La politización de nuestra justicia

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El gran filosofo y pensador francés Montesquieu creador de la teoría de la separación de poderes, la cual cimienta en gran parte las constituciones modernas de las democracias occidentales del mundo occidental; debe estar retorciéndose en su tumba al ver la situación actual de nuestro país, en donde en un verdadero cóctel molotov se han traslapado funciones los tres poderes públicos, dando como resultado una situación muy crítica.

En  la constitución del 91 se le otorgo funciones electorales a la rama judicial de nombrar altos funcionarios del estado como procurador, fiscal, registrador y contralor; e igualmente le entrego al poder legislativo y ejecutivo las funciones de nombrar magistrados de las altas cortes, lo que nos conllevo a la situación actual de politización de la justicia de las altas cortes, llevando las peores practicas de la política a la rama.

Las cuales el magistrado Pretelt al sentirse acorralado por la opinión pública, utilizo la vieja táctica de enlodar a todo el sistema para hacerse ver como una simple rueda más dentro de la descomposición reinante; juego en el cual no nos podemos dejar caer; pero lamentablemente nos mostro de viva voz la cruda realidad de las malas prácticas de las altas cortes en Colombia desde que se han politizado: El nombramiento de personas sin los mayores condiciones éticas y académicas en donde se privilegian las relaciones y padrinos políticos, para alcanzar la elección se paga el voto a favor con el nombramiento de familiares o recomendados, la silla giratoria pasando de una corte a otra o simplemente al terminar su magistratura continúan litigando ante la misma corte utilizando sus contactos, y legislar bajo intereses particulares o corporativos a cambio de comisiones.

La solución no es acabar con las altas cortes ni mas faltaba, han contribuido significativamente al desarrollo y mantenimiento de nuestro estado de derecho y han hecho posible alcanzar trascendentales conquistas para todos los colombianos y las minorías que sin ellas nunca se hubieran podido adquirir, eminentes colombianos han pasado y aun están en ellas; precisamente por todo lo que representan para nuestro éxito como nación y democracia se deben hacer verdaderos cambios estructurales en su composición, elección, funciones, ejercicio y control, no es con un simple maquillaje. Si Colombia quiere realmente alcanzar la paz verdadera y sostenible, el desarrollo y competitividad como país debe tener una justicia con credibilidad, eficiencia y transparencia incólume.

 Por Carlos Patricio Eastman Barona

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