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La valiente María Corina Machado

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 Por Bernardo Henao Jaramillo

Columnista de Opinión  

El premio Nobel de la Paz no solo distingue una trayectoria política excepcional, también reconoce una vida entera de valor, principios y sacrificio. Este año ha consagrado a una mujer que, a pesar de las adversidades se ha convertido en la figura más influyente de América Latina: María Corina Machado.

La ceremonia de entrega, celebrada en Oslo el pasado 10 de diciembre, tuvo un momento profundamente conmovedor: el del discurso de María Corina, que fue leído por su hija Ana Corina Sosa Machado.

María Corina habló desde las entrañas de un país sometido a la oscuridad, prometiendo que «Venezuela volverá a respirar».

Esta frase resonó en el corazón de millones de venezolanos y resume el significado histórico del galardón ya que, efectivamente, Venezuela lleva décadas conteniendo el aliento y esperando que el mundo escuche su grito.

Ese día, finalmente el mundo escuchó.

Pero el reconocimiento no fue meramente simbólico. El discurso del Comité Noruego del Nobel describió con crudeza la realidad de un país donde niños han sido torturados, opositores desaparecidos y familias enteras castigadas por negarse a obedecer órdenes criminales. Historias como las de Samantha Sofía Hernández, Juan Requesens o Alfredo Díaz, mencionadas explícitamente por el Comité, retratan la naturaleza del aparato represivo de Nicolás Maduro, ya catalogado por la ONU como responsable de crímenes de lesa humanidad.

Y, sin embargo, en medio de esa devastación, María Corina nunca se rindió.

Ese es el punto esencial. No solo lideró una oposición fragmentada; la unificó cuando todos daban el proceso por perdido. No solo denunció la manipulación electoral; demostró —con actas resguardadas por un millón de voluntarios— que la voluntad popular fue arrollada y falsificada por el régimen. No solo inspiró una movilización ciudadana inédita; la convirtió en una herramienta pacífica y democrática sin precedentes, como lo destacó el propio Comité.

María Corina es, sin duda, la mujer más valiente del continente.

Una heroína civil.

Una líder que ha enfrentado persecución, amenazas y clandestinidad, y aun así ha perseverado con una claridad moral que ya forma parte del patrimonio ético de nuestra época.

Por eso este Nobel tiene un significado extraordinario: la lucha de Venezuela dejó de ser un asunto regional para convertirse en una causa global. La figura de María Corina irrumpió en el escenario mundial con la fuerza de una verdad que ya no puede ignorarse. Su voz —y ahora su reconocimiento internacional— simboliza una esperanza concreta: la transición pacífica hacia la democracia.

Sin embargo, este reconocimiento también desnuda la naturaleza profundamente antidemocrática del régimen de Nicolás Maduro, que ni siquiera ha permitido la libre movilidad de la líder opositora dentro y fuera de su propio país. La dictadura, temerosa de su ascendencia moral y de su legitimidad popular, ha restringido arbitrariamente sus desplazamientos, la ha empujado a la clandestinidad y le ha negado garantías mínimas para salvaguardar su vida. Su viaje a Oslo estuvo rodeado de riesgos inmensos en los que siempre expuso su vida.

Su retorno a Venezuela tras este Nobel debe estar acompañado por la protección explícita de la comunidad internacional. A María Corina Machado se le debe garantizar la vida, la libertad y el pleno ejercicio de sus derechos políticos. Cualquier intento del régimen por impedirlo  revelaría su naturaleza criminal.

La libertad es un punto de llegada, pero también es un camino. Y María Corina lo recorre sin descanso.

El Comité Noruego del Nobel fue categórico: el régimen de Maduro debe aceptar los resultados electorales y renunciar al poder. Es la primera vez que un premio de esta magnitud formula, a través de su presidente  Jorgen Watne Frydnes, una exigencia política tan directa y clara a un dictador en ejercicio. Ese gesto marca un antes y un después.

Hoy, con el Premio Nobel en sus manos —y con el mundo entero observando—, María Corina Machado consolida su lugar como la heroína democrática del siglo XXI. Una mujer que no cedió, no transó, no calló y no huyó. Una mujer que sigue luchando, incansable, por liberar a un país donde miles de inocentes esperan salir de las cárceles en las que permanecen injustamente detenidos por oponerse y denunciar al régimen ilegal de Maduro.

Venezuela volverá a respirar.

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