Juan José García Romero: Semblanza

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Por Ulises Durán Porto

Conocí a Juancho García, como coloquialmente lo llamaban, tardíamente, pero los años nos acercaron con humana dignidad. Hombre puro y por tanto auténtico, lleno de virtudes, aún en los avatares de la política su gran pasión. Como buen gallero, su palabra era oro y signo de cumplimiento. Su temperamento alegre, caribe y jovial, siempre le permitieron alegrar una parranda Vallenata, aún con sus improvisados cantos, pero también era capaz de mantener el rigor académico que exigían las ciencias económicas de sus estudios universitarios realizados en la Universidad de los Andes, que le facilitaron su actividad parlamentaria en la Comisión Económica del Senado de la República.

Era un Liberal de carta cabal, pluralista, tolerante, y democrático. Empresario serio, con antecedentes empresariales en su tierra natal de Ovejas, El Carmen de Bolívar y Cartagena de Indias, y exportador de tabaco negro de alta calidad producido en las hermosas tierras de los Montes de María.

Heredó de su padre Juan José García Taboada y de su tío Gabriel Enrique García Taboada el temperamento emprendedor y el liderazgo familiar, empresarial y político.

Caso aparte, merece recordar la relación de Juancho con su Tío Gabriel. Siempre que nos reuníamos con su familia, me contaba las anécdotas que le ocurrieron con su Tío Gabriel, no se si me las contaba a viva voz para que yo lo conociera y me hiciera una idea certera del temperamento y la personalidad de mi suegro que no conocí, o mejor aún, para inyectarle a sus propios hijos ese sentido de sangre de tronco común que siempre estaba presente y mostrarle a ellos la experiencia extraordinaria de conocer en vida a seres queridos y generosos, como lo fue su Tío Gabriel. Siempre fue su compinche y apoyador en todo lo que se le ocurría, desde las fiestas de los pueblos de aquellas épocas hasta los proyectos mas serios o triviales que se puedan imaginar. En realidad, era su referente moral y así, ambos, Tío y Sobrino, se encontrarán nuevamente en el reino de los cielos con sus risas y pesares por haberse ido tan rápido de este mundo, dejando eso si, un mar inmenso lleno de alegrías, cuentos, carcajadas, amor e integridad de familia, el mayor sentido vital de estos dos hombres: La Familia.

Por esto mismo, yo que soy un extraño de las profundidades de esos sentimientos, me atrevo a sostener que el mayor legado de estos dos hombres, Tío y Sobrino, es el sentido de familia y su fuerza moral. Lo dijo el mismo Juancho en el desayuno anual de la familia en diciembre de 2019: “en los momentos difíciles y amargos está la familia, aunque no tenga uno lazos fuertes con ella siempre está la familia, y yo se los digo por la experiencia que hemos vivido, en la lucha que hemos tenido, en la que seguiremos dando para demostrar que nosotros somos unas personas que nos merecemos el aprecio de toda la familia”. Era su sentido ético, la familia por encima de todo.

No puedo terminar esta puntada, sin recordarles que esta familia se creó a partir no de un amor, sino de dos profundos amores de leyenda: Los matrimonios de Juan José García Taboada con Mady Romero Morante y sus hermanos Gabriel Enrique García Taboada y Betty Romero Morante, quien por lo demás, a diario le canta con su piano a su esposo ido, en un rito sublime de amor que a veces pasa desapercibido para muchos. Ni que decir, del amor de estas dos mujeres por sus descendientes. Pues bien, de esta experiencia humana de amor nació y murió Juancho García Romero, a quien su familia, amigos y el país recordarán.

Hecho extraordinario, es el amor que este hombre, Juancho García, le profesaba siempre a su esposa PIEDAD ZUCCARDI, era impresionante. Como un poeta, siempre me decía que la amaba antes de conocerla y el día que la vio por primera vez quedó prendado por siempre a su corazón. Conservo fotografías que los muestran como dos juveniles enamorados, que maravilla. Ni que decir del amor por sus hijos Juan José, Paola y Andrés Felipe, tolerante y justo pero siempre presto a manifestar su opinión sobre cualquier tema, condición innata de su liderazgo.

No puedo soslayar, la satisfacción personal que me produjo la alegría infinita de Juancho García cuando recientemente brindó por su quinto nieto Juan José García Abello, en casa de su hija Paola y que publicaron en video. Lo vi pleno, cargando al heredero de la estirpe familiar, con una luz fulgurante en sus ojos de esperanza por el recién nacido.

Tampoco puedo olvidar su testamento político. Hizo honor a sus mayores y dentro de los vaivenes de la política siempre fue un político de partido y por eso siempre estuvo en la primera linea de las decisiones nacionales. Amigo de todos los presidentes, quienes siempre valoraron su don de gente, su lealtad política y sus capacidades para hacer posible el desarrollo del país. La casa política de Juancho García con su esposa Piedad Zuccardi, desde el Senado de la República, contribuyó en los últimos treinta años al progreso y al desarrollo del país que hoy tenemos, como lo atestigua el magnífico estudio teórico y estadístico realizado por el Ex Presidente Juan Manuel Santos en su reciente libro titulado: “Un Mensaje Optimista para un Mundo en Crisis”. Andrés Felipe, actual senador, sabrá conservar y defender este legado político.

Y así, terminó con una anécdota medio jocosa. Su Tío Gabriel, por prevención, siempre le decía que tuviera cuidados con quienes considerara amigos, “amigo ratón del queso”, le decía, pero Juancho García, fue en lo único que no le paró bolas a su tío. El se entregaba en cuerpo y alma a sus amigos, y aún sus enemigos políticos le reconocían esta condición humana. Así me lo confesó Poncho Zuleta, cuando me contó su eterna amistad con Juancho García y las travesuras juveniles en las frías noches bogotanas en medio de parrandas vallenatas. Después comprendí esa historia de amistad, por que siempre que nos encontramos en fiestas vallenatas, Poncho Zuleta, como impronta de amistad, le pedía a Juancho a pleno pulmón que cantarán en dúo la famosa canción el Gallo Viejo. Era su dúo de antología.

Juancho, el gallero

Los pésames y llamadas recibidas por el fallecimiento de Juancho por toda la familia, y especialmente, por mi esposa Luchy García Romero, atestiguan el reguero de amor y amistad que Juancho repartió en su vida.

Se fue un gran hombre y un amigo puro, y sólo lamento que no se despidió, mejor así, porque su recuerdo y su presencia están vivos entre nosotros. Su epitafio debería ser: Hombre de bien y de generosidad infinita. Su legado familiar será eterno.

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