Conciencia Antecedente

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Por: Manuel Díaz Salgado.

“La conciencia es en cierto modo un dictamen de la razón”. (Tomas de Aquino).

La conciencia antecedente emite unas alertas tempranas antes de consumarse los actos, los cuales pueden ser reprochables o mediadamente soportables. Vivimos por estos días unos acontecimientos que tienen a una muchedumbre en las calles exigiendo derechos, que, según los manifestantes y la gran mayoría de los ciudadanos, son imprescindibles para la subsistencia.

Pero, todos los derechos tienen una jerarquización, obedecen a una categorización que hace, a unos más primordiales que a otros.

Esto no marca una inferioridad de unos sobre otros, sino, por el contrario, muestra una coexistencia entre derechos, en la que se puede destacar el derecho a la vida sobre el derecho a la protesta pacífica; el derecho a la propiedad pública o privada sobre el derecho a disentir de las políticas de Gobierno. Colombia ha sido gobernada de espalda a su complejidad como país, lo que ha provocado una rabia social que ha desembocado en el pronunciamiento de grandes manifestaciones de repudio a las maneras como se ha gobernado.

Es innegable que la corrupción penetra todas las instituciones y las tiene al servicio de su propósito, que no es otro que, robar y desvalijar la conciencia ciudadana.

El problema no es Duque como Presidente, ni Petro, ni Uribe. El verdadero problema del país es la acumulación estructural de los problemas que se suman a lo largo de muchas décadas, y, que, servidos a la mesa por la pandemia, se han vueltos insoportables para los ciudadanos.

Ha desaparecido el estado de opinión, que me parece razonable, pero ha sobrevenido una corriente pestilente de desinformación, acaudillada en las redes sociales por legiones de ignorantes que quieren imponer su opinión como verdadero conocimiento de las cosas.

El mismísimo Mao Zedong decía, “el que no sepa no opine, cállese”. Parece imposible lograr ese cometido. ¿Qué haremos? Pues nada.

El levantamiento ciudadano, liderado, sobre todo, por estudiantes, es plausible, merecido, prometedor, justificado, bienvenido, y reconfortante para la democracia, pero que las manifestaciones y la protesta social sean el medio para la comisión de un delito, como arrebatarle la vida a alguien, es absolutamente reprochable.

Me gustan los jóvenes informados, libres, sin la complejidad de la diatriba ideológica. Estos son los abanderados de las grandes trasformaciones que necesita el país. Un país donde todo sea exigido, es mendigo de su propia grandeza.

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