La encrucijada del sector cárnico

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Por: José Félix Lafaurie Rivera

No voy a tocar el tema de la transición energética, pero sí a recordar que este y otros gobiernos han planteado una menor dependencia de la “renta petrolera” dentro de la canasta exportadora, a partir de fortalecer las exportaciones agropecuarias, las ganaderas entre ellas.

Para Fedegán el tema va más allá del aporte al proceso diversificador. Las exportaciones tienen un efecto en la modernización productiva y esta sobre los precios y la rentabilidad, que redundan en bienestar al ganadero y mejoramiento de la vida rural. Así pues, una caída en las exportaciones, de carne principalmente, es una amenaza para la ganadería y el desarrollo social de sus regiones.

Gracias al objetivo gremial exportador, que incluyó la recuperación del estatus de país libre de fiebre aftosa, el esfuerzo modernizador en producción sostenible y una intensa actividad comercial, las exportaciones de carne y animales crecían desde 2020, con ventas por 267,1 millones de dólares, una disparada en 2021 con 427,4, hasta 2022 con 502,4 millones, superando la meta de 500 millones en exportaciones cárnicas.

No fue fácil, pues además del reto de los altos estándares de los mercados, enfrentamos las narrativas contra nuestra actividad. Hay que exportar, pero si exportamos animales, con estricto cumplimiento de protocolos de sanidad y bienestar, recibimos el “matoneo mediático” de animalistas extremos; y si exportamos carne, somos causantes del alto precio al consumidor y de la inflación.

En efecto, entre 2020 y 2022 el precio de la carne al consumidor aumentó a la par con las exportaciones, pero no por causa de estas últimas, sino del fenómeno inflacionario mundial que afectó a todos los productos. En 2023, sin embargo, esta tendencia positiva se detuvo, con exportaciones de carne y animales por 305,6 millones de dólares a noviembre, por debajo de las de 2021.

¿Qué pasó? Primero: la inflación mundial cedió y bajó el precio internacional. Segundo: Mientras el peso se apreció en beneficio de los importadores, el real brasilero, la moneda del gran vendedor en la región se devaluó y su carne alcanzó mayor competitividad – precio; y tercero, como lo que uno gana otro lo pierde, nuestra menor competitividad por tasa de cambio llevó al cierre, entre agosto y septiembre, de las dos plantas de la multinacional Minerva, responsable del 90% de las exportaciones.

¿En qué estamos? Primero: frente al riesgo latente de la retirada de Minerva, porque las multinacionales ponen sus huevos donde hay mejores condiciones para que la rentabilidad incube, lo cual representaría el colapso exportador y una verdadera catástrofe para nuestra ganadería, porque el precio, con su mayor cota en mayo de 2022 a $9.600 kilo/potrero/ báscula, hoy ronda los $7.400 y podría caer a $6.500.

Segundo: A diferencia de lo sucedido en el mundo —disminución del precio al consumidor—, en Colombia la carne mantiene un precio “establemente alto”, a pesar de que el del ganado cayó en más del 20%. Ya sucedió en 2009, cuando se desplomaron las exportaciones a Venezuela, cayó el precio del ganado, pero no se redujo un peso el precio al consumidor.

¿Quién se quedó y hoy se queda con ese margen billonario? Un segmento de intermediarios ociosos que, al amparo de la informalidad, se convierten en formadores efectivos de precios y verdaderos buitres que devoran el esfuerzo ganadero y el bolsillo del consumidor.

Es una situación que le he hecho saber a las carteras de Agricultura y Comercio, pues tan importante como persistir en el esfuerzo exportador, es eliminar las distorsiones del mercado interno en beneficio de quienes producen y quienes compran.

Nota Bene. La próxima semana: Si por la carne llueve, por la leche no escampa.

@jflafaurie

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Jose Felix Lafaurie
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