Hasta ahora, Fiscalía no ha presentado una sola prueba o testimonio de que entre esas chicas haya una menor de edad. Hay grabaciones donde aparece Liliana Campos negociando el servicio, pero no induciendo a la prostitución, que es diferente. También está por destaparse quién eran los grandes clientes de la Madame de la alta política y el poder en Colombia.
Por LUCIO TORRES
Mientras en la proa del yate, rumbo a Cholón en las paradisíacas Islas del Rosario, la Madame y varias de sus “chicas lindas” perreaban con cervezas y whisky al son de un reggaetón, una de ellas arrodillada entre las piernas de unos de sus clientes que estaba recostado a la mesa de la bañera de la nave. La Madame y las demás chicas conversaban entre risas y expresiones propias de una juerga rutinaria, sin detener sus miradas en la escena de sexo en vivo de una de sus compañeras.
Para la Madame es un día normal. Sexo. Yate deportivo. Whiskey de la mejor marca. Cerveza colombiana. Tabaco y quizás droga, según las autoridades que hicieron la llamada operación Vesta, diosa del hogar y símbolo de la familia. Utilizaron este nombre porque dentro de la mitología griega es la hija de Saturno, ícono de la fidelidad, y hermana de Plutón, Saturno, Neptuno y Juno. Dioses griegos que fueron asimilados en la cultura romana.
Pero la Madame no era ninguna Vesta. Para los estrategas que diseñaron la operación con un alto contenido moralista y de extendido cubrimiento casi morboso de los grandes medios de comunicación, la Madame es la antítesis de la Vesta. Quizás Afrodita, o un derivado de ésta: hetera. Se decía de las cortesanas y damas de compañía que se prostituían para satisfacer los desenfrenados apetitos sexuales de las élites griegas. O como sucedió en la mejor época de la civilización romana donde hacían sus orgías con damas de compañías (putas de caché) donde los participantes lucían máscaras de todos los colores y hasta damas de alcurnia asistían para experimentar sus deseos sexuales reprimidos.
De igual manera mafiosos de la cocaína (antioqueños y vallunos) en la década de los 80s y 90s hacían sus bacanales en fincas e islas cercanas a Cartagena donde asistían reinas que participaban en el Concurso Nacional de Belleza. Una persona que estuvo en un escenario de eso, me lo recuerda. Ningún mondao (pobre) podía tener credencial para asistir a esos encuentros donde las lentejuelas y los canutillos eran reemplazados por la lujuria, el sexo y la droga. Todos los impulsos y deseos reprimidos salían a flor de piel. ¿Y quién era la Madame de estas bacanales? Silencio.
El modus operandi de la prostitución de Liliana Campos, conocida como la Ronca o Madame, nos viene de la cultura traqueta importada de Medellín, Cali y Bogotá, donde esta actividad se practica en proporciones industriales a la vista de todos. Esta clase de prostitución no está relacionada directamente con un problema de pobreza material sino de pobreza mental, ya que las chicas sin ninguna formación afectiva y emocional son tentadas por la subcultura traqueta que las mafias del narcotráfico nos trajeron con sus prácticas obscenas, indignas y degradantes de la calidad humana, y, especialmente de la mujer que la ha cosificado como a una vulgar mercancía. Este fenómeno pudo nacer de la mafia de Medellín y de Cali, donde las cirugías plásticas se han convertido en un gran negocio asociado a esta subcultura, ya que los traquetos las desean con enormes tetas y un grandes nalgas. Porque sin tetas, madame, “no hay paraíso”.
Por eso la Ronca se operó los pechos y su trasero. Ya no es la larguirucha y desgarbada adolescente del barrio popular de Blas de Lezo de los años 80s cuando los capos salían con reinas de belleza, actrices y presentadoras de la televisión nacional. (Remember, Virginia Vallejo con Pablo Escobar y otros). Blas de Lezo, el barrio de Cartagena que se ha hecho famoso por la tragedia del edificio pirata que se derrumbó, y porque es la residencia del alcalde Manolo Duque hoy preso en Sabanalarga, está en boca de los cartageneros. Y ahora su fama se ha aumentado porque allí está la casa natal de la Madame o de la Ronca.
La prostitución directamente asociada a la pobreza es la que se practica en plazas, barrios, cantinas y en los solares enmontados de Cartagena. Como las “chupa-chupas” que se ubican por la variante a la altura del cementerio de Turbaco. Son mujeres empobrecidas, algunas golpeadas por la drogadicción y empujadas para practicarle sexo a choferes, mototaxistas, taxistas, minuteros, vendedores ambulantes, rebuscadores y voceadores que buscan unos minutos de placer. ¿Cuánto cuesta su servicio? $10 mil pesos. Barato, si lo comparamos con los $3 millones que cobra la Madame, según dice la Fiscalía.
Es que los mondaos no buscan a las chicas de la Madame o de otra gerente de las grandes empresas sexuales. Allí van turistas de todas las nacionalidades, y cachacos guiados por miembros de las élites locales que con una sola llamada a uno de sus proveedores, las chicas llegan a la cita sexual o de compañía. Son universitarias, limpias, operadas, que van al gimnasio, se maquillan con estilo y tienen pedigree. Si, muchas son universitarias que tienen doble desempeño social. En el día son niñas aplicadas y aconductadas en sus universidades, tienen novios, usan celulares de alta gama, van al salón de belleza donde se gastan un montón de dinero. Pero en las noches y los fines de semana son las reinas del perreo, se espelucan, se alborotan y regresan con millones de pesos en sus alforjas.
Pero también están las prostitutas de establecimientos públicos donde ofrecen espectáculos sexuales, sexo en vivo, estriptis, etc., que deben cumplir reglamentos urbanísticos, y las chicas deben someterse a exámenes sanitarios habituales, y para ello el Dadis realiza operativos periódicos. Son puteadores legalizados donde van empresarios, trabajadores, respetuosos esposos y ejecutivos ansiosos de un sexo comprado.
La Ronca no es la gran proxeneta que tiene Cartagena. No es cierto. Aquí se descacha la Fiscalía. Casa Benjamin, por ejemplo, es un puteadero de israelitas para israelitas ubicado en el corazón del barrio exclusivo de El Laguito. Frecuentemente solicitan los servicios de diferentes proveedores, y la Madame es uno de los tantos que existe en la ciudad, en Medellín, en Cali o en Bogotá. A veces vienen chicas fletadas de esas ciudades para reforzar la oferta local. ¿Y cuál es el problema? Es un oficio como cualquiera otro. Lo dice la constitución nacional.
En otras palabras, la actividad profesional de Liliana Campos Puello, la Ronca o Madame, es tan vieja como la mitología griega. No es ilegal. Tampoco es un delito. Es su cuerpo, y ella puede hacer lo que le dé la gana con él. Más que periodista, este análisis lo hago desde la perspectiva de docente de derechos humanos. Basada en los artículos 13, 16 y 25, la Corte Constitucional sentenció:
“Las personas que vienen realizando trabajo sexual gozan de una protección basada en los derechos de igualdad, libertad y dignidad. Estos constituyen la principal defensa de un colectivo constantemente vulnerado y discriminado, social y legalmente. Si el Estado, a través de todas sus autoridades, incluida la justicia, pretende detener los estereotipos y la estigmatización que generan una persecución moral, que se ha trasplantado al ordenamiento jurídico, debe atender a las garantías constitucionales que justifican una especial protección. Es decir, tiene que actuar conforme a la intención de la carta política y adecuar su funcionamiento a esta última, especialmente a la hora de realizar operaciones en contra de la prostitución”. (T-073-2017).
Pues, entonces, la primera conclusión es que no es un delito que Liliana Campos venda su cuerpo. Es un tema tabú, es cierto. Y su tratamiento es generalmente moralista. Lo que nuestra ley penal tipifica como delito es la inducción a la prostitución, la explotación sexual con menores de edad o la trata de personas. Por ejemplo, el artículo 213-A del Código Penal, dice:
“Proxenetismo con menor de edad. El que con ánimo de lucro para sí o para un tercero o para satisfacer los deseos sexuales de otro, organice, facilite o participe de cualquier forma en el comercio carnal o la explotación sexual de otra persona menor de 18 años, incurrirá en prisión de catorce (14) a veinticinco (25) años y multa de sesenta y siete (67) a setecientos cincuenta (750) salarios mínimos legales mensuales vigentes”.
En honor a la verdad, hasta ahora la Fiscalía no ha presentado una sola prueba o testimonio de que entre esas chicas haya una menor de edad. Hay grabaciones donde aparece la Ronca negociando el servicio, pero no induciendo a la prostitución, que es diferente.
Alguien filtró a la prensa el portafolio sexual que la Ronca tenía en su celular. ¿Todas chicas que aparecían allí eran prostitutas? Probablemente no. ¿Por qué se le ha dado un tratamiento descuidado que afecta los derechos fundamentales de las protagonistas de estas historias? A los medios de comunicación y los periodistas nos ha hecho falta sindéresis en su tratamiento. ¿Esto podría tumbar los argumentos de la Fiscalía? Sin duda.
Ningún mondao podría estar en la larga lista de clientes de la Ronca o de la Madame sino extravagantes ricos que la buscaban para satisfacer sus caprichos sexuales. Así como develaron el portafolio de la Ronca, ¿por qué no han divulgado la lista de clientes de la susodicha? ¿La vergüenza es solo de las prostitutas o de los que pagan por comprar un pedazo de cariño y de sexo?
Liliana Campos Puello está rumbo a la crucificción por una sociedad pacata, misógina, sexista e hipócrita. No se defiende su oficio, se defiende la dignidad humana. Liliana Campos Puello se gana la vida con su culo, es cierto. Otros se la ganan robando o intoxicando a nuestra juventud. ¿Podríamos enseñarle otros caminos a los jóvenes distinto al modelo de educación desfasado que tenemos?
La Madame está en la pira. El público cartagenero morbosamente charla en el palito de caucho, las esquinas, en las peluquerías, y en las oficinas sobre las “dos pistolas” que la Madame hizo a la prensa al llegar a los juzgados. La mandaron a la cárcel. Mientras a los jefes de bandas delincuenciales los mandan a la casa. Alguien de sus acompañantes amenazó al reportero gráfico de El Universal, lo cual no se puede admitir. Lo periodistas cumplimos con nuestro deber de informar, aunque algunos se pasan de nota.
La pira arde y los cartageneros le echamos gasolina para que la Madame se chamusque a la vieja usanza de la inquisición. Si así reaccionara la gente para combatir la inmoralidad pública (medio concejo y un alcalde preso, otro tumbado) la ciudad ardería entera como cuando Roma se quemó en la época de los emperadores. Pregunta final: ¿Quién le hará sexo a los exclusivos clientes de la docena de madame que existe en la ciudad?