Por: Eduardo Padilla Hernández, magister en derecho ambiental.
La élite perversa del siglo XIX generó la deforestación y explotación maderera, agrícola y ganadera en el valle del Sinú, de forma desordenada y crítica para los ecosistemas naturales e ictiofauna nativa, sobre todo para los felinos y los antílopes, dos especies contagiadas por la peste bovina que fue transmitida por ganado procedente de otras latitudes.
En el medio y bajo Sinú, esta enfermedad arrasó gran parte de las dos especies mencionadas.
IRONÍA DE LA HISTORIA
El Conflicto armado de los últimos 30 años, como decía Chespirito: “Sin querer queriendo”, protegió a los pocos felinos y antílopes que permanecieron en el alto Sinú y que hoy sobreviven defendiéndose de los grandes cultivadores que, desde el año 2000, invadieron esa zona, a raíz de la entrada en operación de Urrá, una represa que garantiza 160 m3 de agua en verano y disponibilidad para riego de cultivos en los distritos arroceros, con adecuaciones aisladas.
DESPLAZAMIENTO FORZADO DE LA FAUNA Y PÉRDIDA DE BIODIVERSIDAD
En el gran valle de la planicie aluvial del Sinú, con una extensión territorial de cien mil hectáreas, se encuentra una formación rocosa vecina de Montería, entre el sector de Sierra Chiquita y Medellín Sapo, que tipifican una vegetación de bosque tropical que no es cultivable pero que se convirtió en receptor de los felinos desplazados de su hábitat natural, que además cuenta con los humedales La Lorenza, Martinica y Leticia, hoy desecados por los clanes Besaile y Ortega, quienes se apropiaron de sus playones veraneros.
INICIATIVAS PRIVADAS PARA LA CONSERVACIÓN DE LA FAUNA
En el triángulo heterogéneo de suelos y geomorfología, ubicado entre Jaraquiel, Pueblo Seco y Santa Helena, bisectado por el río Sinú, las familias Vega-Lacharme, crearon el parque ambiental Pensilvania, donde se encuentran los grandes gatos felinos, como pumas, mariposos, yaguarundí y tigrillos moteados, en un área de 150 hectáreas, debidamente monitoreados por la Car-Cvs, entidades ambientales que depositan, en dicho parque, la fauna decomisada a cazadores furtivos.
Vecino a este sector Montañoso se encuentran un cultivo reciente de 2000 hectáreas de Palma Africana, que, por su cobertura vegetal y humedal, se ha convertido en área de expansión de los felinos que van a ese sector en busca de iguanas, micos y otras fuentes de alimentación, porque ese es un espacio protegido por particulares que benefician la reproducción de las citadas especies faunísticas.
Esta iniciativa exitosa de origen particular debe ser apoyada por Minambiente, como banco genético de especies felinas en vía de extinción y de apoyo a la familia Vega-Lacharme, con aporte profesional y pautas de alimentación en esa reserva incipiente, única en la costa Caribe colombiana, ubicada a 15 kilómetros de Montería, que se ha convertido en un área de fácil acceso para observación y estudio de la fauna silvestre.
El parque ambiental Pensilvania, requiere la cooperación urgente del Ministerio de Ambiente, con el fin de iniciar control de los felinos, porque además de comer iguanas y micos, también se alimentan de carneros, perros y terneros, en un contorno hasta de 5 kilómetros fuera de la reserva natural.
Por esta razón se requiere, con premura, de personal calificado que apoye la conservación de la biodiversidad en la región prolífica del Sinú, con prioridad del parque ambiental Pensilvania.