¡Monseñor Pimiento y el ‘Festival de Teatro de Manizales’!

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Por mario arias gómez.

Bogotá, D. C. febrero de 2019

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reguntará el lector: ¿Qué tiene que ver Monseñor José de Jesús Pimiento Rodríguez, con el Festival?, fuera de los reparos morales que ha suscitado a la iglesia, que lo ha apreciado, alejado de las ‘sanas costumbres’, libertino, parcializado, crítico de statu quo, nada de lo cual tiene qué ver con esta inédita nota histórica, que referiré más adelante.

Resalto previamente, que el apreciado y acatado pastor, rebosante, felizmente lúcido, cumple hoy su centenario de vida, y a pedido de los suyos, lo celebrará oficiando la eucaristía, en su natal Zapatoca, Floridablanca y San Gil. Caldas agradecido, espiritualmente acompaña al hijo menor -de cinco-, de Agustín y Salomé, que alegró su hogar, el 18 de febrero de 1919.

Ordenado sacerdote, el 14 de diciembre/1941, para su diócesis de origen, Socorro y San Gil, por Monseñor Ismael Perdomo, Arzobispo de Bogotá. Preconizado Obispo (36 años) titular de Apollonis y Auxiliar de Pasto, por Pío XII, el 14 de junio/1955; ordenación episcopal efectuada en la Catedral Metropolitana de Bogotá, el domingo 28 de agosto siguiente, siendo Obispos consagrantes, el señor Cardenal Crisanto Luque, y los Monseñores, Emilio Botero y Pedro José Rivera.

Promovido el 23 de mayo/1975, a la Sede Arzobispal de Manizales, donde recibió el palio como Arzobispo y ejerció su ministerio pastoral, durante 21 años, hasta su retiro. Cumplida la edad canónica límite, renunció en 1995, aceptada por Juan Pablo II, el 15 de octubre/1996. En 2005, celebró, solemnemente, sus ‘Bodas de Oro Episcopales’, en su Manizales del alma, que emocionada lo declaró, Arzobispo Emérito.

Durante el consistorio rojo del 14 de febrero/2015, el papa Francisco lo elevó, a Cardenal -no elector- (por superar los 80 años de edad), presbítero con el Titulus de San Juan Crisóstomo en Monte Sacro Alto. El 28 de febrero de 2015, recibió de manos del cardenal Arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar, el birrete, anillo cardenalicio, y el pergamino con el Título, ceremonia presidida por el Primado de Colombia y el Nuncio Apostólico, Monseñor Ettore Balestrero.

En su ejercicio episcopal, participó como padre conciliar, en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II. Desde 1972, hasta 1978, fue Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. El noveno Purpurado en la historia eclesiástica colombiana. Su lema heráldico: ‘Vivere Christus Est’ -La vida es Cristo- (Filipenses 1,21).

El martes tres de julio/2019, recibió de la Asamblea General Ordinaria del Episcopado Colombiano, el título de Miembro Honorario de la Academia Patriótica Nacional, Antonio Nariño. Es el obispo más veterano (no el más viejo) del mundo, y el cardenal de mayor de edad.

El por qué la correlación. Fungía como Director del ‘Festival Internacional de Teatro’ (plagiado por Bogotá), Carlos Ariel Betancur -alma bendita-, incomparable amigo, reconocida autoridad en el ‘mundo del teatro’, invitado obligado de todos los más importantes Festivales, donde solícito llegaba escoltado por la novelesca, ‘Luchita’, quien anda -como algunos cofundadores- rumiando, nostálgicos, el pasado.

Unido a la original pareja, coprotagonizamos este oculto epigrama, que desgloso del apolillado y estropeado equipaje memorioso de las evocaciones. Ante la franciscana pobreza del Festival, cualquier día, fui contactado por la inigualable Luchita, de la necesidad del Festival, de adquirir un moderno y costoso equipo ‘cuadrofónico’, requerido para uno de los grandes grupos de teatro participantes. Salimos para ‘San Andresito’ (Bogotá), meca entonces del contrabando, donde se encontraba de todo, menos -para desencanto- el sonido buscado, solo la dirección en Miami del distribuidor, y la oferta de proveerlo por el correo de las brujas, a un costo inalcanzable para el magro Festival.

Con los requirentes partimos, en búsqueda de un tal ‘manuelito’ -funcionario de Aerocivil-, que manejaba los hilos ‘non sanctos’ del aeropuerto. Ante el coqueto lloriqueo y ‘matadas de ojo’, irresistibles, de ‘Luchita’, el embobado, accedió agenciar la ilegal urgencia. Se convino que Carlos Ariel, viajara a hacer la compra, que el personaje se encargaba de introducirlo. El dinero solo alcanzaba para el pasaje y compra, sin dormir, debía regresar con el encargo en el mismo vuelo. Antes de aterrizar, revisó el pase que presentaría al  aduanero  ‘arreglado’. Imagínense la sorpresa del novel contrabandista, al percatarse que el ‘milagroso’ santo y seña, era el pasaporte diplomático de Monseñor Pimiento.

Despavorido, espantado, horrorizado, tembloroso, sudando frío, apareció en la puerta del aeropuerto, cargado, cadavérico, su amarillo natural, fosforescente, en estado cataléptico, al borde del ‘surmenage’.

Veraz historia, que completa Monseñor, si confirma el extravío del pasaporte, o su falsificación, utilizado para estos ‘trabajitos’, a su nombre. Dios nos perdone.

Bogotá, D. C. febrero/2019.

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