Por: Eduardo Padilla Hernández
Abogado profesor de Derecho Ambiental.
Al fin, los ambientalistas colombianos estamos satisfechos de tener un presidente que es punta de lanza del medio ambiente en el mundo.
Sus palabras en COP 27 son apocalípticas y poéticas, pero describen una realidad terrible que está viviendo cada persona en nuestro globo que ya dejó de ser azul, porque el hombre lo ha teñido de gris lúgubre y níveo falaz, producto de la mezcla de hidrocarburos y cocaína, un inminente ocaso que la voluntad política puede cambiar si así lo quiere.
Previo a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27-2022), que se lleva a cabo en Egipto del 6 al 12 de noviembre, el presidente Gustavo Petro aseguró que de las decisiones que se tomen en ese evento se sabrá “si la humanidad puede continuar existiendo en el planeta o si vamos por el camino de la extinción de la vida”.
Durante las 26 reuniones anteriores de las Naciones Unidas, nunca habíamos visto a un mandatario con el espíritu del David de las energías limpias que osara desafiar el poder del Goliat de los hidrocarburos.
El presidente Gustavo Petro, como si estuviera protegido por una armadura, se presentó firme y fortalecido, en Egipto, ante la COP 27, esgrimiendo un decálogo que muestra el camino de la solución del apocalipsis climático.
En síntesis, esto fue lo que dijo el presidente Gustavo Petro Urrego durante su intervención en la COP 27:
1. Debemos actuar con urgencia máxima para evitar la extinción de la humanidad.
2. El mercado, con su economía basada en los hidrocarburos, produjo la crisis y, por tanto, por ese lado no está la solución.
3. Se requiere una economía descarbonizada.
4. La humanidad debe corregir el rumbo.
5. Colombia aportará 20 millones de dólares durante 20 años para mitigar el cambio climático.
6. Dejar de consumir hidrocarburos.
7. Los tratados se deben renovar, porque fracasaron.
8. El Fondo Monetario Internacional debe participar y cooperar con una gran inversión.
9. La banca privada debe apuntarle a la transformación económica para dejar de financiar los hidrocarburos.
10. Financiar la paz.
Luego de analizar este decálogo, asumo que estamos a tiempo todavía de reconciliarnos con la naturaleza.
Cuando el mercado de los hidrocarburos convierta los océanos, los ríos, las ciénagas y demás humedales en un pantano oleaginoso mundial, y no se consiga una gota de agua en el planeta, entonces la humanidad exclamará: ¡Por qué no le hicimos caso a Petro!
Aún estamos a tiempo de corregir el rumbo. No esperemos que llegue ese momento.
Debe ser horrible extrañar el rumor de las olas del mar, el trinar de las aves, la fragancia de las flores y el sabor de las frutas maduras.
En el campo se trabajaba con machete y azadón, luego llegó la maquinaria industrial.
Recuerdo que yo elaboraba mis textos en una vieja máquina de escribir, luego llegó el computador y el celular.
Todo ha evolucionado.
Los contumaces mercaderes de hidrocarburos no quieren transformar su economía y dar el salto hacia el nuevo mercado de las energías limpias, que consisten en unos sistemas de producción de energía que excluyen cualquier tipo de contaminación, principalmente por emisión de gases de efecto invernadero, como el CO2, causantes del cambio climático.
Por tanto, las energías limpias, en pleno desarrollo, impulsan los avances por preservar el medio ambiente y paliar la crisis de las energías agotables, como pueden ser el gas y el petróleo.
Este camino progresista, además de ser moral, es quizás más rentable que el carbón y el butano.