Envejecida muletilla del caradura que funge como caótico, dócil, indigno, lastimero, pasional, servil subpresidente; vergonzosa hechura del prontuariado lavaperros del Ubérrimo. Bochornoso, insignificante, sumiso perico de los palotes, un ultraje a la institución Presidencial que casi acaba con el país, la democracia. Pernicioso, manirroto mamarracho. Desgracia, desventura, pesadilla de los colombianos. Desenfrenado, instrumentalizado, opaco enano moral, defensor a ultranza de los sombríos intereses crematísticos, políticos, judiciales del tétrico ‘innombrable’.
Descalificado, manipulado médium que pasará a la historia por sus abusos, desmanes, demasías impuestas por la hiena en comento. La última -icónica muestra-: la descarada participación política representada por la derogatoria de la ley de garantías electorales, en connivencia -cómplice-, de la ‘digitada’, ‘dubitativa’, ‘errática’, ‘hipócrita’, ‘invidente’, ‘mercenaria’ procuradora que disciplinó ilegalmente -en horas- al alcalde de Medellín, mientras calla -aún- como una ostra, el intervencionismo de Duque (nominador), Zapateiro y otros.
Precedente de connotación penal que configura el delito de “discriminación y omisión de función”, en contubernio con el despreciable, inescrupuloso, sesgado fiscal que contradice sus obligaciones y funciones.
Me haría interminable relacionar el cúmulo de desacatos a la ley, faltas a la ética, a expensas de la institucionalidad. Mafiosas prácticas pastoreadas durante el caótico período de la sabandija en cuestión -para el olvido-, que confluyen en la degradación de la patria -al borde hoy del abismo-, sumida en la corrupción, inseguridad, polarización que se le salieron de las manos -manchadas de sangre- al impasible, vacío bufón.
Y cómo no referirse el trágico, famélico grito de los más vulnerables, golpeados por la miseria, que claman soluciones ya a la crisis socioeconómica, sintetizada por la inflación del 9,23 % anual, la más alta en los últimos 22 años, ignorada por la susodicha medianía.
Menos soslayar la fantochada del renombrado charlatán-mandadero -medalla de oro- un récord planetario, quien, tras el aplauso de la galería, exultante, suelto de huesos, articuló -entre bombos y platillos- el anuncio al mundo de la extinción del ‘Clan del Golfo’, como consecuencia de la artificiosa ‘entrega’, disfrazada de ‘captura’, de Dairo Antonio Úsuga -‘alias Otoniel’-, cabeza de la criminal estructura delincuencial al servicio del narcotráfico, heredero paramilitar afín al patrón. Insufrible jactancia -flor de un día- que ipso facto debió tragarse enterita.
Falsa, incongruente, insultante notificación, de este reo en potencia, que más temprano que tarde tendrá que vérselas con la justicia, por su delictuoso, desleal, doble rasero; actuar ídem como gobernante en agraz, como ante el escrutinio del ‘Tribunal de la Historia’, que lo exhumará como el más idiota, mentiroso contumaz que convirtió a ‘Polombia’ en burdel.
Pruebas al canto: la entrega exprés de ‘Otoniel’ al ‘Imperio’ aduciendo conscientemente sinrazones que en el subfondo buscaron silenciarlo, evitar que continuara delatando sus poderosos, influyentes aliados; develara la gansteril nómina de políticos, burócratas, magistrados, generales; modus operandi, rutas; reiterándose la certeza que Duque cree tontos a los colombianos. Burla, irrespeto -irreparables- a la justicia, a las víctimas.
Es redundante afirmar que el reciente paro armado capitaneado por los sucesores de ‘Otoniel’: ‘Chiquito Malo’, ‘Siopas’, lo incitó la irresponsable, hilarante payasada del burlesco, ridículo ‘estadista’; costosa imprudencia. Tras cuatro días de paro armado, con corte al 9 de mayo, ocurrieron al menos 309 hechos de violencia y 178 municipios se vieron afectados en 11 departamentos; 187 vehículos quemados, vandalizados -entre camiones, autobuses y motocicletas-.
Ataques a misiones humanitarias cinco, intimidadas con explosivos, 22 a la fuerza pública. Ocho homicidios -(cinco de la fuerza pública, tres civiles)-. Escasez de alimentos en algunos municipios. Debieron abstenerse de informar, 15 medios. «En promedio, una acción violenta cada 20 minutos», y Duque muerto -por no decir cagado- de la risa.
La reaparición (profética), de un día para otro, del ayer no más declarado extinguido ‘Clan del Golfo’, fue impensadamente menospreciada, atenuada, minimizada como un «hecho aislado«, “sin importancia”, consumado por un “reducto” de “cobardes desadaptados, desesperados por los contundentes golpes infligidos”, ignorando -adrede- que su presencia en los precitados entes territoriales, la propia Policía -que lo rectificó- cuantificó en 3.800 a los sucesores del Ñeñe Hernández, íntimo del hazmerreír de marras, ordenándoles Duque ‘otro golpe final’. Uno más.
Han distinguido, encuadrado su desgobierno, las comprobadas: discapacidad moral, ética, insania moral, ignorancia supina, punible, las cuales han contribuido -todas- a dinamitar el Estado de derecho, a ciencia y paciencia del desalmado, descalificado, encausado, ‘manguiancho’ mentor, amo que no da puntada sin dedal; que se empeña -luego de hacer lo que le vino gana- en prorrogar a toda costa el reinado, condenado a desvanecerse con PETRO.
Bogotá, D.C., 15 de mayo de 2022