Por: Orlando Buitrago Cruz
Por mi condición de hiperrealista, hay obras maestras de la fantasía de las cuales no he podido disfrutar: su aparente distancia con la realidad me ha impedido acercármeles como debe ser.
- No he visto“El Señor de Anillos”.
- Me perdí de las “Crónicas de NARNIA”.
- Me dormí viendo “La Guerra de las Galaxias”.
- Por décadas me he dormido viendo alocuciones presidenciales.
- Me he (censurado) de la risa viendo declaraciones de alcaldes señalando que los años de su administración han sido los más tranquilos de la ciudad. A lo mejor es que han hecho inspecciones nocturnas por el Cementerio del Apogeo, creyendo que están en el Centro, Chapinero, el Lago, Niza o cualquier otra calle de Bogotá. En ese caso, para ser justo, diré que los culpables han sido los choferes de los alcaldes que los llevan a donde no es.
Por mi condición de hiperrealista no me gustan las nalgas de silicona, y pienso que solo hay paraíso cuando las tetas son naturales, a menos que de por medio haya un prescripción médica, o un peligro de muerte que deje como única opción a un cirujano estético. En mi presupuesto del amor nunca figuró la posibilidad de una novia de caucho.
Por mi condición de hiperrealista nunca me han gustado los chistes protagonizados por el genio que concede tres deseos, los considero pendejos y evidentes, pues si por ejemplo, un tipo pide una virilidad que le llegue al piso, de una se presume que el genio le va a cortar las piernas. Sin embargo, en estos días me llegó al correo un chiste al que le encontré algo de sabiduría administrativa, y me permito relatar con algunos ajustes de mi autoría:
Dos vendedores y un gerente van a almorzar, y encuentran tirada en el suelo una antigua lámpara de aceite. La frotan y aparece un Genio envuelto en una nube de humo, que les dice:
- Como generalmente otorgo tres deseos, les voy a dar uno a cada uno:
Uno de los vendedores, el aparentemente más vivo, exclamo acucioso:
- ¡A mi primero! ¡Yo primero! Quiero estar ya, pero ya, en una playa del mar Caribe.
En efecto, el vendedor fue transportado y desapareció de inmediato.
El otro vendedor, posando de más astuto aún, se le adelantó al gerente para decir:
- ¡Ahora a mí! Quiero estar de inmediato en Cartagena, en brazos de una Top MODEL, con una enorme caja de cerveza al lado, y un buen plato de fritanga al alcance de la mano.
De inmediato el segundo vendedor fue transportado y desapareció de escena.
El Genio, con algo de gesto burlón se dirigió al gerente:
- Bueno, ahora te toca a ti.
El gerente con el dulce sabor de la maldad en la boca exclamó:
- ¡Quiero que esos dos vuelvan a trabajar después del almuerzo!
CONCLUSION: siempre es mejor dejar que el jefe hable primero.
En torno a los jefes, por ejemplo, se han tejido muchas fantasías, como por ejemplo la de su condición de depredadores de secretarías: eso es absolutamente falso, y de ello puedo dar fe, pues durante muchos años fui jefe, y no tengo ni un solo recibo de motel que hubiese podido guardar de recuerdo. Talvez me veían tan chiquito y feo que no me daban tiempo ni de hablar. Y nunca se me apareció un genio que me diera una manito. Y para colmo de males, el chiste que me hubiese proporcionado ayudita moral me ha llegado demasiado tarde.
He de decir, que con los años, he aprendido a tener encuentros con la fantasía, por problemas con los insumos necesarios para cristalizar algunas placenteras realidades. Y he descubierto que la fantasía es un potente reflejo de la realidad, y que te ayuda a controlar alas, a volar convenientemente, y a aterrizar en el momento adecuado…
He incluso, he llegado a fantasear con que se me aparece el genio de la lámpara, y me cumple tres veces un mismo deseo, lo cual para mí, sería hoy un record (el deseo en cuestión es un asunto muy personal, pero confío en la imaginación del lector).






