Por Rafael Rodríguez-Jaraba*
Para cerrar la Semana Santa que celebra el mundo cristiano, y ante la creciente ola de antisemitismo que de nuevo inunda al mundo occidental, como resultado del desconocimiento de la historia, la intolerancia religiosa e inclusive, de la difamación de algunos gobernantes incluido el de Colombia, he considerado oportuno transcribir un aparte de mi libro -próximo a publicar- titulado “Nova Lex Mercatoria. Un Nuevo Derecho para un Nuevo Orden Mundial”, en cuyo capítulo dedicado a repasar la historia del comercio internacional, me refiero a la condición de judío de Jesús, con fundamento en rigurosas investigaciones realizadas por juiciosos investigadores y académicos, entre ellos, Álvaro de la Helguera García y Mario Javier Sabán.
Este es mi relato:
[Crispadas han sido las discusiones históricas sobre las verdaderas causas que originaron la caída del Imperio Romano. La mayoría de los cronistas, historiadores e investigadores coinciden en que, el desplome romano se produjo por dos causas: una legislativa y otra militar.
La legislativa se originó en la promulgación de la Ley Flaminia, la que de manera perentoria restringió el comercio, al proscribir la profesión de comerciante a los Patricios, por considerarla una actividad elemental, burda y denigrante, que no correspondía a la educación, la cultura y las buenas maneras de ellos.
La aplicación de la Ley Flaminia conmocionó la estabilidad económica de Roma, y desencadenó insospechados efectos que alteraron la continuidad de la actividad comercial y comprometieron la seguridad alimentaria del imperio.
Los Patricios, prontamente se vieron conminados a renunciar a las actividades mercantiles y a deshacerse de sus establecimientos de comercio, y fue cuando debieron encargar o regalar sus prósperos negocios a los Libertos, antiguos esclavos que abrazaban la libertad mediante el rito solemne de la Manumissio, y quienes se aglutinaron en precarias asociaciones de comerciantes para facilitar el manejo de una actividad exigente para la cual no estaban preparados.
La promulgación y vigencia de la Ley Flaminia también obligó, a reclutar a marinos y contramaestres inexpertos de las provincias, lo que comprometió la eficiencia de los tráficos mercantes entre el imperio y sus colonias.
Fue pues, la expedición de la Ley Flaminia clara concausa del deterioro del auge romano y, la primera norma legal de la que se tenga noticia, impuesta para restringir de manera expresa y deliberada el ejercicio de la profesión de comerciante.
La otra circunstancia que determinó el desplome del imperio, fue el nombramiento de gobernadores militares en las colonias, preparados para la guerra, pero no para administrar la paz. La actitud arrogante e inflexible de los gobernantes castrenses, resultaba inferior a la capacidad necesaria para afrontar los problemas y explotar las oportunidades económicas propias de cada colonia.
Las limitaciones de estos gobernantes y su falta de respuesta a las urgencias ciudadanas, se trataban de acallar con intimidación y abusos. Pronto el imperio perdió su esplendor y legitimidad, y para disuadir la resistencia de pueblos avasallados, apeló a la intimidación, a la barbarie y al paganismo. La relajación de su cultura, otrora floreciente, determinó su decadencia y facilitó la invasión de su territorio por bárbaros retardatarios.
En el ocaso del Imperio Romano, acaeció un hecho notorio y notable que merece mención, el que contribuyó a devolverle al incipiente comercio la moralidad y honorabilidad que siempre tuvo, y, que, por momentos, se vio desvanecida por las prácticas dominantes y abusivas observadas por algunos romanos y por los bárbaros.
Ese hecho fue la aparición de las prédicas de Jesucristo, que proclamaron, la dignidad y la igualdad de los hombres, y la observancia de los principios de buena fe, justicia y equidad en sus relaciones con el prójimo, incluidas las de comercio e intercambio.
En la obra titulada “El Judaísmo de Jesús”, su autor, Mario Javier Sabán, articula las enseñanzas de Jesús con el ideario moral que, en esa época, pareciera que el judaísmo había olvidado. Sabán argumenta que, las enseñanzas éticas de Jesús eran plenamente judías y que todas ellas estaban contenidas en la más noble tradición del pueblo de Israel. Las investigaciones de Sabán culminan en su obra que estudia a Jesús, en lo que él considera que fue: un judío, que nació, vivió y murió como judío.
Sus padres, su familia, sus amigos, apóstoles y la mayoría de sus seguidores eran judíos. Jesús fue un rabí judío y no un sacerdote cristiano, afirma Sabán y agrega que, jamás abandonó a su pueblo. También afirma que Jesús fue un rabino judío del siglo I que predicó su interpretación particular de la ética judía y que nunca pensó en fundar una nueva religión, fragmentar la suya o hacer separatismo dentro de ella. Para Sabán, Jesús extrajo sus enseñanzas de la Torá y de la tradición oral del judaísmo.
Incluso, Sabán dice: “Jesús no fue simplemente judío por su origen nacional, sino que fue y seguirá siendo judío por su contenido ético más profundo, que coincide plenamente con la ética judía”.
Sabán, como investigador judío, critica en su obra el pensamiento teológico y teleológico de varios autores cristianos que han desvirtuado las enseñanzas judías del rabino Jesús de Nazaret. Para Sabán, el judaísmo de Jesús propone una nueva y reveladora visión sobre una de las historias más increíbles de la humanidad: la de un humilde rabino de Galilea que se transformó, con el tiempo, para millones de cristianos en el Hijo de Dios; la misma historia de un pobre judío que terminó crucificado y que siglos después, fue utilizado como símbolo para asediar a su propia nación y perseguir a sus propios correligionarios.
El evidente que el ideario de valores de Jesús, luego, adoptado por el cristianismo, ayudo a moralizar el comercio y, a humanizar a la sociedad haciéndola más pacífica, fraterna y justa, salvo durante los oscuros pasajes de su historia, como fueron, las Cruzadas, la mal llamada “Santa” Inquisición y la catequesis forzada, promovidas por la iglesia católica].
Hasta aquí la transcripción del aparte de mi próximo libro titulado “Nova Lex Mercatoria. Un Nuevo Derecho para un Nuevo Orden Mundial”.
Concluyo estas letras, reafirmando que, solo, con la separación de la religión de los asuntos del Estado y el mercado, y con el influjo trasformador de la educación, la humanidad logrará neutralizar el fanatismo propio de los credos intolerantes, y, entre tanto suceden esos milagros humanos, seguirán las “Guerras Santas”, y para evitarlas, deberemos dejar de discriminar para no ser discriminados y evitar y repudiar todo acto de ofensa o violencia por “razones” religiosas.
*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Consultor Jurídico. Asesor Corporativo. Litigante. Conjuez. Árbitro Nacional e Internacional en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.