18 de Agosto de 1989, el dolor… (Poema a Luis Carlos Galán en el aniversario de su muerte)

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Por Julio César Vásquez Higuera.

I

 

 

“Nos dirigimos a toda la Nación, a todo compatriota

que crea en las ideas que vamos a proponer…”

Este fue tu primer llamado, Jefe,

tu invitación abierta a una gran cruzada

por la dignidad de tu patria, por su renacer…

 

Con esta proclama y la reciedad de tu tierra

irrumpiste enhiesto en un país aletargado,

carcomido por el poder de la droga maldita

cuyos tentáculos, a Colombia, habían postrado…

 

Fuiste un paladín, un valiente, un visionario

que levantó su dedo acusador, puro y franco,

que denunció sin rodeos, sin temor, con coraje

por igual, al corrupto, al politiquero, al narco…

 

“Sepulturero del partido” te llamaron, te acusaron

por pregonar, de la política, una nueva concepción,

por defender la libertad, la democracia, la justicia

por creer en tus ideas, en tu pueblo, en tu nación…

 

Líder carismático, auténtico, sin esguinces

penetraste, sin permiso, el corazón de tu gente,

tu sonrisa abierta, tu mirada límpida, tu camisa roja

te incrustaron en nuestro pasado, futuro y presente…

 

II

Pero, gran Jefe, el odio no dio tregua

y cual marea mortal te fue merodeando,

segando de paso la vida, la ilusión y la lucha

de aliados tuyos, tus amigos, de tu bando…

 

La luz de tu existencia, tu horizonte vital

fueron cobijados por negros nubarrones,

la soledad, la desprotección, la insolidaridad

sellaron tu final, gran hombre, entre los hombres…

 

Aquella noche de agosto, aquel viernes fatídico

cumpliste valerosamente tu cita con el destino,

la multitud te esperaba, te abrazaba, te vitoreaba

y entre ella, agazapado y cobarde, el asesino…

 

Cuatro ráfagas sonaron, como cuatro aullidos

de un monstruo maldito que estremeció a Colombia,

los balazos que horadaron tu cuerpo, transmutaron

en demonios siniestros, letales, sin misericordia…

 

Con tu cuerpo desplomado, murió la esperanza

de un tajo, sin atenuantes, acribillaron la alegría,

y murieron los sueños y nos quedaron debiendo

un mejor futuro, tu oratoria, tu faro, tu guía…

 

III

El ramalazo de pena nacional por tu muerte

se reprodujo mil veces en tus funerales,

venidos de la rabia, de la impotencia, llegaron todos

de la provincia, la ciudad, del cemento, de los pastizales…

 

Heme aquí Jefe, uno entre tantos y tantos

mascullando entre dientes mi tristeza y dolor,

soportando contrito, la venganza de los miserables

cargando tu féretro, aferrado a tu luz con devoción…

 

El cortejo avanza, la multitud te aclama:

“Galán, amigo, el pueblo está contigo…”

son las campanas del adiós, cada paso, cada cuadra

con un segundo tañido: “asesinos, asesinos…”

 

Aquí están todos tus seguidores, la razón de tu lucha

tus afiches, las banderas, las coronas.. la ira santa ¡

un maremágnum de infinita pena, una pesadilla,

ríos de llanto, rostros desolados, la desazón, la nada…

 

Tu ataúd no pesa, Jefe, pesa más la historia

que dejaste trunca, expósita, adolorida,

aquí estamos tus escuderos de mil batallas

afligidos por tu muerte, agradecidos por tu vida…

 

IV

Ha pasado el tiempo, Jefe, desde tu partida

cuando nos saquearon, inmisericordes, tu aliento,

hoy, tu figura, tu parábola, tu ejemplo

son lanzas clavadas en el alma, en el recuerdo…

 

“Los hombres los pueden matar, pero las ideas no”

nos golpea cada agosto, ésta, tu premonición,

acaso solo tu muerte se hizo realidad?

acaso tus ideas? y tu prédica? y tu pasión??

 

Hoy, el país que soñaste es una quimera

se quedó enredado en la memoria colectiva,

abundan, para tu pesar, los falsos profetas

los mercaderes del voto.. oh tragedia repetida…

 

Ahora, el “poder oscuro y criminal” que denunciaste

ha mutado en mil cabezas, como una peste,

“los buenos somos más..” repiten los cándidos, en tanto

el dinero fácil, el desprecio a la vida.. resplandecen ¡

 

Es el final… mientras tanto, Jefe, y mientras siempre ¡

ahí está tu legado, tu reto a la sangre nueva:

“Ni un paso atrás, siempre adelante… ¡

y lo que fuere menester… Sea ¡¡”

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