En una de las tantas homilías históricas dadas por nuestro líder espiritual, el cura párroco Iván Peláez Manjarrez, en la iglesia Santo Tomas, evocó en el mes de Noviembre del año 2017, a la figura preclara, proba, sin tacha alguna en su vida terrenal, al maestro Rafael Antonio Amaya Núñez y expresó acertadamente que el profesor Amaya se había convertido para Villanueva en el Apóstol. Una verdad que no necesita discusión. Sin lugar a dudas en toda la historia de Villanueva, no ha surgido ni en el ayer ni en el presente una figura de la talla del maestro Rafael Antonio Amaya. El señor Rafael, fue un Apóstol no solo de la educación villanuevera, sino de principios y valores tan perdidos en el tiempo presente. Edificó su vida con rectitud y moralidad en todos sus actuares.
El maestro Rafael Antonio Amaya
El 18 de septiembre su familia y los que fuimos sus alumnos, celebraremos el centenario del Colegio Santo Tomás como un homenaje póstumo a ese gran maestro de maestros: Rafael Antonio Amaya Núñez. El coordinador de este centenario está a cargo del prestigioso profesional villanuevero Normando Suárez Fernández como alumno que fue del Santo Tomás. La alcaldía municipal develará una placa en nombre del colegio, en el sitio donde funcionó este colegio por más de 70 años, que hoy sus propietarios los hermanos José Jaime y Juan Tadeo Orozco Orozco pondrán a funcionar allí un centro de estudios.
Se inicia este centenario con la misa de ocho del patrono Santo Tomás, de ahí se hará una ofrenda floral en el busto que se encuentra en la plaza principal Simón Bolívar y luego se hará otra ofrenda en la tumba del maestro Rafael Antonio Amaya Núñez. Más tarde habrá una copa de champaña en la casa de la cultura que lleva su nombre, donde Normando Suárez Fernández evocará la memoria del maestro Rafael Antonio Amaya. En este brindis tomarán la palabra prestigiosos profesores del Colegio Santo Tomás como José Lucas Daza Peña y varios de los que fueron alumnos de este prestigioso colegio que se convirtió por muchas décadas en referente de la educación guajira.
La luz estelar brilló en todos ellos. Gracias a la educación que recibieron en ese claustro, que en la primaria se exigía el latín, el francés y el inglés, hoy para fortuna de los villanueveros, la educación básica está volviendo por lo que fue esa Villanueva del ayer.
Recordar al maestro Rafael Antonio Amaya, es sumar todas las nostalgias de su casa y de las visitas que cada tarde en su residencia concurrían sus amigos que, desde siempre, supo conquistarse con la sonrisa que Dios les concede a los predestinados para las gracias, con su ojos despiertos y vivaces donde se reflejaban todas las vivacidades de su alma buena y generosa. Y con los luceros vespertinos, los sueños suspirantes, ya rondaban las sienes de doña Eloísa Ovalle, la enamorada desde entonces, la compañera sin par, la que le dio una familia hermosa e inigualable (Macha, Rafael Antonio, Eloísa María, Ramiro y Zunilda) para quien parece repetirse con la frase en que Andreiev comienza el hermoso relato de saschka yegolev: “El amor como las lágrimas, aspira a ser reciproco”.
El Profesor Rafael Antonio
Que Dolor Sintió el Señor Rafael o el maestro o “Papa Rafa” para todos sus nietos, la partida de su esposa, doña Eloísa (“Tanto”, para sus más íntimos familiares). Jamás superó esa ausencia, a pesar del amor que le prodigaban sus hijos y sus nietos y sobre todo Eloísa María y Zunilda que residían en Villanueva y sus casas eran las de él donde sonreía y disfrutaba y hacia tertulia con los suyos. Villanueva siempre tendrá una deuda impagable con el maestro Rafael Antonio Amaya, lo que hizo por tantas generaciones es algo que siempre permanecerá en el recuerdo de este pueblo hermoso y bello. El maestro Rafael Antonio Amaya, fue un hombre sobresaliente en todos los actos de su vida, prolifero, donde descolló en el área de la música, si había un hombre que sabía de música ese fue el señor Rafael, autor del himno a Villanueva, del himno al patrón de su pueblo, del himno de su Colegio, del himno a la madre y de tantos himnos que quedaron para la posteridad. Manejaba los conceptos de las notas del pentagrama de manera natural y prodigiosa: la corchea, la semicorchea, la fusa y la semifusa. El inglés y el francés, lo mismo que el latín los hablaba y escribía a la perfección. Fue el primer rector que tuvo el Colegio Nacional Roquede Alba, y sus labores los inicios allí en 16 de marzo de 1964. Fue un hombre de paz, y producto de ello, siempre ejercía la función conciliadora de familias en conflicto, ejemplos de estas existen a montones. Fue el maestro Rafael Antonio Amaya, pedagogo, didacta y autodidacta y ejerció un liderazgo total en su Villanueva querida. La figura del Señor Rafael estaba por encima del Alcalde Municipal, del concejo Municipal y de toda clase de personalidades de la época, fue un auténtico patriarca que dejó a los suyos su legado, de ahí que también sus hijos y todos sus nietos se han caracterizado por ser gente de bien, íntegros y correctos en todos los actos de sus vidas. Ejemplos, ejemplos que debemos aprender los de hoy.
Fue también un extraordinario escritor y poeta y a través de sus novelas logró en excitar al hombre a la observación de sí mismo y en hablar al alma humana, principio y objeto de la filosofía, ciencia y arte al mismo tiempo. Sus lecciones de vida fueron hacia lo bueno y lo bello. De ahí se desprende que fue y ha sido uno de los hijos predilectos de su Villanueva d
El señor Rafael siempre tuvo poder sobre la palabra. En el profesor Amaya la amistad siempre tuvo otras dimensiones – mi abuela Remedios Herrera de Baquero fue una de ellas – fue un mago de la simpatía, de la bondad interior, de la riqueza del alma, siempre tenía a flor de labios la frase amable, estimulante o consoladora, no conoció las dobleces y más allá de sus Angustias, que también las tuvo, supo cuidar el jardín de su propio corazón para entregar las rosas predilectas al amigo, o a la amiga. ¡Qué ejemplo tan bello, para aquellos, los de ahora, que, por el contrario, teniéndolo todo se esmeran por cultivar en la amargura del alma un serpentario!.
El maestro Rafael Antonio Amaya, siempre, siempre permanecerá en lo más profundo de nuestros corazones. La vida es una suma de recuerdos, en la que nos vamos convirtiendo en coleccionista de nostalgias. Espero que el escrutinio que he hecho del señor Rafael sea el más favorable en el acontecer de los mejores educadores que ha tenido La Guajira, de un Señorazo de muchos quilates, que dio ejemplo en la educación, en la formación del ser humano, en la honradez y rectitud, sin olvidar su aporte a la música y a las letras Colombianas. ¡Que así sea!