Por: Eduardo Padilla Hernández, Mágister en Derecho y Profesor de Derecho Ambiental.
Bien se ha podido comprobar que la globalización y la interdependencia no son características que definen a la sociedad global desde hace poco, sino que desde formaciones antiquísimas en Asia y África existen evidencias de interacciones entre imperios que marcan el inicio de lo que hoy conocemos como relaciones internacionales.
Las diferencias culturales, socioeconómicas y las mismas condiciones que impone la naturaleza, hace que algunos Estados, tengan ventajas y desventajas que han de afrontarse sabiamente desde la conjunción de capacidades con aliados estratégicos. Las inversiones, el intercambio de productos, saberes, tecnología y recursos técnicos y financieros, se ha convertido en una herramienta de esencial interés para el desarrollo socioeconómico de los pueblos.
Si bien, tales relaciones habían sido reservadas casi que exclusivamente para los Estados como un todo, desde 1989 con la IV Convención de Lomé[1], se sienta un precedente sobre las capacidades que tienen los gobiernos descentralizados para estrechar lazos con sus pares en diversas partes del mundo. Conexo a ello, en Colombia la Constitución de 1991 dotó de autonomía a las gobernaciones y alcaldías para administrarse, entre lo que cabe la consecución de recursos y oportunidades en el exterior.
Ejemplos sobre estas buenas prácticas se encuentran en Bogotá, Manizales, Cali, particularmente Medellín, y otros municipios que, aunque no cuentan con ingentes cantidades de recursos, han sabido encontrar socios, donantes e inversores que le han apostado al desarrollo de los territorios, a la promoción de destinos turísticos, la industria, y de aquellos baluartes que no han sabido ser aprovechados.
Así, se observa con júbilo que varios gobiernos locales le están apostando a la internacionalización de sus territorios para el cuatrienio que apenas inicia. Se ha visto la gestión de reputados expertos como Sandra Borda en alcaldías como la de Bogotá, el impulso que se ha dado a esta temática desde Medellín, Cali, Bucaramanga, Barranquilla y a nivel departamental con Casanare, Santanderes y Cundinamarca.
Para la pesquisa sobre este tema se encuentran estudios como los realizados por la internacionalista y politóloga Mónica Flórez, quien en entrevista para este artículo afirmó que pocas veces en las regiones se había observado un interés generalizado en la búsqueda de cooperación y negocios internacionales para impulsar la economía desde todos los sectores, el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, en general, para contribuir a la edificación de una sociedad con visión vanguardista y global. Según indica, es una herramienta que, si bien se comenzó a usar desde 1965 con la figura de hermanamientos dispuesta por la ONU, en Colombia solo algunos la han implementado, destacándose el caso de Caldono Cauca, pero que se espera que por fin el término “glocalización” (pensamiento global y acción local) se convierta en un eje precursor de recursos, tecnología, inversión y crecimiento.
Seguiremos de cerca la implementación de estas estrategias que, aunque no son novedad, si pueden ser un epicentro de cambio para aquellas regiones que necesitan un impulso extra.
[1] Acuerdo comercial y de cooperación entre la Unión Europea y los países de Asia, Pacífico y el Caribe.