No importa si el padre es famoso para bien o para mal. No importa el éxito o escándalo de su carrera profesional. Igual el momento es duro de pasar, si la persona es continuamente reseñada y asociada a los eventos de un tercero. Solo por citar ciertos ejemplos no imagino el infierno diario de los hijos de Samuel Moreno, Álvaro Dávila, los hermanos Nule, Juan Carlos Ortíz, Gustavo Petro y otros polémicos personajes. El presidente Santos envió un trino expresando las “profundas condolencias al senador Navarro y a su familia por el fallecimiento de su hijo.

Me duele el corazón por Navarro

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Cuando supe la noticia de la muerte de Gabriel Navarro Bustamante, hijo del senador Antonio Navarro Wolff, inmediatamente vino a mi mente el texto desgarrador y bien escrito de Piedad Bonett. “Dani, Dani querido. Me preguntaste alguna vez si te ayudaría a llegar al final. Nunca lo dije en voz alta, pero lo pensé mil veces: sí, te ayudaría, si de ese modo evitaba tu enorme sufrimiento. Y mira, nada pude hacer”. Así, con estas palabras cierra Bonnett su libro: “Lo que no tiene nombre”. Se trata de un fuerte y sentido testimonio sobre la muerte de su hijo Daniel quien el 14 de mayo de 2011 en Nueva York, decide quitarse la vida después de padecer por varios años de un transformo esquizofrénico.

No tiene nombre ya que es probablemente el reflejo de un sentimiento que muchos padres han experimentando cuando tienen que enterrar a un hijo. No se supone que los hijos mueran antes que sus padres. Viví en mi adolescencia dos casos cercanos que impactaron a mi propia familia y a mi círculo de amigos del colegio. Uno de mis primos, murió de cáncer muy joven y su partida devastó a toda mi familia del lado materno. El otro caso, terrible de un compañero de clase en el Colegio San Carlos, Gustavo Fernández, que decidió quitarse la vida pues tuvo miedo de enfrentar a su padre luego de recibir la noticia de que había perdido las materias del tercer grado de bachillerato. No pudo con el peso de la derrota de perder un año. La imagen de Fernández descuadernó el resto de nuestro bachillerato, y en momentos como éste, los que fuimos sus compañeros volvemos al duro momento de reflexión sobre el valor de una vida.

La etapa de la adolescencia trae dudas existenciales, momentos de sufrimiento, las primeras penas amorosas que lo marcan a uno de por vida, y las tradicionales complejidades de un momento de la vida que por su naturaleza no puede ser más que tormentoso. Cambiar de niño a adulto nadie puede decir que fue una trivialidad. Tener un padre famoso y reconocido, en el caso de Navarro puede llegar a ser un peso difícil de resistir, ya que adicional a todo lo mencionado vienen las envidias, señalamientos y comparaciones que para ciertas personas a determinada edad se vuelven inmanejables. No importa si el padre es famoso para bien o para mal. No importa el éxito o escándalo de su carrera profesional. Igual el momento es duro de pasar, si la persona es continuamente reseñada y asociada a los eventos de un tercero. Solo por citar ciertos ejemplos no imagino el infierno diario de los hijos de Samuel Moreno, Álvaro Dávila, los hermanos Nule, Juan Carlos Ortíz, Gustavo Petro y otros polémicos personajes.

Recientemente el Senador emprendió una campaña para ayudar a la Fundación CardioInfantil como conductor de taxi no solo para recoger recursos sino también para experimentar este oficio en las calles de la capital. La semana anterior en muchas entrevistas dijo que estaba recopilando experiencias para presentar un proyecto de ley que reglamentara la complicada situación que viven taxistas en el cambiante mundo tecnológico, donde el gobierno se murió del susto y señaló a algunos privados de ilegales, solo para evitar una huelga del servicio público tradicional.

El presidente Santos envió un trino expresando las “profundas condolencias al senador Navarro y a su familia por el fallecimiento de su hijo. Los acompañamos en su dolor”. El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, también expresó su solidaridad: “Lamento la calamidad familiar que está viviendo nuestro compañero de lucha democrática @navarrowolff y Marcela su exesposa. Mi sentido pésame”. Otras voces políticas de todos los partidos expresaron mensajes similares. Por primera vez se ponen de acuerdo hombres de esa actividad que se la pasan discutiendo porque sí y porque no sobre todos los temas nacionales. La tragedia de un colega los une por un día. Deberían reflexionar si ese evento extremo es realmente necesario para que la gente de la política llegue a acuerdos en este país. Queremos dizque firmar la paz con las guerrillas pero no hemos sido capaces de firmar la paz entre nosotros mismos. Ojalá esta triste oportunidad sirva para avanzar.

Ñapa: Toda mi solidaridad con Iván Mejía y Carlos Antonio Vélez. Nadie debe ni siquiera intentar censurar ni vetar a cualquier periodista. Sigan opinando, sigan denunciando.

Por Jorge Hernán Peláez
Tomado de la República
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