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Colombia, Noruega y el Atlantic Council: Vendiendo “la paz” a Estados Unidos

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El relato que ofrece el Atlantic Council sobre Colombia, así como la influencia que proporciona al gobierno de Santos, se parece más a la labor de una firma de cabildeo que a la de un think tank.

Cuando, el pasado 2 de octubre de 2016, los votantes colombianos rechazaron en un plebiscito el acuerdo de paz firmado por el gobierno de Juan Manuel Santos y el grupo narcoterrorista FARC, los observadores estadounidenses se sorprendieron. La mayoría de los medios y de la opinión pública de este país suponían que los colombianos acogerían el acuerdo, pero cuando los colombianos finalmente tuvieron la oportunidad de decidir, sólo un 17% del censo electoral votó a favor. ¿Cómo llegó a estar tan equivocada la opinión de los estadounidenses? La respuesta está, en parte, en los think tanks (centros de pensamiento) y su inquietante costumbre de vender influencia a naciones extranjeras.

Un ejemplo de lo anterior es el Atlantic Council, un think tank con sede en Washington que se ocupa de asuntos internacionales y que en su página web proclama que desarrolla políticas mediante sus documentos, ideas y comunidades. Disfruta de buena reputación: en 2015 ocupó el puesto 16 entre los think tanks estadounidenses en el índice del informe global sobre think tanks de la Universidad de Pensilvania. No obstante, al menos desde 2014 buena parte de los “conocimientos” que ofrece el Council acerca de Colombia provienen del consultor político Miguel Silva, quien en 2015 comenzó a ejercer como senior fellow (experto de alto nivel) no residente del think tank. Lo preocupante es que en ese mismo periodo Silva era un importante asesor de imagen y comunicación del presidente Juan Manuel Santos, una labor que no se menciona en ninguno de los documentos del Atlantic Council. (1)

Las actividades de Silva, en forma de discursos, informes y artículos, alcanzaron sistemáticamente dos objetivos: promover el acuerdo de Santos con las FARC y desprestigiar y atacar cualquier tipo de oposición, todo ello con base en la falsa legitimidad que le otorga su condición de senior fellow del Atlantic Council.

Así, en junio de 2014 Silva fue el principal experto en un acto promovido de forma conjunta por el Atlantic Council y Diálogo Interamericano –otro think tank con sede en Washington– llamado “El enigma colombiano: predicciones para la carrera presidencial”. En un artículo publicado por el Atlantic Council, Silva aseguró que “… los continuos ataques del ex presidente Uribe afectaron a la capacidad de Santos de gobernar el país al distraerlo de su función”. Pero la audiencia estadounidense se engañaba si esperaba la opinión de un experto objetivo en asuntos de la región. En los documentos del acto no se reveló que Silva era, de hecho, un importante miembro del equipo que trabajaba por la reelección de Santos, encargado de elaborar el mensaje de campaña desde su concepción. (2)

Miguel Silva (Photo La Silla Vacía)

En un artículo de marzo de 2013 del portal de noticias La Silla Vacía titulado “Con un mensaje de unidad, Santos alinea su gabinete para la reelección” se describe a Silva como “el nuevo asesor ad honorem del gobierno para la comunicación estratégica. En dicho artículo se alude a un “retiro” de un día en el que el presidente dirigió a su equipo de reelección un nuevo mensaje: “unidad dentro del gobierno […], y unidad como diferenciador frente a los opositores, que agitan y dividen”. Según el artículo, Silva dedicó la mañana a entrenar las habilidades oratorias de los miembros del gabinete. (3)

El mensaje de “unidad” que Silva ideó para la campaña de Santos fue el mismo que empleó en sus intervenciones e informes para el Atlantic Council, y lo mismo ocurrió con la descripción de los opositores como “divisionistas”.

Cuando el jefe de propaganda de Santos elaboró el informe sobre Colombia de 2015 del Atlantic Council titulado “Hacia la paz y la prosperidad. El milagro colombiano” mantuvo el mismo mensaje. Como sugiere en el título, Silva desarrolla la idea de que los logros de Santos y las negociaciones de paz han dado lugar a un “milagro”. Aplicando la consigna previa, asegura que el “milagro” “es posible cuando se hace del consenso una prioridad nacional”. Afirma que “una mayoría de colombianos apoya el proceso de paz”, lo cual es inexacto, pero añade que “la oposición ha sembrado una desconfianza generalizada en las negociaciones”. Para hacer hincapié en el punto principal, termina señalando que la perpetuación de la división política es “una amenaza”. (4)

El informe también descalifica a los colombianos. En sus recomendaciones, Silva les propone esto a los responsables políticos estadounidenses: “Los Estados Unidos y sus aliados no deben desentenderse ahora de esta cuestión, ni dejarla en manos de los colombianos”.

En un artículo publicado en diciembre de 2015 en el U.S. News and World Report y titulado “Respaldar el milagro colombiano”, Silva, escribiendo de nuevo como miembro del Atlantic Council, promueve las negociaciones de Santos con las FARC y se atiene a la fórmula: describe el gobierno de Santos como un constructor de consensos y descalifica a la oposición como generadora de división. “El consenso que dio lugar al milagro colombiano puede colapsar hoy a causa del ambiente cada vez más polarizado y envenenado por el debate sobre la paz”, escribió. (5)

“El milagro colombiano”, ‘informe’ de Miguel Silva

Permitir a un encargado de la estrategia de comunicación de un gobierno extranjero promover una agenda específica mientras posa de experto e investigador de un think tank es antiético, por decir lo menos. Pero es mucho peor. Silva no sólo ayuda a formar la opinión estadounidense sobre los acuerdos entre Santos y las FARC mediante sus intervenciones e informes, sino que, junto con otros colombianos, tanto funcionarios como promotores de dichos acuerdos, tiene acceso a influyentes políticos y funcionarios estadounidenses gracias al Atlantic Council.

Así, en 2015 Santos obtuvo el Global Citizen Award que otorga el Atlantic Council. Según la página web de este think tank, la cena de premiación “convocó una importante reunión de medio millar de altos líderes gubernamentales, empresariales, militares, periodísticos y de la sociedad civil de todo el mundo”. De hecho, el premio se lo entregó el vicepresidente Joe Biden.

Antes de eso, Santos y otros promotores de sus acuerdos de paz han sido huéspedes y conferenciantes en numerosos actos que organiza el Atlantic Council para favorecer dichos acuerdos y proveer acceso a importantes personajes públicos estadounidenses. Por ejemplo, en diciembre de 2013 Santos acudió a una cena extraoficial organizada por dicho organismo junto con importantes políticos entre los que se contaban el general Colin Powell, el secretario de Comercio Penny Pritzker, el representante Eliot Engel, el miembro de más alto rango del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara y el representante Gregory Meeks, un miembro del Subcomité del Hemisferio Occidental de la Cámara. Según la página web del Atlantic Council, el tema era “el gran éxito de Colombia y su trayectoria futura”.

El relato que ofrece el Atlantic Council sobre Colombia, así como la influencia que proporciona al gobierno de Santos, se parece más a la labor de una firma de cabildeo que a la de un think tank. Ésa es una línea divisoria que esta entidad ha desdibujado antes y que fue objeto de una investigación del New York Times en 2014 titulada “Potencias extranjeras compran influencia en los think tanks”. (6)

Como parte de su investigación, el New York Times publicó documentos, folletos y cartas que el Atlantic Council envió al gobierno noruego y a la petrolera estatal Statoil recabando fondos y explicando lo que podrían esperar de sus donaciones. El “Council” manifiesta explícitamente que altos niveles de aportes financieros conducen a altos niveles de relación e influencia, incluyendo labores de interlocución y oportunidades de encuentros con funcionarios del gobierno.

El periódico también incluye esta cita de un informe interno encargado por el Ministerio de Asuntos Exteriores noruego en 2012: “En Washington es difícil para un país pequeño obtener acceso a políticos, burócratas y expertos importantes. Financiar think tanks influyentes es una forma de obtener dicho acceso, y algunos think tanks manifiestan abiertamente que sólo pueden proveer ese servicio a gobiernos extranjeros que les proporcionen fondos”. En la lista de los think tanks que recibían recursos de Noruega en ese momento se contaba el Atlantic Council. El motivo del apoyo figuraba dentro del rubro “Paz y reconciliación”. (7)

¿Qué tiene esto que ver con la relación de Colombia con el Atlantic Council? Los documentos del think tank revelan que las labores de interlocución y el acceso son las recompensas del apoyo financiero. Y si bien Colombia no hizo donaciones al organismo, Noruega, que también toma parte en las negociaciones de paz, sí lo hizo. Este país es uno de los dos garantes de las negociaciones de paz entre Colombia y las FARC que tienen lugar en La Habana y un nuevo actor en el mercado petrolero gracias a licencias de exploración en aguas profundas otorgadas por el gobierno colombiano a Statoil en 2014. Según la lista de donantes del Atlantic Council, en 2015 Noruega les donó entre 100.000 y 249.000 dólares, mientras que Statoil aportó entre 25.000 y 49.999. (8)

Si se examinan con atención las encuestas hechas en Colombia a lo largo del año, queda claro que la mayoría de los colombianos tienen objeciones a los puntos principales del acuerdo de paz: impunidad para terroristas, y elegibilidad para los responsables de décadas de atrocidades. La comparación entre la imagen exterior de Santos como “hombre de paz” y sus pésimos indicadores de favorabilidad en su país, siempre entre los más bajos de la región, sugiere una clara falta de correspondencia entre la propaganda que acompaña al proceso de paz en Estados Unidos y su percepción en Colombia. Pero nadie presta atención, y las instituciones a las que los políticos y los medios se dirigen para buscar conocimientos objetivos e investigación académica son precisamente las que promueven la agenda de Santos.

La relación entre Colombia, Noruega y los think tanks estadounidenses y la legalidad de dichas relaciones se analizarán en la segunda parte de esta serie.

Por Lia Fowler
@lia_fowler
Octubre de 2016

*Lia Fowler es periodista estadounidense y ex agente especial del FBI.

() Vea las referencias de este artículo AQUÍ.

Tomado de periodismosinfronteras.org

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