No estamos listos para el posconflicto

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Los recientes anuncios del Gobierno sobre avances en el proceso de paz con la guerrilla y la fecha del 16 de diciembre de 2015 para dar inicio al cese el fuego bilateral, plantean muchos interrogantes frente al inminente final del conflicto armado. ¿Qué tan preparado está el país para un eventual posconflicto? Los expertos en negociación coinciden en señalar que las instancias finales son los momentos más críticos de un punto de encuentro.

En el caso Colombia, aún quedan muchas cosas por definir. Históricamente, otras negociaciones han dejado importantes experiencias que valdría la pena revisar. Múltiples analistas recomiendan tener presente el caso de Irlanda del Norte y el acuerdo del “viernes santo”. Ese complicado posconflicto se desarrolló en medio de una gran tensión, ya que por años no hubo claridad en el tema de dejación o entrega de armas. La paz se firmó, pero el IRA mantuvo por años las armas, en una especie de “extratiempo” del conflicto. ¿Qué ocurrirá con las armas en el caso de la guerrilla colombiana?

De otra parte, el Gobierno no tiene plan B si el proceso de refrendación de los acuerdos falla por voto negativo o por umbral. No hay certidumbre sobre el proceso de reparación de las víctimas. Expertos en posconflictos hablan de la necesidad de aclarar este tema de manera urgente. No hay detalle o alcance del mecanismo de financiación del posconflicto. ¿Subirán el IVA a 18%, 20% o 22%? Esto puede llevarnos a un escenario macroeconómico de inflación de doble dígito y recesión. No sabemos cómo la guerrilla va a devolver los bienes producto de su participación, cualquiera que haya sido, en la cadena de narcotráfico, especialmente cuando esta semana quedó en evidencia su vínculo con la organización del “Chapo” Guzmán. ¿Pagarán unos años de cárcel y luego a disfrutar de lo que consiguieron ilícitamente?

Tampoco hay claridad sobre Justicia Transicional, el alcance y su compatiblidad con acuerdos internacionales como el Tratado de Roma. Por fortuna, le quedan pocos meses en el cargo al cuestionado, desprestigiado, caricaturesco y terco fiscal general Eduardo Montealegre. El funcionario ha sido más un problema que una ayuda para entender este tema, pues es difícil saber cuándo expresa la posición de la Fiscalía, cuándo está especulando, opinando o hablando con el deseo. No hay claridad en las reglas de juego.

El mensaje social para nuestros jóvenes y niños es también ambigüo. Los que delinquen y cometen actos de terrorismo, al final pueden ser perdonados. Los que se portan bien, estudian, trabajan y luego pagan impuestos, no siempre reciben los beneficios del Estado. Como está quedando el acuerdo de paz, parecería que se privilegia a los que se portan mal y que no hay diferencia entre víctimas y victimarios en algunos temas.

Es evidente también que Colombia está dividida frente a la forma de llegar a la paz. No se entiende cómo, si hay posibilidad de sentarse a negociar con criminales, terroristas y violadores del DIH, no se logre hacerlo con alguien que no lo es. El ejemplo más claro es la falta de voluntad de paz real entre Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe. Si los dos últimos presidentes, que juntos lograron diluir el potencial militar de la guerrilla para tenerla negociando, no son capaces de tomar un tinto juntos, ¿qué se puede esperar del resto de la sociedad? Las diferencias políticas no pueden estar por encima de la paz de Colombia. Ambos van a tener que bajarle al ego y la vanidad.

Lo más grave es que las familias colombianas tienen muy arraigado el tema de violencia como forma de solucionar problemas. El Gobierno está en mora de realizar una campaña de sensibilización para que la paz llegue a cada hogar. El intento de “Soy Capaz” salió mal, pues se descubrió que los empresarios fueron inducidos a participar y que no fue algo espontáneo. Aún falta mucho camino y condiciones necesarias para un real escenario de posconflicto. Estamos muy crudos.

Por Jorge Hernán Peláez

Tomado del diario La República

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