
El que URIBE diga

Una pequeña precisión sintáctica, aunque de gran trascendencia política, tiene que ver con la famosa valla en la que algún (algunos) uribista (s) expresa (n) su férrea voluntad ajena, libre y democrática: “Yo voto por el que diga URIBE”.
La precisión se haría en este sentido: “Yo voto por el que URIBE diga”.
El orden de las palabras en la oración que se escoge es clave.
Una cosa es votar “…por el que diga URIBE”, que sería todo aquel que proclame su nombre ¡URIBE!, el mismo que sus seguidores levantan en vallas como un acto de fe, y otra muy distinta quienes pensamos opuestos a él, y con él los que lo siguen ciegamente, que mencionamos su nombre, al no poder escapar de su omnipresencia política, como una suerte de Credo al revés.
Así algunos con mucho temor lo nombren como “El Innombrable”.
Causa extrañeza que una propaganda tan efectista, dirigida a una campaña por lograr la presidencia de todo un país, esté levantada en la soledad de un potrero, como si en la mansedumbre del lugar no se necesitara, ya que su voz gritando callada más bien evoca las tardes silenciosas en aquellas haciendas de horizonte sin fin, en que los chalanes montados a caballo recogen el ganado para llevarlo al corral.
A no ser que la oración que reza en esa valla esté escrita así en forma deliberada, desde el centro propagandístico del uribismo, con una programación neurolingüística dirigida a que todo aquel que diga ‘URIBE’ caiga rendido sin voluntad ante su nombre.
No me ha pasado, pero le puede pasar a cualquiera que no se haya desayunado políticamente, porque he visto desfallecer a muchos que, sin ser uribistas, camino a las urnas se dejan asaltar en su inocencia por los fantasmas del comunismo y el castro–chavismo, que ya no existen en este mundo, y terminan votando, sin que Uribe se los diga, por el que diga URIBE.
Siendo conscientes, en términos semánticos y políticos, ajustada la sintaxis de la oración, lo más justo es que rece: “Yo voto por el que URIBE diga”.
Así el elector tendrá un instante de lucidez para pensar más allá de “…el que diga URIBE”, y contar con la oportunidad democrática de constatar que “…el que URIBE diga” no sea tan pequeño que le quede grande el uniforme de Uribe.
Por RODRIGO ZALABATA VEGA
Cel. 320 – 3336025
E–mail rodrigozalabata@gmail.com



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