La columna que nunca quise escribir

Compártelo:

Por Jorge Nain Ruiz.

Yo de negacionista no tengo nada, pero llevo muchos días negándome a aceptar que a quien le anuncian la muerte, necesariamente debe morir en esa misma época. Es cierto que con la terrible pandemia que nos azota y que seguirá por mucho rato, casi todo el que ingresa a una Unidad de Cuidados Intensivos –UCI- sus familiares y amigos debemos irnos despidiéndonos, pero en cambio yo prefiero aplicar el aforismo popular de que ‘La esperanza es lo último que se pierde’ por eso siento rabia interna cuando alguien pronostica la muerte de otro ser humano.

Desde cuando se supo la hospitalización en Valledupar de Jorge Oñate recibí varias sugerencias para que fuera preparando mi columna relacionada con su muerte y me negué rotundamente a hacerlo, creo que algunos columnistas y cronistas ya la tenían lista o al menos preparada para solo darle algunos retoques. Que tristeza.

Quienes somos amantes, defensores y cultores del vallenato nos ha tocado en los últimos 40 años afrontar los golpes más duros que se le hayan dado a este género musical (‘Alejo’ Durán 1989, Rafael Orozco 1992, Luis Enrique Martínez 1995, ‘Colacho’ Mendoza 2003, Emiliano Zuleta 2005, Rafael Escalona 2009, Diomedes Díaz 2013, Calixto Ochoa 2015 y Jorge Oñate 2021)

Espero no herir susceptibilidades al dejar de mencionar a muchísimos otros grandes de nuestra música, pero entiendan que para mí esos llegaron a niveles inalcanzables. Hoy me tocó escribir la columna que nunca quise hacer, la muerte prematura del Ruiseñor del Cesar y el dolor en el alma que me produjo casi no me da palabras para ponerlas en este escrito.

Ya lo he dicho y escrito en muchísimas oportunidades que mi amor por esta música nació escuchando a los hermanos López y a Jorge Oñate, luego a los hermanos Zuleta, Diomedes, Binomio, Silvio, Zabaleta  y demás, pero el de La Paz, merece como cantante estar en lo más alto del pódium, por ser cuasi precursor del canto vallenato, pero también por mantenerse en la cima del éxito durante más de cincuenta años, darle ejemplo de constancia y disciplina artística a las nuevas generaciones y morir con las botas puestas.

Por estos días ríos de tinta y de palabras han corrido por el suelo colombiano sobre la semblanza de Jorge Oñate, yo solo quiero decirles que la perdida que hemos tenido esta semana ha sido tan grande que pasarán años y siglos para que nazca otro con esa tesitura, ese color, ese timbre, ese tono, esa intensidad. El Jilguero de América nos deja la vara muy alta a quienes se nos ocurrió cantar vallenato.

Me resta decir que si bien El Festival de la Leyenda Vallenata no pudo cumplir con su propósito de homenajear a Oñate, con seguridad el ‘Ruiseñor’ no se fue resentido por eso, se llevó el cariño de su pueblo y vivirá por años en nuestros corazones.

Compártelo:
Jorge Nain Ruiz
Jorge Nain Ruiz

Abogado, folklorista y columnista


Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *