Buzos polacos afirman que encontraron los restos de un barco alemán (llamado “Karlsruhe”) de la Segunda Guerra Mundial que puede ayudar a resolver un misterio de décadas: el paradero de la Cámara de Ámbar, conocida como la “octava maravilla del mundo”.
En 1701 el escultor barroco Andreas Schülter diseñó la Cámara de Ámbar para el palacio de Berlín (Alemania) de Federico I de Prusia. Se trataba de una estancia con intrincados paneles tallados y mosaicos confeccionados con ámbar de color miel, decorada con piedras semipreciosas, sobre un fondo de pan de oro. Sus dimensiones, aproximadas, eran de unos 55 metros cuadrados, y estaba compuesta por unas seis toneladas de ámbar.
En 1716, Federico Guillermo I de Prusia regalaba la cámara al zar Pedro I el Grande, y esta recorrió los 1.700 Km. que separaban Berlín y la actual Pushkin (Rusia), próxima a San Petersburgo y bajo su jurisdicción. La estancia sobrevivió, por sorprendente que pueda parecer, a la Revolución Rusa (1917) y llegó intacta a la Segunda Guerra Mundial.
Durante la invasión de Rusia (operación Barbarroja), los nazis la desmantelaron y la llevaron al castillo de Kaliningrado, también conocida como Königsberg, fundada por los alemanes, pero que luego, en la Segunda Guerra, pasó a manos de la Federación Rusa.
Desgraciadamente, en el verano de 1944, los aliados bombardearon la ciudad y el castillo que albergaba la estancia fue destruido. Aquí se desvanecía tan preciado tesoro.
La única pista se cierne sobre el vapor “Karlsruhe”, que zarpó de la entonces ciudad portuaria alemana de Königsberg, en 1945, con un cargamento pesado antes de que los aviones de combate soviéticos lo hundieran frente a las costas de Polonia.
Los investigadores señalan que ahora han hallado sus restos. “Está prácticamente intacto. En sus bodegas descubrimos vehículos militares, porcelana y muchas cajas con contenido aún desconocido”, ha señalado uno de los buzos, en un comunicado.
Ahora tal vez comience un litigio internacional para determinar a qué nación le pertenece el tesoro.