La amenaza de Gustavo Petro: expropiación

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Bernardo Henao

Por Bernardo Henao Jaramillo 

Abraham Lincoln expresó “Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”, pensamiento que resulta aplicable a lo sucedido al interior del Congreso de la República, en la Comisión Primera, hace tres días, cuando el senador Gustavo Petro sorprendió a los colombianos con una irrazonable propuesta, la compra de las tierras directamente del expresidente Uribe, único propietario que mencionó, utilizando, como siempre, un sofisma de darles un “uso productivo” y que en ellas se pueda “producir comida”. Valga indicar que, hasta donde se conoce, dichas propiedades, lícitamente adquiridas no están en venta.

El por qué de su planteamiento no tiene otro objetivo que reversar su caída en las encuestas, por lo que sólo atinó a tratar de reinventarse políticamente acudiendo al populismo que le es propio y a través del cual quiere alebrestar los ánimos, encausando el odio que acostumbra destilar, dejando conocer equivocadamente que la tierra dizque está en manos de un “pequeño grupo de personas” en un 70%,  cuando la realidad es totalmente diferente. “Miente, miente, que algo queda” (Churchill), por lo que es importante desvirtuar esas manifestaciones inexactas y tendenciosas para que no logren el objetivo de desviar la verdad.

Basta señalar, por ejemplo, al autor Julián García en su texto Evolución de la Distribución de las Fincas Cafeteras. En hacía una regionalización de la caficultura colombiana precisa que “El análisis de los cambios ocurridos en la distribución del suelo entre el Censo Cafetero de 1970 y la Encuesta Nacional Cafetera (ENC) de 1993-1997 que a la par que el área de la zona cafetera pasaba de 4.4 millones de hectáreas en 1970 a 3.6 millones en 1997, el área cultivada con café se reducía de 1.05 millones de hectáreas a 869 mil. De manera paralela, en el mismo lapso, el número de fincas se incrementó de manera sorprendente, al pasar de 297 mil en 1970 a 668 mil en 1997. En consecuencia, el tamaño medio de las fincas cafeteras paso de 14.8 hectáreas a 5 hectáreas, mientras que el tamaño medio de los cafetales se redujo de 3.5 a 1.3 hectáreas”.

De otro lado, la afirmación del mencionado congresista no tiene sustento alguno, en cambio, ignora estadísticas en punto a la participación de la ganadería colombiana en el PIB Nacional.

Fedegan, gremio que aglutina los ganaderos, quienes benefician a más de seiscientas mil familias en la explotación lícita de sus tierras, indica: “las cifras recolectadas durante los ciclos de vacunación del Programa Nacional de Erradicación de la Fiebre Aftosa, arrojaron para 2016 un poco más de 512 mil predios con presencia de bovinos en el país. – Del total de predios, el 67.1% (343.523), tiene menos de 25 animales por predio. Dentro de este rango se inscribe la producción lechera minifundista de trópico alto, que se puede calificar como pequeña ganadería o ganadería de subsistencia inclusive, pues el 43.6% está en el rango de menos de 10 animales por predio.  El 31.5% de los predios alberga entre 26 y 500 animales por predio, de lo cual se puede inferir la existencia de una significativa clase media ganadera que ocupa 161.265 predios”.

Empero, no se refiere el congresista a los Resguardos Indígenas, los que hoy tienen 28.9 millones de hectáreas, en su gran mayoría improductiva, pretendiendo hacerse a más tierra, como sucede en el Cauca y en otras regiones del país, cercanas a la frontera con otros países. Esa cifra traduce que esos resguardos poseen el 25.3% de hectáreas del total nacional, cantidad muy superior a la que pretende comprarle al expresidente Uribe. Lo grave del asunto no es la gran cantidad de tierra en poder de las comunidades indígenas, sino que, por razones históricas por completo discutibles, además de no aportarle a la productividad del país, gozan de especiales protecciones, entre ellas, son inalienables, imprescriptibles e inembargables y para aquellos que quizás no lo sepan, están exentas de la norma fiscal que se tiene en el resto del territorio nacional para los demás propietarios.

Es oportuno informarle al senador demagogo que el censo indígena del DANE 2019 dejó saber que hay una población de 1.9 millones de personas que se identifican en esa colectividad. Traducido en cifras, en la práctica, se concluye que sobre el total de tierra que tienen y poseen los resguardo le corresponden a cada indígena  15.1 hectárea, lo que significa que, en esos territorios asignados a esas comunidades administradas por sus Cabildos, se está por encima del indicador de tierra promedio para cada colombiano que es tan sólo de 1.8 hectáreas. ¿Será que también propone el mencionado candidato la adquisición de esas extensiones para darles un uso productivo?

Tanta labia engañosa de Gustavo Petro, para disfrazar de interés general su interés particular, lo llevó a utilizar trajeadas frases como que la “mayoría de la tierra está en manos de un pequeño grupo de personas”, mensaje que llega por sus redes a tantos colombianos que o no tienen el tiempo o les da pereza documentarse sobre esas afirmaciones temerarias, para ver que no son realidad y que, por el contrario, dan paso a narrativas fake o falaces, que tanto daño le hacen a la democracia en nuestro país y en otros del hemisferio.

Como se aprecia de la tenencia de hectáreas en la región cafetera, ganadera y de los resguardos indígenas la distribución de la tierra está en muchas manos y familias, pero lo que esos destinatarios del mensaje mentiroso deben es dar la lectura correcta al decir del sofista senador; su interés en el fondo es afectar el aparato productivo, perjudicar la producción agrícola y ganadera y, por supuesto, crear el caos económico para imponer su particular visión política.  Si de sana lógica se tratara su propuesta se ha debido encauzar hacia las tierras improductivas de los resguardos, el despojo por los grupos subversivos a los campesinos y su desplazamiento; pero no, su ideario, al igual que en vecinos países, es ponerle el ojo a las tierras trabajadas, fértiles y productivas, que generan positivos ingresos para la economía nacional.

Toda esa clase de manifestaciones son medidas y calculadas. Como lo destaca en el libro que por estos días lanzó, es innegable su amistad con Hugo Chávez, promotor de la política que hoy tiene en crisis a Venezuela. Sería menester repasar la revista Dinero del 27 de junio de 2003, cuando quedó claro que fungió como vocero y uno de los más cercanos asesores de Chávez en el nuevo modelo que se estaba gestando en Venezuela.

Despertemos, ese modelo llevó a dar curso a la expropiación de sus mejores bienes, tierras y desde luego de su aparato productivo. La consigna del nuevo socialismo del siglo XXI, mal llamado progresismo, es la total pauperización del país, claro ejemplo es lo ocurrido en Venezuela, que ocasionó la migración de más de 6 millones de habitantes obligados a salir de su país para buscar medios de subsistencia para sí y para alimentar a los suyos e impedir que muriesen de hambre o se alimentaran de la basura, como ya se sabe acontece en el vecino país.

Lo realmente peligroso de Gustavo Petro no es que su discurso tenga adeptos, sino que éstos no se ilustren sobre la veracidad del mismo. Sin embargo, quienes nos oponemos a él y a sus propuestas nos fundamos en el convencimiento, por conocimiento, de que con él en el poder la economía y la democracia colombiana están más que en peligro, llegando hasta desaparecer como pasó en Venezuela.

La amenaza que se cierne, entre otras, sobre la propiedad privada, nos impone unirnos en su defensa, al igual que seguiremos insistiendo en la urgente necesidad de adelantar el programa de aspersión aérea contra los cultivos ilícitos que superan las doscientas mil hectáreas en el territorio nacional y proveen los recursos a las distintas fuerzas desestabilizadores interesadas en afectar el agro nacional, sembrando caos y destrucción. Analicemos concienzudamente hoy quién nos debe gobernar, para no arrepentirnos en el mañana, cuando ya nada puede hacerse.

Creo oportuno acompañar a esta columna el video de respuesta que se acaba de conocer entregó el expresidente Uribe el riesgo al que le expone el cobarde senador.

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Bernardo Henao Jaramillo
Bernardo Henao Jaramillo

Abogado e investigador


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