poesia

Carta a un amor divino

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Por Issabella Giacometto Mindiola

A Eduardo Padilla y Tania Otero

2025.

 

Al leer su antología poética,

mi ser y mi no ser se estremecieron

ante la revelación de un amor

que floreció en tiempos

donde lo divino se disfraza de comedia.

 No conozco al creador de la faz de la tierra;

mis ojos no han podido contemplar

su figura ni su silueta.

 Pero si me detengo a imaginarlo

en la inmensidad del cosmos,

lo hallo en un poema,

en una declaración amorosa,

en la entrega ferviente de lo que no es solo anhelo de completitud,

sino la decisión de acompañarse sin perezas

en el sendero incierto

y a la vez luminoso

de este jardín lleno de almas,

unas en busca de autenticidad y otras en pena.

 ¿Dónde se encuentra un amor de esencia eterna?

¿Qué palabras usaron para que Dios escuchara sus deseos de promesa?

Denme el secreto para lanzarme al mundo

y que un amor compañero como el suyo toque a mi puerta:

un amor que entiende la incertidumbre,

pero elige la permanencia. 

Conmovida por la ternura de su vínculo,

mi corazón queda.

Qué alegría encontrar en el camino

el andar de dos poetas;

qué sincronía la de las almas

que a las letras se entregan,

como un pañuelo blanco que absorbe

las lágrimas de inocencia

de un niño dado a luz en tiempos de guerra.

 Gracias por inspirar a mi pulso,

gracias por ser farol en forma de pluma a mis letras,

y que bailen siempre los corazones

que han venido a hacer alianza con pasión serena. 

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