Por Bernardo Henao Jaramillo.
Columnista de Opinion.
Las elecciones libres, equitativas y transparentes, entre otras, constituyen mecanismo idóneo para satisfacer los fines de la democracia. Sin embargo, con dolor de patria, los colombianos venimos siendo testigos de cómo esos conceptos andan perdiendo su objetivo, arrojando desconfianza e incertidumbre en el pueblo sobre los procesos electorales que se adelantan. Afirmación que encuentra pleno sustento en lo ocurrido en las elecciones legislativas, creando un ambiente de incredulidad y temor por el papel que desempeñó la Registraduría Nacional del Estado Civil y su director Alexander Vega, el que lamentablemente se mantiene frente a las presidenciales, porque no se vislumbran reales correctivos que permitan otorgar seguridad a los colombianos de que su voto será el que va a definir quién va a dirigir los destinos del país. A la fecha, pasados ya dos meses de los comicios, no se ha entregado el escrutinio final que acredite a los senadores escogidos.
Como se recordará, inicialmente el Pacto Histórico dejó saber de 500 000 votos que no le habían contado. Posteriormente, ya en medio de los escrutinios, el señor registrador entregó un informe de auditoría que da cuenta de las fallas en que se incurrió, erigiéndose en hechos graves en 5109 mesas. Esto le llevó a instaurar quejas disciplinarias y una denuncia penal en contra de los jurados que señaló como implicados, las que se encuentran aún en su etapa inicial. En su informe indicó la Registraduría que se encontró una diferencia de un millón veintiséis mil votos entre lo informado en el preconteo y el escrutinio. Circunstancia que acusó mayor crisis cuando la MOE (Misión de Observación Electoral) expresó que esa diferencia era de 1.500.000 votos.
En la medida en que se fueron conociendo y denunciando irregularidades el Registrador y el propio Presidente de la República manifestaron que se debería hacer el reconteo de los votos para el Senado de la República, con el “fin de dar transparencia al proceso electoral” dijo el primero y con el propósito de dar confianza, expresó el segundo. Pero el registrador reculó por completo cuando, reunida la Comisión de Garantías Electorales, consideró que los partidos no sustentaron la posible existencia de un fraude. Responsabilidad política, ninguna.
Toda esa situación, sin precedentes en la historia reciente del país, ha dado lugar a que varias voces soliciten la suspensión del Registrador o el nombramiento de un registrador ad hoc para que dirija el próximo debate electoral del 29 de mayo, para escoger el nuevo presidente de la República. La desconfianza que ha generado la autoridad electoral, tanto Registraduría como el propio Consejo Nacional Electoral, provoca un impacto negativo en el electorado que, presenciando este grotesco espectáculo, puede optar por no concurrir a las urnas.
El gobierno, consciente de la gravedad del momento y en procura de remediar el caos advertido, el pasado 2 de mayo, por medio del Ministerio de Hacienda, autorizó el desembolso de 3 277 millones de pesos para la contratación de una auditoría internacional que vigile y garantice la transparencia en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. Inicialmente se conoció que la firma alemana Dermalog haría esa auditoría, pero, desafortunadamente manifestó que por la premura del tiempo no se comprometían a hacerlo. A una semana del certamen electoral no se sabe si se hará la contratación, y menos aún a quién y cómo se le adjudicará, lo que de suyo podría significar que no se logrará el cometido para el cual se aprobó ese costo.
La organización de las elecciones, su dirección y vigilancia corresponde constitucionalmente a la registraduría y al CNE, de donde están en la obligación constitucional y legal de velar por la limpia y transparente realización de las elecciones como garantía de un correcto funcionamiento del sistema democrático. Hoy todos los ojos miran hacia esas dos entidades, y particularmente al Sr registrador Alexander Vega, quien tiene el compromiso de rescatar la legitimidad de la institución y garantizar a los colombianos que será la ciudadanía la que elige a su gobernante, sin la presencia de las anomalías acaecidas en la pasada elección, ni de ninguna otra. Que todos los partidos políticos y movimiento tendrán igualdad de posibilidades de conectarse al sistema para que, con los auditores que designen, vigilen y supervisen que no se vaya a presentar ninguna manipulación informática que altere los resultados. Es el momento del Registrador de reivindicar su cuestionada labor electoral.
Por supuesto, a una semana de llevarse a cabo la primera vuelta en la elección presidencial también cobra vital importancia y trascendencia cumplir con nuestro deber con la democracia como es votar. No podemos llamarnos a engaño, la expresión máxima y esencial de la democracia como forma de gobierno se soporta en el voto. Hoy, cuando el ambiente se encuentra caldeado, más que polarizado, es relevante recordar a Abraham Lincoln cuando sentó perenne posición en su frase “Una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil”. Una masiva votación ayudará a la transparencia de la elección.
No importa cual sea el candidato de la preferencia del votante, lo trascendental y crucial es votar. La democracia requiere para su supervivencia que los ciudadanos particularmente en esta difícil elección participemos. Sin ninguna duda debemos vencer la abstención.
Cuando ya concluyen las posibilidades de las firmas encuestadoras de hacer sondeos y mediciones cobra más vigencia la decisión libre y responsable. Para ello, en la semana que resta es deber ciudadano evaluar las propuestas y programas de los candidatos a ocupar el sillón presidencial. A través de variados medios se tratará de influenciar el voto para que sea por el candidato de su preferencia, pero, siempre será más satisfactorio y gratificante decidir autónomamente.
Es relevante pensar que los riesgos palpitan cuando es claro que en el escenario convergen, particularmente, dos tipos de ideología. Una representada por candidatos defensores de la democracia y otra amiga de los regímenes dictatoriales. Debemos entonces pensar, con Heinrich Karl Bukowsky, nacido en Alemania pero cuya vida transcurrió mayormente en los Estados Unidos: «La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes.»
Es por ello fundamental en las elecciones que se avecinan votar por quien verdaderamente sea apto para desempeñar tan difícil cargo como es conducir los destinos de una nación.