Por José Félix Lafaurie Rivera
Hablar del poder regulador del libre mercado es sacrilegio para la izquierda, como hablar de economía centralizada por el gobierno es sacrilegio para quienes defendemos la libertad de emprendimiento dentro de unas normas compartidas. De ahí la importancia de que esas normas conserven el equilibrio entre la regulación necesaria y la mayor libertad posible.
En esa delicada línea se mueven las Áreas de Protección para la Producción de Alimentos, APPA, creadas en el artículo 32 del Plan Nacional de Desarrollo, modificando el artículo 10 de la Ley 388 de 1997, que establece los determinantes para los Planes de Ordenamiento Territorial, POT.
Como dicen por ahí, “nada tiene que ver el caldo con las tajadas”, y una cosa es el ordenamiento territorial, que obliga y es competencia de los municipios desde 1997, y otra muy diferente el ordenamiento del uso del suelo dentro de la frontera agrícola, que se incluye como nuevo determinante de los POT, con carácter de “norma de superior jerarquía”, obligatoria para los municipios y los privados.
El revuelo se armó en el suroeste antioqueño, al punto que el gobernador anunció demandas a la resolución que vulnera la autonomía local y regional. Si me preguntan, lo que debería demandarse es el artículo 32 del Plan de Desarrollo, porque vulnera, además, la libertad de emprendimiento, uno de los fundamentos de la economía de mercado.
¿Qué pasa si tengo un predio en una APPA, pero no quiero sembrar alimentos, sino flores, o establecer una cría de caballos, porque me gustan y son un buen negocio? ¿Qué pasa si una APPA establece limitaciones a la ganadería? No es imposible, dadas las narrativas tendenciosas en su contra: que es causante del cambio climático, que el uso de tierra en ganadería es improductivo y debería orientarse a sembrar alimentos -la preferida del presidente Petro-, o simplemente, que hay mucha tierra en ganadería.
¿Por qué hay mucha tierra en ganadería extensiva? Es el mercado, estúpido, como diría Clinton. Hace 60 años la Sabana de Bogotá estaba sembrada de cebada hasta que el precio y la calidad de la importada desplazaron la producción nacional y hoy tiene flores… y ganadería de leche. El sur del Cesar y Bolívar estaban sembrados de algodón, hasta que fue desplazado por el “COTTON USA” y hoy esas tierras… son ganaderas. En inmensas extensiones de la Orinoquia, a las grandes carencias del abandono se suma la baja calidad de la tierra, que no permite sino… ganadería extensiva, y la reconversión requiere de inmensas inversiones, imposibles sin una política seria de adecuación de tierras.
Además de la libertad, por supuesto… ¡es el mercado! Por eso las APPA no pueden incidir por norma obligatoria en la vocación productiva de una región, de un municipio o de una persona, que tome decisiones de uso de la tierra en el marco de la legalidad y dentro de la frontera agrícola.
En un campo sin las enormes carencias que hoy sufre, otra cosa sería que el Gobierno promoviera, no impusiera, la creación de clústeres, como los frutícolas en California o Chile, o para no ir tan lejos, como los lecheros en el oriente antioqueño y el altiplano cundiboyacense, que existen a pesar de un difícil mercado imperfecto de muchos vendedores y pocos compradores, que podría neutralizarse si el Gobierno, entre otras medidas, fomentará la ampliación de la capacidad pulverizadora.
Para 2026, cuando se liberen las importaciones de leche desde Estados Unidos, con APPA o sin APPA, y sin que el gobierno haya tomado medidas para evitarlo, habrá un desplazamiento hacia otras actividades en las regiones lecheras.
¡Dios no lo quiera!, pero al final… es el mercado.
@jflafaurie