Para garantizar el orden público en las calles colombianas desde hace unos meses las están usando.
Sin que se haya hecho mucha bulla, ni se haya mostrado como uno de los grandes adelantos en la batalla del régimen para garantizar el orden público en las calles colombianas, desde hace unos meses han estado usando las sirenas aturdidoras.
Como en las películas de ciencia ficción, una tanqueta policial, dotada de parabólica gruesa pero no muy grande se sitúa frente a las manifestaciones no permitidas en las calles de algunas ciudades de Colombia y se enciende para producir un ultrasonido que enloquece como cuando llegan los ovnis y pone a correr a la gente buscando con desespero el campo abierto porque dentro de las piezas de las casas rebota con mayor daño la sirena aturdidora.
Esta sirena, dicen sus defensores, no produce muertos pero si disuelve cualquier manifestación no permitida con mucha mayor eficiencia que los gases lacrimógenos o que las cargas del Esmad con sus cascos , sus robocop y sus chorros de agua.
El problema, y de allí han comenzado a surgir las críticas a este procedimiento, es que un ser humano resiste normalmente hasta 68 decibeles y estas sirenas aturdidoras de la policía van por encima de los 140 decibeles.
Para muchos médicos consultados el efecto siembra de dudas los diagnósticos sobre las consecuencias posteriores que cause el sonido intenso en los seres humanos y, sobre todo, en el daño irreparable que pueda tener en ancianos con audición mermada o en enfermos cardíacos que se encuentren dentro de las residencias cercanas a la sirena que emite el estruendoso sonido.
Era lo que nos faltaba: que el régimen a más de la mordaza hubiera encontrado como dejarnos sordos.