Por Bernardo Henao Jaramillo.
Columnista de Opinión
Se aproxima la época navideña y con ella el fin del año, momento propicio para realizar la evaluación directa de la incidencia que las acciones gubernamentales han tenido en los resultados.
Empezaré por uno de los ejes centrales, la paz total. En los últimos años Colombia ha llevado a cabo más de treinta procesos de paz, en cada uno de ellos el pueblo colombiano ha depuesto sus intereses por lograr tan anhelado objetivo sin conseguirlo, por lo cual otro llamado a la paz parece más bien un grito de guerra.
Situación que se reafirma con las estadísticas que se comunican. La criminalidad se agudiza en el país. El incremento de los delitos de homicidio, secuestro y extorsión, particularmente en las zonas donde ejercen control los grupos ilegales que se encuentran en conversaciones con el gobierno, son indicativos del fracaso del proceso y de la ausencia de Estado, y qué no decir del alarmante aumento de masacres, las que ya se acercan a 100 en el año que está por terminar. Y la explicación que Petro dio a conocer en Dubai es a todas luces lamentable. Fiel a su costumbre de ignorar su responsabilidad y culpar a otros, sin tener jamás en cuenta sus propios errores, esta vez eligió como culpable al expresidente Duque por las medidas que tomó respecto al acuerdo de paz con las Farc.
El informe de la ONU sobre el crecimiento de reclutamiento de menores y de masacres contradice la razón dada por el presidente. La galopante inseguridad obedece al progresivo desmonte y debilitamiento de las FFMM y de Policía, política utilizada por el gobierno, lo que ha dado paso al control territorial de zonas clave de la geografía nacional por fuerzas insurgentes y delictivas que ya comprometen cerca de las dos terceras partes del territorio. A las FFMM no se les ha permitido cumplir a cabalidad con el mandato constitucional consagrado en el artículo 217 que señala que tienen como finalidad primordial la defensa de la soberanía, la independencia, la integridad territorial y el orden constitucional.
Otra de las causas es la expansión del narcotráfico y el control de las rutas del mismo por parte de las bandas criminales.
Durante lo que va corrido de este mes hemos visto en TV como la población, totalmente indefensa, abandona sus lugares de residencia y se convierte en una masa migrante de incierto futuro. Es un comienzo de la ya conocida migración al estilo venezolano.
Y a la inseguridad se le une la inestabilidad en temas esenciales, la que se inició en gran parte como consecuencia del proyecto de reforma a la salud presentado por la entonces ministra Corcho y ahora defendido por el desobligante y amenazante ministro Jaramillo. Este proyecto, que tiene en shock a los colombianos, abrió paso a protestas pacíficas, que al comienzo fueron marchas en las principales ciudades para luego extenderse a los estadios y otros escenarios bajo la consigna «Fuera Petro».
Los integrantes del Pacto Histórico y los llamados «enmermelados» de varios partidos políticos, que todo indica que en realidad son sobornados, defraudaron al país acompañando y aprobando en la Cámara este proyecto que de convertirse en ley destruirá un sistema de salud que hoy goza de reconocimiento internacional.
Sin duda era susceptible de mejoras en algunas áreas, pero destruirlo es un grave y costosísimo error.
Confiemos en que cuando este proyecto llegue al Senado en el mes de febrero prime la sensatez por sobre la «mermelada» es decir, la corrupción.
La soberanía territorial está muy comprometida y no menos puede decirse de la soberanía energética.
Irene Vélez desde el ministerio de Minas y Ricardo Roa, desde la presidencia de Ecopetrol, se dieron a la tarea de arrasar a la primera empresa de los colombianos usando como pretexto la «defensa ambiental». Petro quiere figurar en los anales de la historia en este sentido, pero lo que ha conseguido es un terrible desastre. Ecopetrol perdió significativo valor.
Ahora, con sus declaraciones desde Dubai, expone seriamente las industrias extractivas de combustibles fósiles, comprometiendo un ingreso de 30.000 millones de dólares proveniente del petróleo, el gas y el carbón.
No habrá reforma tributaria que pueda reponerlo.
En cuanto al acuerdo firmado con Tuvalu, Fiji, Islas Salomón, Tonga, Timor Oriental, Antigua y Barbuda, Palau, solo puede decirse que es una torpeza más del gobernante.
Muy acertado estuvo Ali Jaber, presidente de la COP 28, Conferencia sobre Cambio Climático, al asegurar que «eliminar los combustibles fósiles sería volver a las cavernas». Y es allí donde estaría bien ubicado el mandatario colombiano con todas sus tonterías manifestadas frente a los representantes de 200 países. Entre ellos, los mayores productores de petróleo del mundo.
A la par del “decrecimiento” en sectores e instituciones trascendentes para el bienestar común aparece el despilfarro ocupando lugar protagónico. Los gastos presidenciales y los costos de los viajes del presidente y la vicepresidente son astronómicos, van más de 40 viajes internacionales con numerosas comitivas. Y los acuerdos firmados poco le aportarán al país.
El manejo de las relaciones internacionales pasa por un mal momento en lo que se refiere a los tradicionales aliados, Estados Unidos e Israel. Tercamente Petro se ha negado a condenar los salvajes atentados de Hamás contra Israel del 7 de octubre pasado y esto nos tiene ad portas de un rompimiento de relaciones.
El tan cacareado «cambio», tema de la campaña presidencial de Petro, se esfumó durante su primer año de gobierno, abriendo paso a un retroceso histórico y muy destructivo del cual el país no se recuperará fácilmente.
Entonces, el resultado del balance es negativo, venimos acumulando pérdidas, por ello la desaprobación al presidente y a la vicepresidente, según la última encuesta de Cifras y Conceptos. Un deseo de navidad, que no sigamos “decreciendo”.