Por Bernardo Henao Jaramillo.
De gran recordación el 26 de septiembre pasado, fecha señalada por un grupo de ciudadanos liderados, entre otros, por Pierre Onzaga, para marchar en contra de las reformas que en escasos 50 días ha impulsado el gobierno Petro. En su organización, en la capital, se tomó como referencia la marcha de mayo 30 de 2021 realizada en contra del paro violento y en defensa de nuestros policías, por lo cual se convino en tener dos lugares de concentración para salir a marchar: el Monumento de los Caídos de la calle 26 con 53, antiguo Can, y el emblemático Parque Nacional, al costado oriental de la carrera 7a entre calles 36 y 39.
Se llegó temprano y poco a poco se fue reuniendo una colorida multitud en la que predominaban el blanco, el amarillo, y los colores de la bandera de Colombia. Ese cuadro hizo olvidar el terrible destrozo que hiciera en el parque la comunidad indígena emberá que lo «ocupó» por largos meses. ¿Qué llevó a miles de ciudadanos a marchar a escasos 50 días del inicio del gobierno? No hay ningún antecedente de una reacción colectiva como esta en tan corto lapso de tiempo. El interrogante no es difícil responder, pues resultaba claro que la convocatoria era a manifestarse contra las reformas al sistema de salud, al sistema electoral, laboral, la ruinosa reforma tributaria y la absurda posición política que pretende entregarle el país a la delincuencia, elevar el precio de la gasolina y, en fin, llevar el país al desastre.
Y es que acabar con nuestra economía y premiar a los bandidos, para una gran mayoría de colombianos, no es admisible. Nuestra patria se construyó sobre la base del respeto a principios y valores que ahora la administración Petro quiere pisotear. La percepción es que salimos a marchar a lo largo y ancho del país para dejarle saber al presidente que estamos dispuestos a defender nuestra democracia y, desde luego, a las FFMM y de Policía, que se han visto seriamente afectadas en el corto tiempo que él lleva gobernando.
Acompañados por la Policía que cerró la carrera 7a, la antigua “calle Real del Comercio”, marchamos en medio de pitos, sonido de trompetas y música a la Plaza de Bolívar. Era un largo río humano que iba desde la calle 40 hasta el antiguo edificio de la Dian en la calle 32. Desde el inicio del recorrido se pudo ver la presencia mayoritaria de adultos y, en menor grado, la participación de jóvenes, lo que resulta un poco inquietante. Para recuperar el gobierno ellos son cruciales.
Si bien se escucharon arengas y uno que otro perifoneo creo, sin temor a equivocarme, que la solidaridad y el dolor de patria impregnaban a los asistentes, en sus rostros se podía ver la preocupación por los perversos cambios pretendidos por un gobierno de extrema izquierda dirigidos a modificar nuestras instituciones democráticas y a acabar con la economía del país. Los ciudadanos que con civismo y respeto marchamos en todo el territorio nacional, representando a los 11 millones de votantes contrarios al Pacto Histórico y a los arrepentidos de haber votado por éste, mostraron la otra Colombia, por lo que en las redes se consignó el siguiente balance:
Personas capturadas: 0 Buses incendiados: 0 Daños a la propiedad: 0 Actos de vandalismo: 0 Vías bloqueadas: 0 Ataques a la Fuerza pública: 0 Paredes pintadas: 0 Alteraciones del orden público: 0
Contrario a lo que se anunciaba el éxito de la marcha fue contundente, la indignación del pueblo con las nefastas políticas que se han aplicado (desmoronamiento de sus Fuerzas Militares y de Policía) y otras que se vienen anunciando lo dotó del coraje que, como dice Hannah Arendt, es la primera de las virtudes políticas. Ello, sin duda, fue un mensaje preocupante para el actual gobierno, lo que quizás y sin ningún resultado, lo llevó a convocar una segunda reunión con Álvaro Uribe, quien, dicho sea de paso, no tuvo autoría alguna en esta marcha. No vaya a ser que se quiera frenar un movimiento cívico dándole alcances partidistas que no ostenta.
Muy significativa resultó la reacción del Pacto Histórico a este acontecimiento, en particular el desatinado comentario que hiciera Gustavo Bolívar en el sentido de que la Plaza de Bolívar se había llenado de gente de estrato 6. Queda clara la ya conocida táctica de polarizar, dividir a la sociedad, o al menos intentarlo, sin adentrase en la realidad que no es otra que la afectación negativa para todos de las reformas planteadas.
De continuar el gobierno por el sendero hasta ahora conocido vendrán, incuestionablemente, más marchas movidas por el impulso ciudadano y cuya organización se irá perfeccionando. Hay que saber aprovechar el momento para que diferentes actores expongan los motivos de inconformidad y, al final, enviar un mensaje claro y contundente de la lucha que está dispuesta a dar la sociedad para no perder su democracia y su libertad. Solamente en medio del imperio del orden se destruye el caos y se mantiene la institucionalidad. La calle tendrá al final la palabra.