columnista y Presidente Asored Nacional de Veedurías


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