Por: Guillermo Villalobos Ramos.
John Langdon Down fue el médico británico que clasificó la condición de síndrome de Down en 1866, cuando fundó una institución para atender a niños con ese tipo de discapacidad intelectual.
Este insigne galeno, antes había trabajado en Earlswood, una clínica donde él era jefe, pero se retiró porque le desagradó cuando se dio cuenta de la forma en que eran tratados los pacientes.
Entonces compró una mansión y la convirtió en una clínica. Luego contrató personal de la salud y exigió cuidado e higiene adecuados, prohibió el castigo y ofreció manualidades y pasatiempos a sus pacientes.
Vistió a todos los niños y niñas con vestidos primorosos y les tomó hermosas fotografías en poses respetuosas y halagadoras.
Usó una colección de retratos de más de 200 fotos para respaldar su descripción clínica del Síndrome de Down, señalando las características físicas que notó, así como las observaciones clínicas que hizo.
Se aseguró que la mansión hospital cumpliera con los más altos estándares de comodidad e higiene.
Todos los pacientes recibieron educación formal.
Se les enseñó a montar caballo, jardinería y manualidades.
La mansión Normansfield hospital todavía existe en el Reino Unido. Ahora, se llama The Lanngdon Down Center.
El legado de John Langdon no enseña una cosa hermosa, que Down no tiene nada que ver con los retrasos, la disposición o el pronóstico del síndrome, porque lleva el nombre de una persona ciertamente admirable.
Inspirado en ese grandioso proyecto de vida y abriendo un portal de luz que lo conectara con el tiempo y la distancia de ese notable médico como fue Langdon Down, el abogado cordobés Eduardo Padilla Hernández, en compañía de su esposa, la odontopediatra Tanía Otero Arroyo, inició, adelantó y consolidó en el departamento de Córdoba, un proyecto humanitario similar al de John Langdon, a través de Funtierra Rehabilitación IPS, entidad que contaba con todos los recursos humanos, profesionales, científicos y tecnológicos para la rehabilitación de los niños discapacitados.
En esta institución de salud, durante muchos años, el personal idóneo atendió con gran amor a los niños con discapacidad intelectual.
Las terapias clínicas estaban dirigidas por personal especializado.
Además de disfrutar de actos culturales y recreación dirigida, los niños aprendieron a montar caballos, jugar con perros, bañarse en la piscina y demás disciplinas dirigidas donde ellos eran felices.
Pero los miembros de la sociedad cordobesa están lejos de entender el concepto de filantropía, porque no comprenden el altruismo de un masón, ni se enteran del trabajo humanitario que hace la masonería en el mundo.
Hay una corriente de la masonería que se dedica al tercer factor de la revolución de la conciencia que es el sacrificio por la humanidad.
Ese es el caso concreto de los hospitales Shrainers de Estados Unidos, que se dedican a ayudar la discapacidad del mundo.
Lo que pretendía Eduardo Padilla, en su condición de masón Shrainers y la lady Tania Otero, en su condición de esposa de un Shrainers, ambos miembros del club de Washington de Estados Unidos, de almas Shrainers, un grupo donde Eduardo Padilla llegó a ser adjunto del potentado de Washington.
Pero la sociedad cordobesa, en lugar de destacar y reconocer la noble visión que este hombre tenía proyectada para Córdoba, como era continuar construyendo clínicas, pues ya había comprado un terreno para construir un hospital; lo que hizo fue perseguirlo, y por esta persecución tuvo que dejar a la deriva a miles de niños con discapacidad en el departamento de Córdoba, que hoy no tienen atención alguna.
Esto indica que la clase política de Córdoba está compuesta por unos canallas enterradores de valores, envidiosos, perversos, que persiguen a los intelectuales y a las personas altruistas.
Esta es la historia real y el sentido profundo de la misión de este venerable maestro masón, filántropo, como es el Shrainers Eduardo Padilla y la lady Tania Otero, con el tema de la discapacidad en el departamento de Córdoba.
Un ejemplo, de que la masonería ha ejercido influencia intelectual en la toma de decisiones de los pueblos del mundo, es la revolución francesa, pues dicha cofradía está enfocada en la igualdad social, en la idea de la perfección moral, la defensa de la tolerancia, la libertad, la educación, el destierro de los privilegios y las injusticias sociales, igualdad ante la ley y el respeto a la persona; pero esta organización no es partidaria de la subversión violenta del orden social.
Debido a que el fundamento de la masonería son todos esos principios y valores, Eduardo Padilla y Tania Otero, manifiestan que son personas incorruptibles.
En efecto, La Contraloría General de la Nación, según boletín 190, los excluyó de toda responsabilidad fiscal. Esto significa que Eduardo Padilla, Tanía Otero y Funtierra Rehabilitación, nunca estuvieron involucrados en actos punibles.
Uno de los padres de familia sugirió la idea de instaurar una demanda contra los corruptos, para que los niños que fueron víctimas de esos bandidos, tengan derecho a la reparación por el daño causado y el derecho a una indemnización justa y adecuada, incluidos los medios para su rehabilitación lo más completa posible.