Por Elsi Angulo*
El ámbito laboral ha sido especialmente desafiante y hostil para los afrocolombianos debido al racismo y la discriminación impunes. No obstante, la Vicepresidenta y Ministra de Igualdad, Francia Márquez, ha puesto en evidencia las violencias que enfrentan los afrodescendientes. A pesar de esto, ella enfrenta una feroz oposición por desafiar los estándares sociales de los blancos mestizos, que históricamente han considerado a los de piel oscura como inferiores.
El artículo de Diego Martínez Lloreda, publicado en Las 2 Orillas el 26 de agosto de 2024, es particularmente desafortunado. A pesar de su intento de minimizar el problema, el escrito revela una profunda misoginia y racismo que no solo merece reproche social, sino también penal. En su comparación entre la Vicepresidenta Márquez y el Canciller Luis Gilberto Murillo, Martínez Lloreda perpetúa un discurso que raramente se aplica a los blancos mestizos.
Esta situación me recuerda una experiencia vivida por mi hijo hace unos 24 años, cuando estudiaba en un colegio privado en Bogotá, donde solo había tres niños negros, incluidos su hermana y un amigo de fútbol. En aquella ocasión, el rector y propietario del colegio me informó que, al año siguiente, mi hijo no podría continuar allí debido a una supuesta agresión grave a otro niño, que en realidad estaba siendo víctima de matoneo por su condición racial. A pesar de que logré que un juez garantizara su derecho a la educación mediante una tutela, mi esposo reaccionó diciendo: “Claro, ese es uno más, un racista de mierda”, refiriéndose al rector del colegio.
Lo que viven los niños como mi hijo, y todos los afrodescendientes en Colombia, especialmente las mujeres y las cimarronas como Francia Márquez, es una clara evidencia de la persistente subvaloración y deshumanización, una herencia colonial que sigue viva en muchos colombianos.
El artículo revela que los negros aceptables o «mostrables» son aquellos que se ajustan a las expectativas de los blancos mestizos, mientras que aquellos que no se someten, como la vicepresidenta Márquez, son tildados de arrogantes, ineficientes y arribistas. Incluso se insinúa que podría ser considerada salvaje o de bajo nivel intelectual. Un hombre que goza de los privilegios que le otorgan su condición de blanco mestizo y de género se cree con el derecho de clasificar a las personas como deseables o indeseables, una categorización que las condena a diversas formas de violencia. Es absurdo e inapropiado comparar peras con manzanas; las diferencias deben ser respetadas y valoradas. Es increíble y lamentable el desprecio oculto en el ámbito laboral y en la vida politica y social en Colombia.
* La autora es abogada y lideresa defensora de DDHH y becaria de las Naciones Unidas en temas de Derechos Humanos